ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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sábado, 12 de septiembre de 2015

NUESTRA SALVACION, OBRA DE LA SANTISIMA TRINIDAD

NUESTRA SALVACION, OBRA DE LA SANTISIMA TRINIDAD





La voluntad salvífica universal de Dios es un dogma de fe. Escribe S. Pablo: “Dios quiere que todos los hombres se salven...” (1 Tim 2, 4). Y el profeta Ezequiel pone en boca del Señor: “...no me complazco en la muerte del pecador, sino en que se convierta y viva” (Ez 33, 11). Y S. Pedro: “No quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan” (2 Pe 3, 9).

         La salvación de cada una de las personas humanas es tan importante para Dios que en esta labor intervienen las tres Personas de la Santísima Trinidad.

         En las frases del Nuevo testamento que enuncian los acontecimientos de la Redención, el sujeto gramatical es, con frecuencia asombrosa, Dios Padre. Para citar un ejemplo muy conocido, en los once primeros capítulos de la epístola a los Romanos, donde se describe la economía de la salvación, se cuentan hasta ciento cincuenta referencias al Padre, en un número doble al de las menciones de Jesucristo. No es Dios-Padre el que nace, muere y resucita; pero Él es el que decide y hace que tengan lugar todos los actos salvíficos (Glez. Gil: “Cristo el Misterio de Dios”, vol. I, pág. 184).





I.- LA INICIATIVA DEL PADRE

                   San Pablo escribe en Gal 4, 4: “Al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios (Padre) a su Hijo”. La iniciativa, pues, de la Encarnación, viene de Dios-Padre. Él es “el principio sin principio, la primera Persona” de la trinidad. El Padre no procede de ninguna otra persona y, en cambio, del Padre proceden el Hijo y el Espíritu Santo. Precisamente mediante la misión del Hijo, como, más tarde, mediante la del Espíritu Santo, el Padre se revela como la Persona que es origen de las otras dos, y así es fuente manantial de toda actividad y de toda vida, es decir es “PADRE”. De hecho, en toda la vida de Jesucristo, el Padre aparece como el agente principal.

                   Veamos las notas distintivas de esta iniciativa del Padre:

1.- Iniciativa libre

                   La iniciativa del Padre en cuanto Padre, puesto que se dirige al hijo y tiene por finalidad el extender su paternidad a otros hijos, es una iniciativa personal, y esto implica que es totalmente libre.

                   Uno de los pasajes en que con más énfasis se enuncia la plena libertad de Dios en toda la economía de nuestra salvación, cuyo eje es el envío de su hijo al mundo, es el comienzo de la epístola a los Efesios. Entresacaremos algunas frases: Dios-Padre “   nos ha escogido en Jesucristo... por amor, habiéndonos predestinado a ser hijos suyos..., conforme al beneplácito de su voluntad, según las riquezas de su gracia..., dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su benevolencia...” (Ef 1, 4-11). San Pablo usa los términos disponibles para expresar una decisión libre: plena advertencia y deliberación con finalidad claramente determinada, motivación y decisión madura, que no obedece a presión externa de ningún género.

2.- Iniciativa gratuita

                   La iniciativa libre del Padre es, además, completamente gratuita. Cuando estábamos esclavizados por el pecado, Dios quiso mostrar con nosotros su misericordia (Rom 11, 32) por el inmenso amor con que nos amó, quiso redimirnos y nos dio la vida con Cristo para patentizar la extraordinaria abundancia de su gracia con su bondad hacia nosotros en Cristo Jesús. La salvación no viene de nosotros sino de Dios (Ef 2, 4-10).

3.- Iniciativa de amor

                   El deseo de comunicarse personalmente a otro solamente puede nacer del amor. Si Dios ofrece al hombre su amistad una y otra vez mediante el envío de su Hijo, el motivo último de esta iniciativa del Padre es el amor a los hombres: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo Unigénito” (Jn 3, 16). Este amor a los hombres no puede tener otra explicación; además se da la circunstancia en nuestro caso, de que en nosotros, a causa de nuestra mezquindad como criaturas y de nuestro pecado, no había ninguna amabilidad capaz de atraer el corazón de Dios. Infinitamente gratuito y generoso el amor de Dios hacia el hombre, al enviar a su Hijo al mundo y entregarlo a la muerte para acoger de nuevo como hijo al hombre pecador. Dios no escatimó a su Hijo, sino que por amor al mundo lo envió al mundo para salvar al mundo (Rom 8, 32).






II. EL HIJO REALIZA LA REDENCIÓN

                   Una vez indicado que la iniciativa de la salvación de los hombres dfue cosa del Padre, fue el HIJO quien nos redimió. Veamos por qué sufrió Jesucristo su pasión y muerte.
A) Solución histórica

                   Los historiadores afirman que la causa de su pasión y muerte fue debida principalmente:

                   a).- A que no cumplía las leyes que los doctores de la ley ordenaban, interpretando la ley de Moisés: Curar en sábado sin peligro de muerte; trasladar objetos en día festivo; arrancar espigas en sábado; no lavarse las manos antes de las comidas con el ritual establecido, etc..

                   b).- Porque hace afirmaciones y actos propios de Dios: afirma que existe antes que Abraham; ase considera superior a los profetas y más importantes que David y Salomón, superior al Templo y Señor del sábado. Realiza milagros, perdona pecados, afirma su impecabilidad, se atribuye el poder de juzgar a los hombres, supera la ley de Moisés, etc..
                   Es verdad que la predicación de Cristo y su forma de actuar, ocasionó el odio de sus enemigos y podemos comprender sus motivos para ello, explicando su pasión y muerte. Pero los teólogos opinan que la solución histórica es superficial.

B) Solución teológica

                   A los teólogos les resulta superficial esta solución histórica, porque el propio Señor hizo constar en su proceso civil ante el procurador romano: "No tendrías sobre mí ningún poder si no te lo hubieran dado de lo alto" (Jn 19, 11). Tampoco pudieron dañarle lo más mínimo sus enemigos en las distintas ocasiones en que lo intentaron.

a) La libertad de Cristo ante la muerte

                   Por esto, si queremos dar el primer paso firme en la búsqueda del por qué de la Pasión, tenemos que empezar afirmando la plena y absoluta libertad con que Jesús llegó a ella.
                   Cuando sus enemigos intentaron darle muerte, al mediar su vida pública, S. Juan nos da una sola razón de su fracaso: "Nadie le tocó, porque no había llegado todavía su hora" (Jn  7, 30). Por el contrario, momentos antes de que lo hicieran preso en el huerto, como simple explicación de lo que iban a contemplar, dijo Jesús a sus apóstoles: "Ha llegado la hora; el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de pecadores" (Mt 25, 45). Aun podemos recordar las impresionantes palabras que nos ha conservado S. Juan: "Yo doy mi vida por mis ovejas... Nadie tiene poder para quitármelas; soy yo quien libremente la doy" (Jn 10, 15.18).

b) La voluntad del Padre

                   Pero toda acción libre supone una motivación,. No hay libertad donde no hay una razón que explique la elección de una cosa sobre otra. Y la razón no puede ser sino una sola; porque una sola fue siempre y en todo lugar la razón última de las decisiones de Cristo: la divina voluntad de su Padre. Dice la Carta a los Hebreos: "Heme aquí que vengo, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad" (Heb 10, 9). Y en la noche del Jueves Santo, al levantarse de la Cena para marchar al encuentro de sus enemigos, dijo solemnemente a sus estupefactos discípulos: "... el príncipe de este mundo... contra mí no puede nada. Más, para que conozca el mundo que amo al Padre y que obro así como el Padre me ha ordenado, levantaos, vámonos de aquí" (Jn 14, 30.31).






c).- Doctrina de Santo Tomás

                   Podemos ahora hacernos esta pregunta: ¿Por qué quiso el Padre que su hijo muriera muerte de Cruz? Porque supuesta la Encarnación del Verbo, cualquiera de sus acciones, aun la más insignificante, era infinitamente agradable a Dios y cualquiera de ellas podía ser tenida en cuenta como propia de la humanidad por el misterio de la capitalidad sobrenatural de Cristo sobre todos los hombres. Entonces ¿por qué quiso el Padre que nuestra redención se hiciera a precio de sangre?
                   Sólo la consideración de cuanto la Pasión tiene de amor puede darnos una respuesta plenamente satisfactoria. Santo Tomás se pregunta si la muerte de Cristo era el modo más conveniente entre los varios posibles para la liberación  del genero humano. Y responde afirmativamente de esta manera: "Tanto es una cosa más acertada  para conseguir un fin propuesto cuanto más factores se combinan en ella para conseguir dicho fin. Ahora bien, el hecho de que los hombres hayamos sido liberados mediante la Pasión del señor, entraña muchos factores, que se suman a la simple liberación del pecado:

* En primer lugar, enseña a los hombres cuán enorme es el amor que Dios-Padre les tiene, que les entregó lo que ÉL más quería: su Hijo Unigénito. La Pasión fue una amorosa lección paternal de Dios, para que acertáramos a comprender siquiera algo del amor infinito de Dios. De este modo el hombre se mueve a amarle más y más.

** En segundo lugar, las virtudes que tuvo que practicar Jesús en su Pasión: la obediencia, la humildad, la constancia, la paciencia, el modo de sufrir, etc., son un modelo para nosotros y necesarias para nuestra salvación. De ahí que S. Pedro dijera que "Cristo padeció por nosotros, para dejarnos un ejemplo, cuyas lecciones debemos aprender" (1 Pe 2, 21).

*** En tercer lugar, la Pasión consigue en nosotros un mayor estímulo para apartarnos del pecado, porque nada ayuda más a eso, que la idea de que nuestra Redención costó Sangre divina, según lo expresado por S. Pablo: Habéis sido comprados a gran precio; dad, pues, gloria a Dios con vuestro cuerpo” (1 Cor 6, 20).

                   De este modo quiso Dios darnos una prueba de amor que nos obligara a amarle, y quiso demostrarnos sus delicadezas de Padre inventando una divina historia tejida con locuras de amor por nosotros. Nada podía hablarnos más claramente de su enamoramiento que la manifestación de la justicia plena descargada sobre su propio Hijo bien amado, para que en ÉL pudiéramos conseguir la liberación de nuestras culpas. 

Por Francisco Pellicer Valero
Fotografía Mª del Carmen Feliu Aguilella