ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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sábado, 23 de julio de 2016

MUJERES DE LA BIBLIA: LA MUJER JUNTO A LA ARTESA

MUJERES DE LA BIBLIA 15: LA MUJER JUNTO A LA ARTESA



“El reino de los cielos es semejante a la levadura que cogió una mujer y la mezcló con tres medidas de harina hasta que toda la masa quedó fermentada” (Mt 13, 33; Lc 13, 20-21).

        En el cuadro de Burmant se ve una mujer con brazos vigorosos, arremangada, junto a una pulida amasadora. Su hija le trae el pequeño recipiente en que fue conservada un poco de levadura de la última hornada. Con toda seriedad y con sumo cuidado ofrece la niña con ambas manos a la madre el contenido precioso del recipiente, necesario para dar consistencia y fuerza a la masa de harina ya preparada en la artesa. La niña siente respeto ante la fuerza misteriosa de aquel puñado de pasta humilde, seca, que ella misma lleva, fuerza que empezará a obrar después de mezclarse con la masa de harina. Toda empezará a moverse y agitarse como si cobrara vida.

        El pintor no podía reproducir más que el proceso exterior. A nadie se le habría ocurrido ver en esta labor ordinaria de la mujer, labor de todos los días, una imagen tan profunda del “reino de los cielos”, si Jesús no nos hubiese abierto los ojos para verla.

Muchas veces había estado de niño, junto a su Madre cuando ella, en la casa de Nazaret, preparaba la masa para el pan de todos los días, para cocerlo después bajo la ceniza caliente o en el horno. Era a la sazón, como también hoy en día en muchos lugares, una de las tareas de la dueña de la casa.

        Para el Mesías, la labor de la dueña de la casa era una imagen de la propia actividad entre los hombres. La transformación obrada en la masa de la harina por la levadura había de mostrar a los oyentes cómo el Reino de los Cielos había de obrarse una transformación del hombre, transformación de dentro afuera.

No han de faltar las manos de mujer cuando se trata de la fuerza íntima de la religión, de su desarrollo en el corazón de los hombres.

        Jesús da a entender particularmente a las mujeres que es el alma individual donde ha de obrar en primer lugar la fuerza de reforma, que el pensamiento cristiano contiene, para que pueda renovarse el mundo según el espíritu de Cristo. Cada mujer, después de “cristianizar” todo cuanto hay en ella, ha de ser levadura en su circulo, levadura que no descansa “hasta que la masa toda ella queda fermentada”, hasta que las personas, la familia y toda la comunidad, adonde llegare su actividad de mujer, sean conquistadas para Cristo y subyugadas completamente por él.




 Por Francisco Pellicer Valero

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