ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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domingo, 1 de marzo de 2015

LA SANTISIMA TRINIDAD V

NUESTRA SALVACIÓN, OBRA DE LA TRINIDAD





La voluntad salvífica de Dios es universal: Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad “ (1 Tim 2, 4). Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Ez 33, 11; 2 Pe 3, 9).
En la obra de la salvación realizada por Cristo en la cruz, no está Cristo solo; juntamente con El están el Padre y el Espíritu Santo. Cada una de las tres Personas realiza y está presente en la salvación según su modo propio.
En las frases del Nuevo Testamento que enuncian los acontecimientos de la Redención, el sujeto gramatical es, con una frecuencia asombrosa, Dios-Padre. Citemos un ejemplo muy conocido: en los 11 primeros capítulos de la epístola a los Romanos, donde se describe la economía de la salvación, se encuentran hasta 150 referencias al Padre, en un número doble a las menciones de Jesucristo. No es Dios-Padre el que nace, muere y resucita; pero El es el que decide y hace que tengan lugar los actos salvíficos.
I.- LA SALVACION , OBRA DEL PADRE.- Jesús interpretó su vida y su muerte como “obediencia total a la voluntad del Padre”, como adecuación y cumplimiento de su designio de salvación en favor de los hombres.
En los anuncios de su Pasión, Jesús habla del rechazo de Israel y de su entrega a la muerte en la cruz. Y en la Última Cena expresa claramente que la entrega de su vida y el derramamiento de su sangre representan el momento de la realización de la “Nueva y eterna Alianza” de Dios con los hombres. Por tanto, la muerte de Jesús en la cruz significa y expresa el acto sublime y central de la manifestación de la misericordia y solidaridad del Padre con todos los hombres.
Por eso la Iglesia, desde la experiencia de Pentecostés, ha interpretado y comprendido la muerte de Cristo desde el punto de vista de Dios Padre, como el don, la entrega por amor, que hizo el Padre de su Hijo para la salvación de los hombres.
La entrega total que hace el Padre llega hasta el “abandono” de su Hijo en la cruz. En efecto, Dios parece abandonar a su Hijo a su destino infame. Sin embargo, este silencio del Padre sólo esconde temporalmente su paternidad, pues una vez Jesús ha saboreado el cáliz del sufrimiento, poniéndose totalmente en las manos de su Padre, Éste actúa en su favor resucitándolo de la muerte.
La Resurrección de Jesús es el testimonio por parte de Dios, de la verdad de la misión de Jesús, el sello irrefutable de que el Padre está con Él, la certificación de que su Persona, vida, predicación y obra, son verdaderamente la manifestación de la obra salvadora que el Padre ha llevado a cabo en su Hijo.
II .- LA SALVACION, OBRA DEL HIJO.- En la parábola del buen Pastor afirma Jesús : “Nadie me quita la vida, sino que la ofrezco Yo mismo, porque  tengo  el  poder  de  ofrecerla  y  el  poder  de recobrarla de nuevo. Este mandato he recibido del Padre“  (Jn 10, 18). Es decir, la Pascua representa el testimonio y la realización de la extrema libertad de Jesús. Su muerte en la cruz ha sido escogida libre y conscientemente. La opción de enfrentarse con el destino trágico de la muerte, es expresión por parte de Jesús de la extrema coherencia con su misión mesiánica.
La entrega de Jesús está determinada por su “fidelidad al Padre” y por su amor a los hombres (Jn 13, 1). Fidelidad al Padre, porque hace suyo, libremente, su designio de salvación; porque continúa anunciando y haciendo presente a Dios, Padre y liberador, que le ha enviado, aun cuando sea consciente de que esa pretensión puede costarle la vida. Amor a los hombres, que le empuja a arriesgar su propia vida para liberarles y otorgarles la dignidad y condición de hijos, comunicándoles la misma vida que el Padre le ha entregado a Él. La muerte de Jesús es, por consiguiente, la experiencia límite de su condición de Hijo, de su libertad, de su solidaridad con los hombres.
III.- LA SALVACIÓN, OBRA DEL ESPÍRITU SANTO.- La constante y determinante presencia del Espíritu en la vida y ministerio público de Jesús, es también decisiva en el acontecimiento de la Pascua. Pablo afirma que Jesús es constituido Hijo de Dios, con poder según el Espíritu de santificación desde su  Resurrección de los muertos (Rom 1,4).
Al constituir a Jesús como Hijo suyo con poder en la Pascua, el Padre le comunica su Espíritu, es decir, su misma vida en plenitud. Pero también en el Hijo está muy presente la obra del Espíritu Santo, no sólo porque Jesús se ofrece al Padre como víctima en la cruz por virtud de un “Espíritu Eterno" (Heb 9, 14), sino también, porque una vez recibida la plenitud del Espíritu en la Resurrección, Él lo derrama a su vez sobre toda la humanidad. El Espíritu Santo, prometido a través de los profetas para los últimos tiempos a toda la comunidad mesiánica, se derrama a través del Hijo crucificado y resucitado.
La salvación realizada en la Pascua de Cristo es, con toda claridad, obra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es obra de la Trinidad Una, tanto como de cada una de las tres divinas Personas.
Por Francisco Pellicer Valero





1.- Rovira Belloso: El horizonte salvífico de la Trinidad. Tratado de Dios Uno y Trino o.c.págs.523-524.
2.- José Mª Bover: Comentario Ef.1,3-14.Las Epístolas de S. Pablo. Barcelona, 1940, págs. 197-201.
3.- J.L.Illanes Maestre: La Iglesia, fruto de la acción salvadora trinitaria.G.E.R.Vol.12 págs.410 s.s.
4.- Olegario González de Cardenal: El plan divino de salvación:Ef.1,3-14. Cristología. Ed.B.A.C.Madrid 2001 págs.510-515.
5.- Gabriel Pérez Rodríguez: El plan salvador de Dios. Com. Efesios. La Casa de la Biblia. Ed.Verbo Divino.Estella 1995,págs.525-527.


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