ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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viernes, 15 de enero de 2016

LA BIBLIA EN EL QUIJOTE

LA BIBLIA EN EL QUIJOTE



       Miguel de Cervantes fue, no sólo un buen cristiano, sino también un Terciario Franciscano en la Capilla de la Venerable Orden Tercera de San Francisco el Grande de Madrid, como indica la placa colocada en el frontal.
       En su genial novela “El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, nos ofrece ricos testimonios de fe y de conocimiento de la Biblia a través, sobre todo, de los discursos y reflexiones puestos en boca de Don Quijote.

“En aquella dichosa edad
eran todas las
cosas comunes”

Antes del discurso de Don Quijote a los cabreros sobre la edad dorada (Capítulo XI, de la 1ª parte), le pide a Sancho Panza que se siente en el suelo “porque a quien se humilla Dios lo ensalza” (Mt 23, 12).




       En el texto del Discurso, Cervantes recrea bellamente estas escenas de la Sagrada Escritura:
       - La vida de nuestros primeros padres en el paraíso:
“Yahvé plantó un jardín en un lugar del Oriente llamado Edén. Hizo brotar del suelo toda clase de árboles agradables a la vista y buenos para comer... tomó al hombre y lo puso en el Jardín del Edén para que lo cultivara y cuidara” (Gn 2, 8-9.15).

En torno a esta escena del Paraíso, Don Quijote destaca: “las entrañas piadosas de nuestra primera madre que, sin ser forzada, ofrecía por todas las partes de su fértil y espacioso seno lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían”.

       - La vida de la comunidad cristiana primitiva. De la que se dice en Hch 4, 32: “formaban un solo corazón y una sola alma y nadie consideraba como suyo lo que poseía, sino que todo era común entre ellos”.

       Don Quijote dice: “Porque en aquella dichosa y santa edad los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de “tuyo” y “mío”. Eran todas las cosas comunes... todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia”.

       - La verdadera religión: “La religión recta e irreprochable delante de Dios Padre consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en su aflicción” (Carta de Santiago 1, 27).

       Don Quijote afirma que: “Se instituyó la Orden de los Caballeros andantes para defender a las doncellas, amparar a las viudas y a los menesterosos. Desta Orden soy yo, hermanos cabreros”.

“Dios, proveedor de todas las
cosas”



En el capítulo XVIII – 1ª Parte-, en un coloquio largo entre Don Quijote y Sancho, al encontrarse sin llevar en la alforja nada para comer, Don Quijote habla de la providencia de Dios, en la que descubrimos que hace alusión a dos textos del Sermón de la Montaña: “Mirad las aves del cielo, no siembran... y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta” (Mt 6, 25-34). “Para que seáis hijos de vuestro Padre, que hace salir el sol sobre buenos y malos y que llueva sobre justos y pecadores” (Mt 5, 45).

Cervantes recrea bella y franciscanamente estas enseñanzas de Cristo señalando los animales más despreciables:
       “Dios, que es proveedor de todas las cosas, no nos ha de faltar, pues no falta a los mosquitos del aire, ni a los gusanillos de la tierra, ni a los renacuajos del aire. Y es tan piadoso, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y llueve sobre los injustos y justos”.

       En esta cita del Quijote descubrimos que Cervantes conocía muy bien a San Francisco, del que se dice en I Celano 80: “Ardía en vehemente amor por los gusanillos porque había leído que se dijo del Salvador: “Yo soy un gusano, no un hombre” (Salmo 21, 7). Por eso los recogía del camino y los colocaba en lugar seguro”.

La paz evangélica


En el discurso de Don Quijote sobre las armas y las letras (Capítulos 37 y 38, de la 1ª parte), hace un elogio de la paz, “el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida... como los ángeles la dieron en la noche que fue nuestro día: “Gloria sea en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Y la salutación que el mejor Maestro de la tierra y del cielo enseñó a sus allegados y favorecidos, fue decirles que cuando entrasen en alguna casa dijesen: “Paz sea en esta casa”. Y otras muchas veces les dijo: “Mi paz os doy, mi paz os dejo”. Joya que, sin ella, en la tierra ni en el cielo puede haber bien alguno. Esta paz es el verdadero fin de la guerra”.

“De gente bien

nacida es
agradecer los
bienes que recibe”

       Al liberar Don Quijote a los galeotes de sus cadenas (Capítulo XXII, de la 1ª parte), Cervantes parece recrear la curación de los diez leprosos (Lc 17, 11-19), donde sólo uno de los diez “volvió alabando a Dios”.


       A ejemplo de Jesús, que exaltó al leproso que volvió a darle gracias, Don Quijote, llama a los galeotes liberados y les dice: “de gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud”.

Fray Angel Gajate
Fotografía: Mª del Carmen Feliu

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