ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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sábado, 4 de junio de 2016

MUJERES DE LA BIBLIA: JUDIT

MUJERES DE LA BIBLIA 10: JUDIT




            El libro de Judit narra la historia de una victoria del pueblo judío contra sus enemigos gracias a la intervención de una mujer. Judit es la heroína del libro, no su autora.
            Nabucodonosor, rey de Asiria declara .la guerra al rey de los medos. Los pueblos del Tigris y el Eufrates le ayudan en esta empresa. Los que no quisieron colaborar fueron castigados por el general Holofernes.
            En Judea se da la voz de alarma. Se difunde rápidamente que el ejército asirio saquea, destruye y conquista todos los territorios limítrofes.
            El pueblo judío de Betulia se apresta a oponerle resistencia, preparándose con ayunos, penitencia, oraciones y sacrificios. Además están preparando toda clase de obstáculos para defenderse.
            El general Holofernes pone cerco a la ciudad; ocupan las fuentes, se ven sin agua y están decididos a someterse.
            En este momento entra en escena Judit, la mujer piadosa y de conducta ejemplar, de la que nadie había podido decir nunca una palabra mala, porque tenía un gran temor de Dios; era viuda joven y muy bella. Desde la muerte de su marido llevaba una vida solitaria y pobre, no porque careciera de los bienes de la tierra, que los tenía en abundancia heredados de su marido, sino porque había escogido libremente ese modo de vida: ceñida de saco, vestida de acuerdo con su viudez y ayunaba todos los días, excepto en las grandes solemnidades.
            Nada hacía suponer que aquella joven y hermosa viuda, piadosa, rica y sin problemas, iba a ser la salvadora e la ciudad de Betulia. Pero así fue. Enterada de la decisión de los ancianos de entregar la ciudad a los asirios, llama a los jefes y, con la autoridad y valentía de un severo predicador, de un antiguo profeta de Israel o de un sabio judío, les recuerda unas cuantas verdades que ella había aprendido en la historia sagrada de su pueblo y en el contacto directo con Dios a través de la meditación que hacía en la terraza de su casa y que ellos debían tener presente en aquellos momentos difíciles: “Dios tiene poder para protegernos en cualquier momento o para aniquilarnos en presencia de nuestros enemigos. Pero vosotros no exijáis garantías a los designios del Señor. Pidámosle más bien que nos socorra, mientras esperamos confiadamente que nos salve. Además -añade Judit- la rendición de Betulia supondría la conquista por parte de los asirios de toda Judea, la profanación del templo de Jerusalén, la deportación de los compatriotas y la devastación del país.” Y termina su discurso con un supremo impulso de fe: “Demos gracias al Señor nuestro Dios que ha querido probarnos como a nuestros padres”. Es la lección de la historia patriarcal: la desgracia del justo no es un castigo, sino una prueba.
            Toma sus hábitos de penitencia, cubre su cabeza de ceniza, hace penitencia, expone sus planes al Señor y le pide auxilio. La oración es la fuente de su fuerza y valor.
            Confortada con la oración y segura de su éxito, baja de su cuarto, se perfuma y acicala, hace resplandecer de nuevo su antigua belleza y esbeltez, y acompañada de su criada se encamina al campamento asirio para entrevistarse con Holofernes.
            La conversación que sostiene con él, salpicada de frases ambiguas y equívocas, haciendo el elogio de la sagacidad del general asirio es una prueba manifiesta del gran talento femenino. Holofernes se entusiasma y la colma de atenciones.
            Durante un banquete se va a decidir la suerte de Israel y la del ejército asirio y su general. El hecho es conocido y el dramatismo de la acción único. Cuando todos fatigados por el exceso de bebida, se van a dormir, Judit se queda sola con Holofernes, desplomado sobre su lecho y rezumando. Era el momento de actuar. Puesta en pie, junto al lecho ora en su interior, pidiendo ayuda a Dios.
            Avanza hasta la columna del lecho que estaba junto a la cabeza de Holofernes de donde pendía su espada, la toma en sus manos y acercándose al lecho, agarra su cabeza por los cabellos y pronuncia su última oración: “Dame fuerza Dios de Israel, en este momento.” Y dicho esto, con todas sus fuerzas le descarga dos golpes en el cuello y le corta la cabeza. Sale sigilosamente de la tienda y entrega la cabeza a su criada. Esta la mete en la alforja de las provisiones y vuelven tranquilamente a la ciudad.


            El ejército asirio queda consternado a la vista de su general decapitado. Los israelitas pasan rápidamente al contra ataque y derrotan al enemigo.
            Pero el libro de Judit no es un caso de conciencia y muchos menos un libro edificante. Es un libro de tesis: Tesis religiosa y apologética. Sus personajes son más un símbolo que una realidad.


Por Francisco Pellicer Valero

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