ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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domingo, 12 de julio de 2015

EL ESPIRITU SANTO IX


LA CONFIRMACION


I.-¿LA CONFIRMACIÓN, SACRAMENTO?.-
No es fácil definir lo específico de este sacramento y distinguir sus efectos de los del Bautismo. Cuando se llama a la Confirmación el sacramento del Espíritu, se corre el peligro de olvidar que ya el Bautismo sumerge al creyente en el Espíritu. Cuando se dice que el Bautismo es el sacramento de la incorporación a Cristo mientras que la Confirmación es el de la integración de la Iglesia, no se tiene en cuenta que la Iglesia misma es el Cuerpo de Cristo al que los fieles quedan unidos en el Bautismo; que la comunión en Cristo y la integración en la Iglesia se consiguen en una misma acción.(1).

Parece deducirse que la Confirmación no añade nada nuevo, sino que lo confirma todo: su gracia es la del Bautismo, pero en su dinamismo desplegado. No obstante, la gracia de este sacramento difiere de la del Bautismo, de la misma manera que el adulto difiere del niño. El Espíritu de la Confirmación hace pensar en un estado receptivo, propio de la infancia, al de la oblación, en que el fiel comparte la responsabilidad de Cristo hacia la Iglesia y la humanidad. El Espíritu refuerza la pertenencia a la Iglesia para hacer compartir las responsabilidades de la comunidad; habilita a los fieles para que puedan recibir ministerios. La imposición de manos y el don del Espíritu tienen este sentido en los Hechos de los Apóstoles.(2)




II.-EL CONCILIO DE TRENTO.-
A pesar de que tanto Lutero como Calvino negaron que la Confirmación fuera sacramento porque Jesucristo no hablaba de ella en los Evangelios, el Concilio de Trento definió que la Confirmación era verdadero y propio sacramento, que había sido instituido por Jesucristo, que confiere la gracia que significa y que imprime carácter. El ministro ordinario de este sacramento es solo el Obispo y no un sacerdote.(3).

III.-SU FUNDAMENTO.-
Su fundamento principal en el Nuevo Testamento se encuentra en dos textos de los Hechos de los Apóstoles que atribuyen explícitamente el don del Espíritu Santo a una imposición de las manos por parte de los Apóstoles, recibida después del Bautismo: Hch 814-17 y 19,6, a los que se puede añadir Hbr 6,4 y sin duda Gal 4,6 (4).

IV.- ADMINISTRACIÓN DE ESTE SACRAMENTO.-
El sacramento de la Confirmación debe administrarse por la imposición de la mano, juntamente con la unción del crisma en la frente y por las palabras prescritas por la Iglesia. El crisma es una mezcla de aceite y bálsamo que ha sido consagrado por un Obispo. La forma del sacramento son las palabras que pronuncia el ministro: ”Recibe la señal del don del Espíritu Santo”.(5).




V.-SUS EFECTOS.-
 De la celebración se deduce que el efecto de este sacramento es la efusión plena del Espíritu Santo, como fué concedido en otro tiempo a los apóstoles el día de Pentecostés.
Por este hecho, la Confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia Bautismal:
- Nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir Abba, Padre (Rom 8,15).
- Nos une más firmemente a Cristo.
- Aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo.
- Hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia.
- Nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la Cruz.

VI.- MARCADOS POR EL ESPIRITU.-
Por el sacramento de la Confirmación, el bautizado es “marcado”, como Cristo en el Jordán, por este sello Santo e indeleble que es el Espíritu Santo. Este sello del Espíritu Santo marca la pertenencia total a Cristo, el estar a su servicio siempre, pero indica también la promesa de la protección divina en la gran prueba escatológica.(7).



(1)     Durrwell: El Espíritu Santo en la Iglesia. Ed. Sígueme. Salamanca, 1990, pág. 121.
(2)     Sebastián Fuster: La Confirmación como sacramento del Espíritu. El Espíritu Santo. Ed. Edibesa. Madrid, 1998, págs.53 s.s.
(3)     A.J.Miralles: El concilio de Trento. G.E.R. Ed. Rialp. Madrid, 1972, vol.VI, pág.225
(4)     Alfred Wikenhauser: El Espíritu Santo en los Hechos. Los Hechos de los Apóstoles. Ed. Herder. Barcelona, 1973 págs 146 s.s.
(5)     A.J. Miralles: o.c. pags. 225 s.
Muñoz Iglesias: El Espíritu Santo y los Sacramentos. El Espíritu Santo. Ed. Espiritualidad. Madrid 1998, págs. 155 s.s.
(6)     C.I.C., o.c. págs. 301-302.

(7)     Comité Jubileo 2000. El Espíritu del Señor. B.A.C. Madrid, 1997, pág. 119. 



Por Francisco Pellicer Valero


 Fotografía: Mª del Carmen Feliu Aguilella

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