ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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sábado, 10 de septiembre de 2016

SOBRE LA SAGRADA ESCRITURA

                SOBRE LA SAGRADA ESCRITURA




La Sagrada Escritura es el anuncio de Dios destinado a todos los hombres que fueron, son y serán. La convicción del creyente, del cristiano, arraigada en lo más profundo de su corazón y de su mente, es que los autores sagrados son voceros de la manifestación de Dios, y que esa manifestación -por su carácter divino- refleja “la palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo” y siempre tendrá una actualidad permanente e indeclinable.

         Esa verdad de nuestra fe debe ser tenida en cuenta siempre para poder llegar a comprender y degustar el contenido de la Biblia. Si no olvidamos nunca ese presupuesto, estaremos siempre en condiciones de leerla fructíferamente. No tener esto en cuenta, nos la haría como inaccesible y dejaría fuera no pocos frutos y perderíamos indudables riquezas.

No digamos asimismo lo importante que una visión de fe es para cualquier estudioso, investigador o lector de la Biblia. Esta magna obra, este gigantesco mensaje del Señor, no es un libro cualquiera. Hemos de alertar constantemente nuestra conciencia y ser conscientes de que el sagrado libro contiene nada menos que la palabra de Dios, o sea su libro personal, el que contiene su mensaje a los hombres, su revelación, su palabra y, en alguna medida, su persona íntegra, en la medida que ha querido revelarla. En este punto precisamente conviene recordar lo que dice el Vaticano II (Constitución Dogmática sobre Divina Revelación, núm. 12): “Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano; por tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores quieren decir.

         Tras lo anterior, hemos de recordar también que la revelación de Dios se hace mediante un lenguaje humano –que ha dejado su huella- y ha producido lo que llamamos la “empalabración”, que es como una especie de encarnación de la palabra de Dios en el lenguaje humano que supone una vía de manifestación indeclinable querida por Dios para ponerse al alcance de nuestra comprensión.


         Conservar y acrecentar nuestro interés por el Libro sagrado es sin duda alguna un don del Espíritu Santo que se produce como una toma de conciencia que se despierta a partir de la piedad, la fe en esa revelación, el deseo de conocer el misterio de Dios, una gracia en definitiva que el Espíritu derrama cada día sobre nosotros y que conviene que recibamos cerrando nuestro paraguas espiritual, para que nos moje y plenifique.

Por Erreuve
Fotografía: Mª del armen Feliu Aguilella

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