ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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domingo, 23 de octubre de 2011

LOS SIETE DOMINGOS DE SAN JOSÉ




TERCER DOMINGO

 




         Todos los santos suelen conocerse porque tienen una cualidad característica. Así, la austeridad y milagros en S. Vicente Ferrer; la pobreza en S. Francisco de Asís, o la coherencia e integridad asombrosas de Tomás Moro, que le llevó al martirio sin retroceder ante nada y que -cosa admirable, al tomar conciencia del honor de Dios del que se sintió custodio al ser nombrado obispo de Canterbury por un capricho del rey- cambió una vida cómoda y pecadora por una actitud de responsabilidad y de coherencia que le llevó a aceptar el martirio por ese honor de Dios a manos de los sicarios del rey de Inglaterra.
Dios providente quiso que Jesús naciera en el seno de una familia verdadera. San José fue, no un protector de María, sino su esposo. Procede que recordemos cómo los judíos, en el matrimonio, distinguían dos actos esenciales: los esponsales y las nupcias. Los primeros ya constituían un verdadero matrimonio, que la costumnare fijaba con el plazo de un año. Fue en ese intervalo cuando la Virgen recibió la visita del Ángel y Jesús se encarnó en su seno; a San José le fue revelado en sueños el misterio obrado y se le pidió que aceptara a María como esposa en su casa. "Despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer" (Mt 1, 24). Y la tomó junto con el Hijo, demostrando su disponibilidad voluntaria en orden a lo que Dios le pedía por conducto de su mensajero, colmo señala Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica "Redemptoris custos". Hay que recordar también que, aunque la unión matrimonial comportaba los derechos recíprocos en orden a la generación, María y José, de mutuo acuerdo, habían renunciado a su ejercicio, como señala San Agustín.
           Sto. Tomás enumera las varias razones por las que convenía que la Virgen estuviera casada con José en matrimonio: Para evitar la infamia de cara a vecinos y parientes; para que Jesús viviera en el seno de una familia y fuera tratado como legítimo, y para que Madre e Hijo encontraran apoyo y ayuda en José; para que fuera oculta al diablo la llegada del Mesías; para que en la Virgen fueran honrados a la vez el matrimonio y la virginidad. Juan Pablo II, en su Exhortación Apostólica "Familiaris consortio", destaca el amor puro e intenso de María a su esposo, y sostiene que en María y José tienen los esposos el ejemplo acabado de lo que deben ser el amor y la delicadeza. Procede asimismo destacar que no es probable que San José fuera mucho mayor que la Virgen, ya que la pureza nace del amor y, para el amor limpio, no son obstáculo la robustez y la alegría de la juventud.
Dentro del entorno de todas estas maravillas, recordar cómo se nombra a San José como padre en repetidas ocasiones, y cómo Jesús fue hijo auténtico: "Bajó con ellos a Nazaret y les estaba sujeto" (Le 2, 51).
En síntesis: por voluntad divina, Jesús fue concebido milagrosamente por el Espíritu Santo naciendo virginalmente para María y José, porque Dios quería que naciera en el seno de una familia y estuviera sometido a un padre y a una madre y cuidado por ellos. Fue un hijo ejemplar, pues "les estaba sujeto..." en todo.
Y a su vez, San José amó y cuidó a Jesús como a su hijo consagrándole sus fuerzas, su tiempo, sus inquietudes y cuidados.


Por Francisco Pellicer Valero





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