ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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domingo, 8 de marzo de 2015

LA SANTISIMA TRINIDAD VI

LA TRINIDAD EN SÍ MISMA




La Iglesia católica ha enseñado siempre que la Trinidad de Personas en Dios, es un misterio estrictamente sobrenatural, que el mismo Dios se ha dignado revelar a los hombres por medio de Cristo, de modo que la razón humana, jamás hubiera podido descubrirlo por sí misma, independientemente de la divina revelación. Tal como podemos vislumbrar este misterio a través de los datos que nos proporciona la divina revelación, el misterio insondable de la vida íntima de Dios, se verifica del siguiente modo: (1).
El Padre, contemplándose a sí mismo desde toda la eternidad, forma o engendra una Idea infinita que le representa y expresa totalmente. Es como su Verbo mental, una especie de Palabra substancial y viviente en la cual se dice y expresa todo entero. Viendo este Verbo, Imagen perfectísima de sí mismo reflejada en el espejo limpísimo de la esencia divina, el Padre le ama con un amor sin límites.Y el Verbo, que es la Luz del Padre, su Pensamiento, su Gloria, su Hermosura, el Esplendor de todas sus perfecciones infinitas, devuelve a su Padre un amor semejante, igualmente eterno e infinito. Y, al encontrarse la corriente impetuosa de amor que brota del Padre con la que brota del Hijo, salta – por decirlo así- un torrente de llamas, que es el Espíritu Santo: Amor único, aunque es mutuo, viviente y subsistente; abrazo, vínculo, beso inefable, que consume al Padre y al Hijo en la unidad del Espíritu Santo (2).
Esta verdad de Dios, Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, dogma fundamental de la fe cristiana,(3) lo resumía así Pablo VI en una profesión de fe promulgada en 1968:
“Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Creemos que este Dios único es absolutamente uno en su esencia infinitamente santa, al igual que en todas sus perfecciones, en su omnipotencia, en su ciencia infinita, en su providencia, en su voluntad y en su amor... Los lazos mutuos que constituyen eternamente las Tres Personas, siendo cada una el sólo y el mismo ser divino, son la bienaventurada vida íntima de Dios tres veces Santo, infinitamente superior a lo que podemos concebir con la capacidad humana... Creemos, pues, en el Padre que engendra al Hijo desde la eternidad; en el Hijo, Verbo de Dios, que es eternamente engendrado; en el Espíritu Santo, Persona increada, que procede del Padre y del Hijo como eterno amor de ellos. De este modo, en las Tres Personas divinas, coeternas y coiguales entre sí, sobreabundan y se consumen en la eminencia y la gloria, propias del Ser increado, la vida y la bienaventuranza de Dios perfectamente Uno, y siempre se debe venerar la Unidad en la Trinidad y la Trinidad en la Unidad” (4).
La relación mutua que los diferencia es: generación activa en el Padre, generación pasiva en el Hijo por vía de conocimiento, y procedencia de ambos en el Espíritu por vía de amor. Fuera de esto el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo  son  perfectamente idénticos.  Por  tanto, toda acción de la Divinidad hacia fuera (creación, conservación, salvación, glorificación), es común a las tres Divinas Personas. Incluso la Encarnación es “obra de los tres”, aunque termine en la asunción de la naturaleza humana por la persona del Hijo, y no se encarnen ni el Padre ni el Espíritu Santo.
Por tanto, si alguna de esas acciones “ad extra” (hacia fuera) es atribuida en las fuentes de la Revelación a una u otra Persona, no es que las produzca esa concreta Persona exclusivamente; se trata de lo que en lenguaje teológico se llama “Apropiación” a Ella, sobre la base de la especial relación que tenga con la propiedad constitutiva de cada Persona.
En otras palabras, aunque comunes a las tres Divinas Personas, las obras divinas que más directamente manifiestan la omnipotencia de Dios, por la afinidad de este atributo con la relación de la paternidad, se apropian al Padre; las que manifiestan la sabiduría infinita de Dios, al Hijo Verbo increado; y las que reflejan el amor inmenso de Dios al hombre se apropian muy justamente al Espíritu Santo, Amor increado y perpetuo del Padre al Hijo y del Hijo al Padre (5).

Por Francisco Pellicer Valero


(1) A. Royo Marín: La Trinidad en sí misma. Alabanza a la Santísima Trinidad. Ed. B.A.C. Madrid 1999,págs.13-24  J. Mª Rovira  Belloso: Las Personas Divinas. Tratado de Dios Uno y Trino, o.c. págs. 636-638.
(2) Royo Marín: Teología de la Caridad,pág.12.
(3) Catecismo de la Iglesia Católica. El dogma de la Santísima Trinidad,o.c.págs.63-67.
(4) A.A.S. 60,1968, págs.436-437.
(5) Muñoz Iglesias: Lo común y lo propio de las Personas divinas; El Espíritu Santo,o.c.págs.29-32.


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