ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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sábado, 14 de noviembre de 2015

HECHOS DE LOS APOSTOLES (IV)

HECHOS DE LOS APOSTOLES (IV)



Saulo de Tarso

         El capítulo 9, versículos 1-30, del libro de los Hechos narra la conversión de san Pablo y sus primeros pasos y contactos con los apóstoles. Antes de entrar en los sucesivos capítulos de Hechos, vamos a adelantar algunos datos del nacimiento, educación y ambiente que vivió Saulo hasta su adolescencia, tomados de la carta a los Filipenses y de breves pasajes de los Hechos que, unidos a la investigación de los autores, nos permiten fijar hechos y datos fiables.

Nacimiento y familia


         1. Saulo nace en Tarso de Cilicia 4 ó 5 años después que Jesús, según los expertos, y sin que podamos contar con datos más precisos o exactos.
         Nace en el seno de una familia judía de la tribu de Benjamín, y él mismo nos hace un breve autorretrato en su carta a los Filipenses: "Circuncidado el octavo día; del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; y si se trata de intolerancia, fui perseguidor de la Iglesia. Y si de la rectitud que proclama la ley, era intachable".
         La carta a los Filipenses suele fijarse en el año 63 y en Roma. Aproximadamente 29 años después de la conversión de Pablo que viene a situarse en el año 34. Cumple aquí señalar algo que siempre me ha llamado la atención: el hecho de que Pablo hable de sí mismo y de sus actitudes morales, cuando era fariseo y

en especial cuando afirma que era "intachable" en cuanto a la rectitud que proclama la ley; siempre he pensado que,
cuando el apóstol hacía semejante afirmación, ya había sido probado por Dios y vivía inmerso en la santidad y en la gracia sobrenatural y, por ello, esa calificación de "intachable" me resulta siempre escalofriante por su tono de seguridad y porque me parece un fiel reflejo de la verdadera situación objetiva de Pablo en cuanto a ese cumplimiento de la ley, en forma totalmente ajena a cualquier atisbo de orgullo o de vanidad.
         Quizá esta última apunta en el tono que emplea al informar de su ciudad, aquí y en otro pasaje, aunque semejante tono era natural si tenemos en cuenta la mentalidad de la época y el sentimiento de vinculación a la ciudad de nacimiento que cualquier ciudadano de entonces tenía, sobre todo en ciudades de estilo griego.

La ciudad natal


         2. Digamos unas palabras sobre la ciudad de Tarso, bajo diversas perspectivas.
         Ubicada cerca de la desembocadura del río Cidno y a la sombra del Monte Tauro, era un enclave geográfico importante y punto de confluencia de las corrientes comerciales provenientes de oriente y occidente. Por la parte noroccidental, el desfiladero conocido como las "Puertas de Cilicia", pavorosamente escarpado y difícil, era el único camino practicable entre abismos impresionantes para comunicar la altiplanicie

de Asia Menor con la ciudad y asimismo el camino seguido por todos los conquistadores desde el propio Alejandro. En definitiva, era el camino de acceso para cualquier conquistador y la ruta de comunicación de la civilización grecorromana y occidental. Por la parte oriental, en las montañas de Amano, estaban las "Puertas de Siria", camino para las caravanas procedentes del mundo oriental y puerta de la civilización babilónica.
         En el plano social, era centro de confluencia de rutas y caravanas comerciales que unían Asia con Europa a través de la ciudad, como punto neurálgico. Llegaban la seda, las perlas, los perfumes de oriente, los tejidos exóticos procedentes incluso de China, y las especias que nutrían la mesa de los emperadores y de los ricos.
         De Tarso salían los productos de Grecia, las cerámicas, los objetos artísticos, joyas, orfebrerías, púrpuras y colores, armas, vinos, etc..
         La ciudad en si misma era un inmenso mercado que abarcaba cualquier gama imaginable: joyas, objetos, productos exóticos, animales y esclavos
         Por ello la ciudad era también un conglomerado de razas, lenguas y creencias, una Babel de trescientos mil habitantes: había allí sirios, israelitas, griegos, romanos, egipcios, persas o indios. Se puede sostener sin riesgo de engaño que, en Tarso, se podía ver cualquier individuo o raza del imperio romano.
         En el plano religioso, estaban presentes en consecuencia todas las religiones del Imperio: los cultos orientales, sirios y caldeos, hebreos, egipcios, griegos y romanos, con numerosos templos de cada culto. Con el paso de los años y a partir de Augusto, se institucionalizó, además, el culto a los emperadores.
         Tenían especial importancia los cultos de las diosas paganas Cibeles y Artemisa, una de cuyas manifestaciones era la prostitución sagrada que se ejercía en el ámbito de los propios templos, servida por numerosas cortesanas-sacerdotisas. Este culto estaba extendido por todas las ciudades griegas y del Medio Oriente. Era célebre el templo de Artemisa en la ciudad de Efeso y asimismo es fama que en la cima del monte Acrocorinto, a cuyo pie se extendía Corinto, existía un templo servido por más de mil cortesanas.
         Por supuesto también estaba presente el judaísmo y había no pocas sinagogas en la ciudad, pues la comunidad judía era numerosa y antigua, aunque hablaremos de ello más adelante.
         Finalmente es de destacar que Tarso era ciudad de índole universitaria, dotada de numerosas escuelas para toda clase de estudios, consecuencia de su indudable envergadura censitaria y su riqueza derivada de su enclave privilegiado y que la hacía equiparable a Atenas, Alejandría u otras ciudades. Cuenta el historiador Estrabón que Tarso tenía escuelas para todas las ramas de las artes liberales; asimismo pondera lo elevado de su población y su preponderancia sobre las ciudades de su entorno. Y tuvo hijos ilustres como el poeta Arato (s. III a. C.) o Atenodoro, filósofo estoico y preceptor de Augusto, del que nos habla Séneca.

Familia y profesión


         3. Son numerosos los que opinan que Pablo pertenecía a una familia en buena posición económica y, al parecer, tejedores de profesión. Tarso era célebre por la industria de fabricación de "cilicio", una tela fuerte a base de pelo de cabras que se utilizaba para las tiendas, en unos tiempos y unas tierras en que el nomadismo y el pastoreo estaban fuertemente implantados. Numerosos estudiosos coinciden en atribuir a Pablo y a su familia esa profesión de tejedores de "cilicio" y fabricantes de tiendas, aprendida por el adolescente apóstol en el taller familiar y que usó para su mantenimiento durante sus numerosos viajes de predicación, como lo acreditan diversos pasajes neotestamentarios y, en especial, el de Hech 18, 2-3, cuando se emplea con Áquila y Priscila, de su misma profesión, es decir "fabricantes de lona", habiendo autores que traducen por "fabricantes de tiendas". En cualquier caso, parece haber un consenso bastante claro en cuanto que la profesión de Pablo, el oficio manual que aprendió en el seno de su familia, era la de tejedor de cilicio y, por extensión, la de fabricante de tiendas...

Educación


         4. Pablo recibió una doble educación: griega y judía. La primera le viene por la influencia de la gran ciudad de su nacimiento, próspera, comercial, cosmopolita y pagana. En los años de su niñez y adolescencia, su mente y su alma captan y absorben la diversidad de razas, culturas y caracteres; es fácil seguir con la imaginación las correrías de aquel niño Saulo por las calles, avenidas y dársenas del puerto en el río Cidno que atravesaba la ciudad y era navegable, formando un abrigo magnífico para las embarcaciones, análogo al río Orontes en la ciudad de Antioquía. Sus ojos se empaparon de gentes y ropajes variopintas y coloristas; sus oídos se acostumbraron a la variedad de lenguas en las zonas portuarias como una música familiar y entrañable; sus paseos por las arboledas cercanas al río debieron familiarizarle con los sofistas, sus parlamentos y discusiones y también su estilo; él mismo personificó ese milagro de las criaturas bilingües que asimilan en la infancia dos idiomas y los conservan de por vida: junto a su propia lengua familiar hebrea, Saulo absorbe el griego popular o "koiné", que llega a dominar hasta el extremo de pensar y escribir luego en esa lengua universalizada como vehículo común de comunicación en todo el imperio romano. No se tiene la seguridad de que Saulo estudiase la filosofía griega, pero sin duda alguna estaba familiarizado con ella a juzgar por las imágenes que, a veces, emplea en sus cartas; y, con absoluta seguridad, su educación y mentalidad hebreas, pendientes del Dios trascendente, del Dios único, debieron ser una perspectiva invalorable para enfocar, profundizar y juzgar el paganismo y sus idolatrías. Junto a ello, el ambiente universitario, los juegos del circo, el aroma de la aventura venido del mar omnipresente, enriquecen profundamente aquella personalidad viva, feroz, inquieta, atrevida y combativa que fue San Pablo que debió ser todo menos un muchacho dócil y maleable. Saulo era una esponja inagotable que lo absorbía todo: luz, colores, gentes, ropajes, lenguajes, cultos extraños y condenables, vicios y virtudes, sentido de la libertad, afán de aventuras, capacidad de lucha, disciplina, tenacidad, respeto a la autoridad, orgullo de raza y de ciudadanía (como luego veremos), y una formación familiar y religiosa, todo lo cual conforma un proceso de maduración y prepara una de las personalidades más gigantescas de toda la historia humana.

Por Erreuve

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