ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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jueves, 7 de junio de 2012

MORAL FUNDAMENTAL Y ESPECIAL (2)

Por José M" Catret Suay



    


Como ya hemos visto muchas veces, Santo Tomás de Aquino afirmó que TODAS las acciones humanas son calificables moralmente; no hay actos "neutros" (como algunos opinaban). Todos los actos tienen un fin y hay que descubrirlo en cada caso; pero puede ser que el fin que persiga el hombre en su acto no sea correcto. ¿Cuál es el fin correcto? Aquí interviene la Moral fundamental que, al menos los cristianos, respetamos, y dice el Concilio Vaticano I que "el mundo ha sido creado para la gloria de Dios"; Dios es el fin último del hombre (como es también su principio). Y Dios quiere la felicidad del hombre; no es un dios egoísta que solo le importa su gloria, la gloria de Dios es la del propio hombre, a quien ama y quiere que libremente escoja el amor de Dios. Toda la revelación de Dios, sus Mandamientos, tienden a ese fin: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.
Por tanto las acciones humanas serán moralmente buenas si van encaminadas al fin último del hombre, que es Dios. Y serán malas si le alejan de él. Hay otras corrientes filosóficas, antes aludidas, que no comparten esta idea. Por tanto, si no creen en Dios, en una Ley natural, en su revelación, han de creer en otros fundamentos éticos, como la convivencia pacífica, el respeto a la naturaleza, la paz, el orden. Todo eso lo contempla también nuestra Moral fundamental cristiana, y algo más. Pongo solo un ejemplo: si un mandamiento de la ley de los hombres condena el homicidio, o el adulterio o la poligamia, la ley de Dios, concretada por Cristo, nos dice que el insulto al prójimo es malo, como lo es el desear a la mujer del prójimo, el adulterio de pensamiento, etc. Va más allá y busca la raíz del mal, no solo la superficie. Más vale prevenir que curar, dice el refrán. La ética civil es, pues, una ética "de mínimos"
El no reconocer ese fin último del hombre de que hemos hablado, conduce al "relativismo" que tan malas consecuencias está trayendo a la humanidad.
Las acciones humanas, para ser consideradas como tales, y juzgadas desde la Moral, han de ser libres y conscientes. Es decir, con pleno conocimiento de lo que se hace y voluntariamente. La IGNORANCIA puede ser "vencible", si se pueden poner los medios para superarla pero no se ponen, y la "invencible", cuando no tiene remedio. Esta última quita la responsabilidad del acto, la "vencible" disminuye la responsabilidad.. Es como se estudia en Derecho: condiciones eximentes y atenuantes de la responsabilidad.
La LIBERTAD de un acto puede estar disminuida e incluso anulada por diversas circunstancias. Puede estar un hombre constreñido a hacer algo por una violencia que él no puede resistir, lo cual anula la responsabilidad. Claro que hay hombres que tienen una resistencia mayor que otros: pensemos en las persecuciones de los cristianos y las coacciones para renegar de Cristo; puede que alguno tenga valor para resistirse y llegar a ser mártir, y otros, no. Solo Dios puede juzgar el interior de cada hombre. El miedo es algo que se puede o no controlar.
Aparte de las condiciones de cada hombre y de su intencionalidad, los actos humanos pueden ser catalogados como OBJETIVAMENTE buenos o malos, al menos desde nuestro punto de vista de la Moral cristiana, pues hay quien niega que existan principios o fundamentos de la Moral. Solemos distinguir claramente que un acto de caridad o beneficencia es bueno, que una lesión al prójimo es mala, que un insulto, una blasfemia, lo son también, etc. Pero aparte del objeto hay que pensar también en el FIN que se persigue, pues una acción objetivamente buena puede convertirse en mala por el fin perseguido, por ejemplo, ayudar económicamente a otro para que nos alabe, o a sabiendas que va a comprar droga o a emborracharse. Ahora bien una acción en sí mismo mala no puede justificarse por el fin bueno que se pretenda. El fin no justifica los medios.
Como ha sostenido siempre nuestra Iglesia católica, y muy llanamente en la encíclica "Veritatis splendor", de Juan Pablo II, y se recoge en el Catecismo, para juzgar de la moralidad de un acto hay que aunar, integrar, esa triple fuente de la moralidad: bondad del acto en sí mismo, el fin que se persigue y las circunstancias del sujeto. Cosa no fácil siempre, pero Dios no se engaña.
Otro tema que trata la llamada Moral Fundamental es el de la CONCIENCIA, del cual ya hemos hablado en ocasiones anteriores. (Recordemos dos charlas sobre Objeciones de Conciencia). De la conciencia (C) se ha escrito mucho. Orígenes, uno de los primeros grandes padres de la Iglesia (s. II) dijo que la C. era "el alma del alma". Otros han dicho que es "la quintaesencia de la persona", "su núcleo más íntimo", "el santuario de Dios", donde Dios habla al hombre, etc. De su importancia se deducen frases como "es una persona de conciencia", o bien "tiene mala conciencia", o "no tiene conciencia", pues todos damos por hecho que el hombre tiene esa voz interior, que no se la ha inventado él, como algunas teorías pretenden, sino que la C. "viene ya de fábrica". Más frases hechas: "exijo que se respete mi conciencia"; "eso no me lo permite mi conciencia". Las grandes Declaraciones de Derechos Humanos reconocen siempre la "libertad de conciencia" y de ahí nacen, como ya vimos, las objeciones de C.
(Continuará)

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