ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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sábado, 5 de julio de 2014

LA ORACION DEL PADRE NUESTRO (VII)

LA ORACION DEL PADRE NUESTRO (VII)



QUE ESTAS EN EL CIELO

La expresión "que estás en el cielo" es una concreción del término "Padre". La comparación de Dios con los padres humanos ayuda a entender un poco más cómo es Dios, pero conserva su punto de ambigüedad, porque todo `padre humano tiene limitaciones y defectos. Para evitar ese posible malentendido, hay que afirmar inmediatamente que se trata del Padre del cielo y que, por tanto, no tiene ninguno de los aspectos negativos que pueden tener los padres de la tierra.

            La expresión "que estás en el cielo" designa la excelsitud divina, la augusta majestad de Dios, su cualidad de "celeste". Entre Dios y el hombre hay una distancia insalvable, la misma que media entre el espíritu y la carne, distancia absolutamente irreductible.

            Dios no puede residir en un lugar geográfico concreto, porque no está limitado ni por el espacio ni por el tiempo. En la antigua alianza, el templo de Jerusalén era el lugar de la presencia de Dios, el que Él mismo había elegido. Pero los israelitas eran conscientes de que el templo no podía abarcar a Dios, porque nada en el mundo creado puede contenerlo. Después de edificar el primer templo, el rey Salomón, orando exclama: "Si no cabes en el cielo y lo más alto del cielo ¡cuánto menos en este templo que he construido!" (1 Re 8, 27).

            Dios está más allá de nuestro alcance y de nuestros conceptos, no coincide y ni siquiera se parece a imagen alguna que nos podamos hacer de Él.

            El cielo, más que un lugar, es una perspectiva, una manera determinada de ver el mundo y la historia. Podemos referirnos a Dios como nuestro Padre "que está en el cielo" sin que ello comporte alejarlo en nada de nosotros, de nuestra vida y de nuestras preocupaciones. Invocar al Padre del cielo no es alejarse de la realidad humana, terrena, de cada día.

            La referencia al cielo sugiere también su omnipotencia. Nuestro Dios es Padre sin dejar de ser "SEÑOR", ni perder nada de su poder. Este es otro fundamento firme de la oración cristiana: saber que estamos en diálogo confiado y amoroso con quien lo puede todo. Nada de lo que le podamos pedir está fuera de su alcance.

Aunque está próximo al hombre, sigue siendo INFINITO, el ABSOLUTO. El Salmo afirma: "Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace" (Sal 115, 3). La palabra "cielo" no indica la lejanía de Dios sino su trascendencia y grandeza, con la que se hace presente en todas partes y domina sobre todas las cosas.

            El que es Padre nuestro en Jesucristo con una paternidad según el Espíritu y no según la carne, es el Señor absoluto, el Creador del universo. En Él podemos confiar con una seguridad total. (Benini, 56).

            Para demostrar que está en todas partes, el salmista busca imaginariamente, en todas las latitudes, un posible lugar en que ocultarse de su presencia, sin conseguirlo (Sal 139, 8-10).

            Que Dios está en el cielo, quiere decir que está por encima de todas las cosas terrenas, más allá de nuestro mundo visible. El mundo no es una parte de Dios, pues Dios es un ser completamente distinto.
            Nos conviene recordar la distancia infinita que hay entre el Dios creador y el hombre criatura con el fin de que la confianza amorosa en el Padre no degenere en "confianzas", que pierdan de vista la soberana grandeza del Interlocutor divino. Cuanto más a la vista tengamos la infinita lejanía de Dios, más estimaremos la dignación de haberse bajado hasta nosotros, elevándonos a la categoría de hijos suyos e invitándonos a conversar con Él. La verdadera religiosidad humana debe ser todo anonadamiento ante la lejanía del Trascendente. Y todo agradecimiento ante la condescendencia con que se digna acercarse y concedernos audiencia (Muñoz Iglesias, "Padre de Jesús y Padre nuestro", pág. 172).

Que Dios está en el cielo quiere decir:
* Que es el Creador del cielo y de la tierra.
* Que gobierna el universo entero con su omnipotencia y sabiduría.
* Que entre Dios y el hombre hay una distancia insalvable, la que hay entre Creador y criatura.
* Que es eterno, es decir, que no ha tenido principio ni tendrá fin.

Por Francisco Pellicer Valero

Fotografía Mª del Carmen Feliu Aguilella

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