ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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viernes, 22 de febrero de 2013

"ECCE SACERDOS MAGNUS"





LA CÁTEDRA DEL APÓSTOL SAN PEDRO




PRIMERA LECTURA

Del libro de los Hechos de los apóstoles 11, 1-18

Pedro explica la conversión de los gentiles
En aquellos días, los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro subió a Jerusalén, los partidarios de la circuncisión le reprocharon:

«Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos».

Pedro entonces se puso a exponerles los hechos por su orden:

«Estaba yo orando en la ciudad de Jafa, cuando tuve en éxtasis una visión: Algo que bajaba, una especie de toldo grande, cogido de los cuatro picos, que se descolgaba del cielo hasta donde yo estaba. Miré dentro y vi cuadrúpedos, fieras, reptiles y pájaros.

Luego oí una voz que me decía:

"Anda, Pedro, mata y come".

Yo respondí:

"Ni pensarlo, Señor; jamás ha entrado en mi boca nada profano o impuro".

La voz del cielo habló de nuevo:

"Lo que Dios ha declarado puro, no lo llames tú profano".

Esto se repitió tres veces, y de un tirón lo subieron todo al cielo.

En aquel preciso momento se presentaron en la casa donde estábamos tres hombres que venían de Cesarea con un recado para mí. El Espíritu me dijo que me fuera con ellos sin más. Me acompañaron estos seis hermanos, y entramos en casa de aquel hombre.


El nos contó que había visto en su casa al ángel que, en pie, le decía:



"Manda recado a Jafa e invita a Simón Pedro a que venga; lo que te diga te traerá la salvación a ti y a tu familia".

En cuanto empecé a hablar, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, igual que había bajado sobre nosotros al principio; me acordé de lo que había dicho el Señor:

"Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo".

Pues, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que


a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?».



Con esto se calmaron y alabaron a Dios, diciendo: «También a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida».






SEGUNDA LECTURA






San León Magno, Sermón 4 en el aniversario de su consagración episcopal (2-3: PL 54, 149-151)
La Iglesia de Cristo se levanta
sobre la firmeza de la fe de Pedro

De todos se elige a Pedro, a quien se pone al frente de la misión universal de la Iglesia, de todos los apóstoles y de todos los Padres de la Iglesia; y, aunque en el pueblo de Dios hay muchos sacerdotes y muchos pastores, a todos los gobierna Pedro, aunque todos son regidos eminentemente por Cristo. La bondad divina ha concedido a este hombre una excelsa y admirable participación de su poder, y todo lo que tienen de común con Pedro los otros jerarcas, les es concedido por medio de Pedro.

El Señor pregunta a sus apóstoles qué es lo que los hombres opinan de él, y en tanto coinciden sus respuestas en cuanto reflejan la ambigüedad de la ignorancia humana.

Pero, cuando urge qué es lo que piensan los mismos 1 discípulos, es el primero en confesar al Señor aquel que es primero en la dignidad apostólica. A las palabras de Pedro:


Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, le responde el Señor: ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.



Es decir: «Eres verdaderamente dichoso porque es mi Padre quien te lo ha revelado; la humana opinión no te ha inducido a error, sino que la revelación del cielo te ha iluminado, y no ha sido nadie de carne y hueso, sino que te lo ha enseñado aquel de quien soy el Hijo único».

Y añade: Ahora te digo

yo, esto es: «Del mismo modo que mi Padre te ha revelado mi divinidad, igualmente yo ahora te doy a conocer tu dignidad: Tú eres Pedro: yo, que soy la piedra inviolable, la piedra angular que ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, yo, que soy el fundamento, fuera del cual nadie puede edificar, te digo .a ti, Pedro, que eres también piedra, porque serás fortalecido por mi poder de tal forma que lo que me pertenece por propio poder sea común a ambos por tu participación conmigo».



Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
«Sobre esta fortaleza –quiere decir– construiré el templo eterno y la sublimidad de mi Iglesia, que alcanzará el cielo y se levantará sobre la firmeza de la fe de Pedro».

El poder del infierno no podrá con esta profesión de fe ni la encadenarán los lazos de la muerte, pues estas palabras son palabras de vida. Y, del mismo modo que lleva al cielo a los confesores de la fe, igualmente arroja al infierno a los que la niegan.

Por esto dice al bienaventurado Pedro: Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.
La prerrogativa de este poder se comunica también a los otros apóstoles y se transmite a todos los obispos de la Iglesia, pero no en vano se encomienda a uno lo que se ordena a todos; de una forma especial se otorga esto a Pedro, porque la figura de Pedro se pone al frente de todos los pastores de la Iglesia.

EVANGELIO:
Mt 16, 13-19 HOMILÍA

San Odón de Cluny, Sermón 1 (PL 133, 712-713)
La firmeza que Cristo otorga a Pedro,
la confiere a los demás apóstoles

El beatísimo Pedro, príncipe del colegio apostólico, por ser el primero que confesó al Señor, fue constituido piedra de la Iglesia y custodio de las llaves del reino. Se le impone el nombre por su profesión de fe; se le confiere el título en razón del poder otorgado, cuando mereció escu
char de labios del Señor:


Y yo te digo, es decir, como el Padre te ha revelado mi divinidad, así yo doy a conocer tu excelencia, porque tú eres Pedro, mientras que yo soy la piedra inamovible, la piedra angular, que he hecho de los dos pueblos una sola cosa. Yo soy el cimiento fuera del cual nadie puede colocar otro, pero tú también eres piedra, porque te apoyas en mi fortaleza, de modo que los poderes que me son propios, los comparto contigo por participación. Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Sobre esta roca —dice—levantaré un templo para la eternidad y de esta firmeza de fe se alzará hacia el cielo la sublimidad de mi Iglesia.

Contra esta confesión nada podrán los poderes del infierno ni las cadenas de la muerte la amordazarán. Esta voz es voz de vida y así como eleva hasta el cielo a sus confesores, arroja al infierno a sus negadores. Por eso se le dice al beatísimo Pedro: Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.



¡Oh inestimable e inmensa bondad! Que un hombre todavía en la tierra tenga poder sobre los cielos. Mirad, desde ahora y a una indicación de Pedro, se abren las puertas del reino de Dios. El recibió de Cristo las llaves del reino del cielo. ¡Oh qué remedio tan eficaz y tan al alcance de la mano! El mundo tiene a su alcance el reino de Dios, con sólo recurrir a Pedro. Puso a Pedro, el portero del cielo, para que le representara en la tierra, a fin de que a nadie le resultara difícil el acceso al cielo.




Estos poderes pasaron, es verdad, a los demás apóstoles y la institución de este decreto se fue transmitiendo más tarde a los sucesivos jefes de la Iglesia. Y sin embargo, no sin motivo se confía a uno, lo que a todos iba destinado. Se le confía singularmente a Pedro, porque la conducta de Pedro es presentada como modelo a todos los responsables de la Iglesia.

Inminente ya la pasión, y sabiendo el Señor que la constancia de los discípulos iba a ser sometida a dura prueba, le dijo a Pedro: Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos. El riesgo de ser tentados de cobardía era igualmente compartido por todos los apóstoles y todos necesitaban por igual de la protección divina; y sin embargo el Señor asume especialmente el cuidado de Pedro y pide concretamente por la fe de Pedro, como si la situación de los demás estuviera asegurada, mientras permaneciera invicto el ánimo del príncipe de los apóstoles.



En Pedro se fortalece la constancia de los demás, y la economía de la gracia divina se dispone de manera que, la firmeza que Cristo confiere a Pedro, de Pedro la reciben los demás apóstoles.
Fotos amablemente cedidas por Manolo Guallart


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