Sábado Santo - Vigilia Pascual
<Ésta es la noche de la que estaba escrito:
"La noche brillará como el día"> | |
Resucitó, no está aquí. ¡Aleluya!
| |
Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro... vió y creyó | ...y no meto la mano en su costado, no lo creo... trae tu mano... no seas incrédulo, sino creyente...¡Señor mío y Dios mío!... |
SÁBADO SANTO
(VIGILIA PASCUAL)
<Ésta es la noche de la que estaba escrito:
“La noche brillará como el día”.>
“La noche brillará como el día”.>
<Los que por el Bautismo hemos sido incorporados
a la Muerte y Resurrección de Cristo
somos criaturas nuevas. Él, el Hombre Nuevo,
nos llama a una permanente novedad que,
iniciada en el signo del agua y del Espíritu,
ha de continuar y extenderse a toda la vida del cristiano.>.
a la Muerte y Resurrección de Cristo
somos criaturas nuevas. Él, el Hombre Nuevo,
nos llama a una permanente novedad que,
iniciada en el signo del agua y del Espíritu,
ha de continuar y extenderse a toda la vida del cristiano.>.
Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte, y se abstiene del sacrificio de la misa, quedando por ello desnudo el altar hasta que , después de la solemne Vigilia o expectación nocturna de la Resurrección, se inauguren los gozos de la Pascua, en cuya intensidad vivirá la comunidad cristiana los cincuenta días pascuales.
En este día no se puede distribuir la Sagrada Comunión, a no ser en caso del viático.
TIEMPO PASCUAL
DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
En la noche santa
Vigilia Pascual
El futuro del hombre no es la nada, es la vida. Cristo ha resucitado gracias al poder de Dios. El Dios de la promesa es fiel: cumple su Palabra. Jesucristo es el Primogénito de los resucitados, la garantía del nuevo mundo que nos espera.
La Resurrección de Jesús es un acontecimiento real. También es una experiencia. ¿Somos de proclamar con verdad que el Señor ha resucitado? La esperanza que Jesús, el Señor, nos brinda, es la causa del gozo de la Iglesia. Este es el día en que actuó el Señor.
Esta noche, según antiquísima tradición, es noche de vela ante el Señor (Ex 12,42), de tal modo que, teniendo presente la recomendación del Evangelio (Lc 12,35ss), las lámparas estén encendidas en las manos de los fieles, , para que se asemejen a los hombres que esperan que retorne el Señor, y así, cuando venga, los encuentre vigilantes y los haga sentar a su mesa.
La Vigilia de esta noche está ordenada de la siguiente manera: después de un breve lucernario (primera parte de la Vigilia), la santa Iglesia medita <los hechos maravillosos>que desde el comienzo hizo el Señor Dios con su pueblo, que confiaba en su Palabra y en su promesa (segunda parte o liturgia de la palabra); luego, al acercarse eñ día de la resurrección, junto con los nuevos miembros que han renacido en el bautismo (tercera parte), es llamada a la mesa que el Señor ha preparado a su pueblo por su muerte y resurrección (cuarta parte).
Toda la celebración de la Vigilia Pascual se desarrolla durante la noche. Por ello, no se puede empezar antes del comienzo de la noche, ni a una hora tan tardía que no permita concluir la celebración antes del amanecer del domingo.
La misa de la noche, aunque se celebre antes de la media noche, es la misa pascual del Domingo de Resurrección. El que participa de la misa de la noche, puede comulgar de nuevo en la segunda misa de Pascua.
El que celebra o concelebra la misa de la noche, puede celebrar o concelebrar la segunda misa de Pascua.
El celebrante y los ministros se revisten, como para la misa, con ornamentos de color blanco. Prepárense velas para todos los que participen en la Vigilia.
Primera parte
Solemne comienzo de la Vigilia o Lucernario.
Bendición del fuego y preparación del cirio
Se apagan las luces de la iglesia.
En un lugar adecuado fuera de la iglesia, se enciende el fuego. Allí se congrega el pueblo y allí va el sacerdote con los ministros, llevando uno de ellos el cirio.
Cuando no se puede encender el fuego fuera de la iglesia, el rito se desarrolla como se indica más adelante.
El sacerdote saluda, como de costumbre, al pueblo congregado y le amonesta brevemente sobre el sentido de la Vigilia nocturna con estas palabras u otras semejantes:
Hermanos: En esta noche santa, en que nuestro Señor Jesucristo ha pasado de la muerte a la vida, la iglesia invita a todos sus hijos, diseminados por el mundo, a que se reúnan para velar en oración. Si recordamos así la Pascua del Señor, oyendo su palabra y celebrando sus misterior, podremos esperar tener parte en su triunfo sobre la muerte y vivir con él siempre en Dios.
Seguidamente se bendice el fuego.
Oremos. ¡Oh Dios!, que por medio de tu Hijo has dado a tus fieles el fuego de tu luz: santifica +este fuego, y concédenos que la celebración de estas fiestas pascuales encienda en nosotros deseos tan santos que podamos llegar con corazón limpio a las fiestas de la eterna luz. Por Jesucristo nuestro Señor.
Del nuevo fuego se enciende el cirio pascual.
Si por la manera de ser del pueblo, parece oportuno resaltar con algunos símbolos la dignidad y la significación del cirio pascual, puede hacerse de este modo:
Bendiciendo el nuevo fuego, un acólito o una de los ministros lleva el cirio pascual ante el celebrante, que con un punzón graba la cruz en el mismo cirio. Después hace sobre él la letra griega alfa, y debajo la letra omega, y entre los brazos de la cruz los cuatro números que expresan el año en curso, mientras dice:
Cristo ayer y hoy.
Principio y fin.
Alfa.
Y omega.
Suyo es el tiempo.
Y la eternidad.
A él la gloria y el poder.
Por los siglos de los siglos. Amén.
Principio y fin.
Alfa.
Y omega.
Suyo es el tiempo.
Y la eternidad.
A él la gloria y el poder.
Por los siglos de los siglos. Amén.
Acabada la incisión de la cruz y de los otros signos, el celebrante puede incrustar en el cirio cinco granos de incienso en forma de cruz, mientras dice:
Por sus llagas
Santas y gloriosas
Nos proteja
Y nos guarde
Jesucristo nuestro Señor. Amén.
El celebrante ENCIENDE EL CIRIO PASCUAL con el fuego nuevo diciendo:
La luz de Cristo, que resucita glorioso, disipe las tinieblas del corazón y del espíritu.
Los elementos que preceden pueden hacerse todos o algunos, según las circunstancias pastorales del ambiente y del lugar.
Cuando por dificultades que pueden ocurrir no se enciende una hoguera, la bendición del fuego se acomoda a las circunstancias. Reunido como de costumbre el pueblo en la iglesia, el celebrante con los ministros que llevan el cirio pascual, se dirige a la puerta de la iglesia. El pueblo, en cuanto sea posible, se vuelve hacia el celebrante.
Se hace el saludo y la monición como más arriba; después se bendice el fuego y, si se quiere, se prepara y enciende el cirio como más arriba queda explicado.
Procesión
Seguidamente el diácono o –en su defecto- el celebrante toma el cirio pascual y, teniéndolo elevado, canta el sólo:
Luz de Cristo.
Y todos responde:
Demos gracias a Dios
O bien:
¡Oh luz gozosa de la santa gloria, del Padre celeste e inmortal! ¡Santo y feliz Jesucristo!
Después todos entran en la iglesia, precediéndoles el diácono con el cirio pascual. Si se emplea el incienso, entonces el turiferario, con el incensario humeante, va antes del diácono.
A la puerta de la iglesia, el diácono, de pie y elevando el cirio, canta de nuevo:
Luz de Cristo
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
Y encienden sus velas de la llama del cirio pascual, y avanzan.
El diácono, cuando hubiere llegado ante el altar, de pie y vuelto al pueblo, canta por tercera vez:
Luz de Cristo.
Y todos le responden
Demos gracias a Dios.
Y se encienden las luces de la iglesia.
Pregón pascual
Cuando el celebrante ha llegado al altar, va a su sede. El diácono pone el cirio pascual sobre un candelabro colocado en medio del presbiterio o junto al ambón; seguidamente, una vez puesto el incienso –si se emplea- como para el Evangelio en la misa, pide y recibe la bendición del sacerdote, que dice en voz baja:
El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que puedas anunciar dignamente su pregón pascual, en el nombre del Padre y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.
Esta bendición se omite, si el pregón pascual es anunciado por alguien que no sea diácono.
El diácono o en su defecto, el mismo celebrante, una vez incensado el libro y el cirio –si lo cree oportuno-, anuncia el pregón pascual en el ambón o púlpito, estando todos de pie y con las velas encendidas en las manos.
El pregón pascual puede ser anunciado, según las necesidades, por un cantor que no sea diácono, el cual omite las palabras: <Por esto, queridos hermanos, hasta el fin de la invitación>, y el saludo: <El Señor esté con vosotros>.
El pregón puede ser cantado también en su forma más breve.
Exulten por fin los coros de los ángeles, exulten las jerarquías del cielo, y, por la victoria de Rey tan poderoso, que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra, inundada de tanta claridad, y que, radiante con el fulgor del Rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante; resuene este templo con las aclamaciones del pueblo.
(Por eso, queridos hermanos, que asistís a la admirable claridad de esta luz santa, invocad conmigo la misericordia de Dios omnipotente, para que aquel que, sin mérito mío, me agregó al número de sus diáconos; infundiendo el resplandor de su luz, me ayude a cantar las alabanzas de este cirio.)
(El Señor esté con vosotros.
Y con tu espíritu.)
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor nuestro Dios.
Es justo y necesario
En verdad es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto del corazón
a Dios invisible, el Padre todopoderoso,
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Porque él ha pagado por nosotros al Eterno Padre
la deuda de Adán
y, derramando su sangre,
canceló el recibo del antiguo pecado.
Porque éstas son las fiestas de Pascua,
En las que se inmola el verdadero Cordero,
Cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Ésta es la noche en que sacaste de Egipto
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.
Ésta es la noche en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.
Ésta es la noche
en la que, por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo
son arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y son agregados a los santos.
Ésta es la noche en que,
rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡qué incomparable ternura y caridad!
¡para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó de entre los muertos.
Ésta es la noche de la que estaba escrito:
<Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mi gozo>.
Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio,
trae la concordia,
doblega a los poderosos.
En esta noche de gracia,
acepta, Padre santo,
este sacrificio vespertino de alabanza,
que la santa Iglesia te ofrece
por medio de sus ministros
en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.
Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla,
porque elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa.
¡Qué noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano y lo divino!
Te regamos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
arda sin apagarse
para destruir la oscuridad de esta noche,
y, como ofrenda agradable,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
y es Cristo, tu Hijo resucitado,
que, al salir del sepulcro,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina glorioso
por los siglos de los siglos.
Amén
Segunda parte
Liturgia de la Palabra
El bautismo es algo más que la puerta de entrada en la Iglesia que uno deja atrás. Toda la vida del cristiano queda configurada por esta unión con Cristo que el bautismos significa en realidad. Es un injerto en su muerte y en su resurrección. El bautizado deberá hacer realidad esa difícil paradoja: renunciar y morir a todo lo que en él y fuera de él le lleva al pecado, y al mismo tiempo integrar, con la alegría y el optimismo de la resurrección, todo lo que en él y fuera de él está esperando una trasfiguración salvadora.
En esta vigilia, <Madre de todas las vigilias>, se proponen nueve lecturas: siete del Santiguo Testamento y dos del nuevo (epístola y evangelio)
Por causas pastorales puede reducirse el número de lecturas del Antiguo Testamento. Pero siempre téngase en cuenta que la lectura de la Palabra divina es uno de los elementos fundamentales de esta vigilia pascual. Se leen, por lo menos, tres lecturas del Antiguo Testamento, que en casos muy especiales pueden reducirse a dos. Nunca puede omitirse el relato del capítulo 1 del Éxodo (lectura tercera).
Apagados los cirios, todos se sientan. Antes de comenzar las lecturas, el sacerdote amonesta al pueblo con estas palabras u otras semejantes:
Hermanos: Con el pregón solemne de la Pascua, hemos entrado ya en la noche santa de la resurrección del Señor. Escuchemos, en silencio meditativo, la Palabra de Dios. Recordemos las maravillas que Dios ha realizado para salvar al primer Israel, y cómo en el avance continuo de la historia de la salvación, al llegar los últimos tiempos, envió al mundo a su Hijo para que con su muerte y resurrección, salvara a todos los hombres.
Mientras contemplamos la gran trayectoria de esta historia santa, oremos intensamente, para que el designio de salvación universal, que Dios inició con Israel, llegue a su plenitud y alcance a toda la humanidad por el misterio de la resurrección de Jesucristo.
Después siguen las lecturas. El lector s dirige al ambón y lee la primera. Seguidamente el salmista o un cantor dice el salmo, proclamando el pueblo la respuesta. Acabado el salmo, todos se levantan y el sacerdote dice: <Oremos>, y, después que todos han orado en silencio durante algún tiempo, dice la colecta.
En lugar del salmo responsorial se puede guaradar un espacio de silencio sagrado, omitiendo, en este caso, la pausa después de <Oremos>.
Lectura del Libro del Génesis. 1,1-31; 2,1-2.
Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del Abismo, la tiniebla. Y el Aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.
Y dijo Dios: Que exista la luz. Y la luz existió. Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla: llamó Dios a la luz <Día>; a la tiniebla <Noche>.
Pasó una tarde pasó una mañana: el día primero.
Y dijo Dios: Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas. E hizo Dios una bóveda y separó las agua de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda. Y así fue. Y así fue. Y llamó Dios a la bóveda <Cielo>.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.
Y dijo Dios: Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los continentes. Y así fue. Y llamó Dios a los continentes <Tierra> y a la masa de las aguas la llamó <Mar>. Y vio Dios que era bueno. Y dijo Dios: Verdee la tierra hierba verde, que engendre semilla y árboles frutales que den fruto según su especie, y que lleven semilla sobre la tierra. Y así fue. La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie. Y vio Dios que era bueno.
Pasó una tarde, paso una mañana: el día tercero.
Y dijo Dios: Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra. Y así fue. E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche; y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla. Y vio Dios que era bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.
Y dijo Dios: Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la tierra frente a la bóveda del cielo. Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hace pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies. Y vio Dios que era bueno. Y Dios los bendijo diciendo: Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra.
Pasó una tarde. Pasó una mañana: el día quinto.
Y dijo Dios: Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras según sus especies. Y así fue. E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los reptiles según sus especies y los reptiles según sus especies. Y vio Dios que era bueno.
Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra –a todo ser que respira- la hierba verde les servirá de alimento. Y así fue.
Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.
Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos. Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.
Sal 103,1-2.5-6.10.12.13-14.24.35
Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Bendice, alma mía, al Señor; ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de bellaza y majestad, la luz te envuelve como un manto.
Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás; la cubriste con el manto del océano, y las aguas se posaron sobre las montañas.
De los manantiales sacas los ríos para que fluyan entre los montes, junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto.
Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda; haces brotar hierba para los ganados y forraje para los que sirven al hombre.
¡Cuántas son tus obras, Sañor!, y todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas. ¡Bendice, alma mía, al Señor!
Oremos
Dios todopoderoso y eterno, admirable siempre en todas tus obras; que tus redimidos comprendan cómo la creación del mundo en el comienzo de los siglos no fue obra de mayor grandeza que el sacrificio pascual de Cristo en la plenitud de los tiempos. Por Jesucristo nuestro Señor.
Lectura del libro del Génesis 22,1-18
En aquellos días, Dios puso en prueba a Abrahán llamándole: -¡Abrahán!
Él respondió: -Aquí me tienes.
Dios le dijo: -Toma a tu querido hijo único, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.
Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios. El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y Abrahán dijo a sus criados: -Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar y después volveremos con vosotros.
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
Isaac dijo a Abrahán, su padre: -Padre.
Él respondió: -Aquí estoy, hijo mío.
El muchacho dijo: -Tenemos fuego y leña, pero ¿dónde está el cordero para el sacrificio?
Abrahán contestó: -Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.
Y siguieron caminaron juntos. Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: -¡Abrahán, Abrahán!
Él contestó: -Aquí me tienes.
El ángel le ordenó: -No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. Abrahán llamó aquel sitio <El Señor ve>, por lo que se dice aún hoy <El monte del Señor ve>.
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: <Juro por mí mismo –oráculo del Señor-: por haber hecho esto, por no haber reservado tu hijo, tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a sus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido>.
Sal 15,5.8.9-10.11
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena: porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
Oremos.
¡Oh Dios, padre supremo de los creyentes!, que multiplicas sobre la tierra los hijos de tu promesa con la gracia de la adopción y, por el misterio pascual, hiciste de tu siervo Abrahán el padre de todas las naciones, como lo habías prometido: concede a tu pueblo responder dignamente a la gracia de tu llamada. Por Jesucristo nuestro Señor.
Lectura del Libro del Éxodo 14,15-15,1
En aquellos días dijo el Señor a Moisés: -¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa del faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros. Sabrán los egipcio que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del faraón, de sus carros y de los guerreros.
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran trabar contacto. Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento dl este que secó el mar y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos en medio del mar, todos los caballos del faraón y los carros con sus guerreros.
Mientras velaban al amanecer, miró el Señor al campamento egipcio desde la columna de fuego y nube y sembró el pánico egipcio. Trabó las ruedas de sus carros y las hizo avanzar pesadamente.
Y dijo Egipto: -Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contre Egipto.
Dijo el Señor a Moisés: -Extiende tu mano sobre el mar y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes.
Y extendió Moisés su mano sobre el mar; y al amanecer volvía el mar a su curso de siempre. Los egipcios huyendo iban a su encuentro y el Señor derribó a los egipcios en medio del mar. Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del faraón, que lo había seguido por el mar. Ni uno solo se salvó. Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda. Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano grande del Señor obrando contra los egipcios, y el pueblo temió al Señor y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.
Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron un cántico al Señor.
Salmo. Ex 15,1-2.3-4.5-6.17-18.
Cantemos al Señor, sublime es su victoria
Cantemos al Señor, sublime es su victoria: caballo y jinete ha arrojado al mar. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Él es mi Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor. Los carros del faraón los lanzó al mar, ahogó ene l mar Rojo a sus mejores capitanes.
Las olas los cubrieron, bajaron hasta el fondo como piedras. Tu diestra, Señor, es fuerte y terrible; tu diestra, Señor, tritura al enemigo.
Los introduces y los plantas en el monte de tu heredad, lugar del que hiciste tu trono, Señor: santuario, Señor, que fundaron tus manos. El Señor reina por siempre jamás.
Oremos
También ahora, Señor, vemos brillar tus antiguas maravillas, y lo mismo que en otro tiempo manifestabas tu poder al librar a un solo pueblo de la persecución del faraón, hoy aseguras la salvación de todas las naciones, haciéndolas renacer por las aguas del bautismo. Te pedimos que los hombres del mundo entero lleguen a ser hijos de Abrahán y miembros del nuevo Israel. Por Jesucristo nuestro Señor.
Lectura del profeta Isaías 54,5-14.
El que te hizo te tomará por esposa: su nombre es el Señor de los ejércitos. Tu redentor es el Santo de Israel, se llama Dos de toda la tierra. Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor; como a esposa de juventud, repudiada –dice tu Dios-. Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré. En un arrebato de ira te escondí un instante mi rostro, pero con misericordia eterna te quiero –dice el Señor, tu redentor.
Me sucede como en tiempo de Noé: juré que las aguas del diluvio no volverían a cubrir la tierra; así juro no airarme contra ti ni amenazarte. Aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no se retirará de ti mi misericordia ni mi alianza de paz vacilará –dice el Señor, que te quiere.
¡Oh afligida, zarandeada, desconsolada! Mira, yo mismo coloco tus piedras sobre azabaches, tus cimientos sobre zafiros; te pondré almenas de rubí, y puertas de esmeralda, y muralla de piedras precisas. Tus hijos serán discípulos del Señor, tendrán gran paz tus hijos. Tendrás fime asiento en la justicia. Estarás lejos de la opresión, y no tendrás que temer; y lejos del terror, que no se acercará.
Salmo 29,2.4.5-6.11.12.13
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Sacaste mi vida del abismo, y me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos; dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Oremos
Dios todopoderoso y eterno, multiplica, fiel a tu palabra, la descendencia que aseguraste a l fe de nuestros padres, y aumenta con tu adopción los hijos de la promesa, para que tu Iglesia vea en qué medida se ha cumplido ya cuanto los patriarcas creyeron y esperaron. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
Lectura del profeta Isaías 55,1-11
Esto dice el Señor: Oíd, sedientos todos, acudid por agua también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar, vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme y viviréis.
Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David: a él lo hice mi testigo para los pueblos, caudillo y soberano de naciones; tú llamarás a un pueblo desconocido, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti; por el Señor tu Dios, por el Santo de Israel que te honra. Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos –oráculo del Señor.
Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros; mis planes, que vuestros planes. Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come; así será mi Palabra, que sale de mi boca: no volverá a mi vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.
Salmo Isaías 12,2-3.4.5-6
Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
El Señor es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, el fue mi salvación. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso.
Tañed para el Señor, que hizo proezas; anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión: <¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!>.
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno, esperanza única del mundo, que anunciaste por la voz de tus profetas los misterios de los tiempos presentes: atiende los deseos de tu pueblo, porque ninguno de tus fieles puede progresar en la virtud sin la inspiración de tu gracia. Por Jesucristo nuestro Señor.
Lectura del profeta Baruc 3,9-15.32-4,4
Escucha, Israel, mandatos de vida, presta oído para aprender prudencia. ¿A qué se debe, Israel, que estés aún en país enemigo, que envejezcas en tierra extranjera, que esté impuro con los muertos, que te cuenten con los del abismo? –Es que abandonaste la sabiduría. Si hubieras seguido el camino de Dios, habitarías en paz para siempre. Aprende dónde se encuentra la prudencia, el valor y la inteligencia; así aprenderá dónde se encuentra la vida larga, la luz de los ojos y la paz.
¿Quién encontró su puesto o entró en sus almacenes? El que todo lo sabe la conoce, la examina y la penetra. El que creó la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos; el que manda a la luz, y ella va; la llama, y le obedece temblando; a los astros que velan gozosos en sus puestos de guardia, los llama y responden: <Presentes>; y brillan gozosos para su Creador.
Él es nuestro Dios y no hay otro frente a él: investigó el camino del saber y se lo dio a su hijo Jacob, a su amado, Israel. Después apareció en el mundo y vivió entre los hombres. Es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez eterna: los que la guardan, vivirán; los que la abandonan, morirán. Vuélvete Jacob, a recibirla, camina a la claridad de su resplandor; no entregues a otros tu gloria, ni tu dignidad a un pueblo extranjero. ¡Dichosos nosotros, Israel, que conocemos lo que agrada al Señor!
Salmo 18,8.9.10.11
Señor, tienes palabras de vida eterna.
La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.
Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.
La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y eternamente justos.
Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulce que la miel de un panal que destila.
Oremos
¡Oh Dios!, que sin cesar haces crecer a tu Iglesia agregando a ella nuevos hijos: defiende con tu constante protección a cuantos purificas en el agua del bautismo. Por Jesucristo nuestro Señor.
Lectura del profeta Ezequiel 36,16-28
Me vino esta palabra del Señor: Cuando la casa de Israel habitaba en su tierra, la profanó con su conducta, con sus acciones, como sangre inmunda fue su proceder ante mí. Entonces derramé mi cólera sobre ellos, por la sangre que habían derramado en el país, por haberlo profanado con sus idolatrías. Los esparcí entre las naciones, anduvieron dispersos por los países; según su proceder, según sus acciones los sentencié. Cuando llegaron a las naciones donde se fueron, profanaron mi santo nombre; decían de ellos: <Estos son el pueblo del Señor, de su tierra han salido>. Sentí lástima de mi santo nombre, profanado por la casa de Israel en las naciones a las que se fue.
Por eso, di a la casa de Israel: Esto dice el Señor: No lo hago por vosotros, casa de Israel, sino por mi sano nombre, profanado por vosotros en las naciones a las que habéis ido. Mostraré la santidad de mi nombre grande, profanado entre los gentiles, que vosotros habéis profanado en medio de ellos; y conocerán los gentiles que yo soy el Señor –oráculo del Señor- cuando les haga ver mi santidad al castigaros.
Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios.
Salmo 41,3.5; 42,3.4
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Desahogo mi lama conmigo: ¡cómo marchaba a la cabeza del grupo hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta!
Envía tu luz y tu verdad; que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada.
Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te de gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío.
Oremos
¡Oh Dios, poder inmutable y luz sin ocaso!, mira con bondad a tu Iglesia, sacramento de la nueva Alianza, y, según tus eternos designios, lleva a término la obra de la salvación humana; que todo el mundo experimente y vea cómo lo abatido se levanta, lo viejo se renueva y vuelve a su integridad primera, por medio de nuestro Señor Jesucristo, de quien todo procede. Que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.
Después de la última lectura del Antiguo Testamento, de su salmo responsorial y oración, se encienden los cirios del altar y el sacerdote entona el himno <Gloria a Dios en el cielo>, que prosiguen mientras se pulsan las campanas, según la costumbre de los lugares.
Acabado el himno el sacerdote dice la colecta, como de costumbre.
Oración colecta
¡Oh Dios!, que iluminas esta noche santa con la gloria de la resurrección del Señor, aviva en tu Iglesia el espíritu filial, para que, renovados en cuerpo y alma, nos entreguemos plenamente a tu servicio. Por nuestro Señor.
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 6,3-11
Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Porque, si nuestra existencia está a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya. Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores,, y nosotros libres de la esclavitud del pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios.
Lo mismo vosotros consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Acabada la Epístola, todos se levantan y el sacerdote entona solamente el <Aleluya>, que repiten todos.
Después el salmista. O un cantor proclama el salmo, respondiendo el pueblo <Aleluya>.
Salmo responsorial. Salmo 117,1-2.16.17.22-23
Aleluya, aleluya, aleluya.
Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: Eterna es su misericordia.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa. No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, es un milagro patente.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28,1-10
En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres: -Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el cucificado.
No está aquí: Ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: <Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis>. Mirad, os o he anunciado.
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro: impresionadas y llenas de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: -Alegraos.
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: -No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.
Inmediatamente después del Evangelio tiene lugar la homilíaa. Después comienza la liturgia bautismal.
Liturgia bautismal
Bendición del agua
Invoquemos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que bendiga esta agua, que va a ser derramada sobre nosotros en memoria de nuestro bautismo; y pidámosle que nos renueve interiormente para que permanezcamos fieles al Espíritu, que hemos recibido.
Y después de una breve pausa de oración en silencio, prosigue con las manos juntas:
Señor Dos nuestro, escucha las oraciones de tu pueblo que vela en esta noche santa, en que celebramos la acción maravillosa de nuestra creación y la maravilla aún más grande de nuestra redención; dígnate + bendecir esta agua.
La creaste para hacer fecunda la tierra y para favorecer nuestros cuerpo con el frescor y la limpieza. La hiciste también instrumento de misericordia al librar a tu pueblo de la esclavitud y al apagar con ella su sed en el desierto; por los profetas la revelaste como signo de la nueva alianza que quisiste sellar con los hombres. Y cuando Cristo descendió a ella en el Jordán, renovaste nuestra naturaleza pecadora en el baño del nuevo nacimiento.
Que esta agua, Señor avive en nosotros el recuerdo de nuestro bautismo, y nos haga participar en el gozo de nuestros hermanos bautizados en la Pascua. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
Acabado el rito de la bendición del agua, todos, de pie y con las velas encendidas en sus manos, renuevan las promesas de la fe bautismal.
El sacerdote se dirige a los fieles con estas o semejantes palabras:
Hermanos: Por el misterio pascual hemos sido sepultados con Cristo en el bautismo, para que vivamos una vida nueva.
Por tanto, terminado el ejercicio de la Cuaresma, renovemos las promesas del santo bautismo, con las que en otro tiempo renunciamos a Satanás y a sus obras, y prometimos servir fielmente a Dios en la santa Iglesia católica.
Así pues:
¿Renunciáis a Satanás?
Sí renuncio.
¿Y a todas sus obras?
Sí, renuncio
¿Y a todas sus seducciones?
Sí renuncio
Prosigue el celebrante:
¿Creéis en Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra?
Sí, creo.
¿Creéis en Jesucristo,
su único Hijo, nuestro Señor,
que nació de Santa María Virgen,
murió, fue sepultado,
resucitó de entre los muertos
y está sentado a la derecha del Padre?
Sí creo.
¿Creéis en el Espíritu Santo,
en la santa Iglesia católica,
en la comunión de los santos,
en el perdón de los pecados,
en la resurrección de los muertos
y en la vida eterna?
Sí, creo.
Y concluye el celebrante:
Que Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos regeneró por el agua y el Espíritu Santo y que nos concedió la remisión de los pecados, nos guarde en su gracia, en el mismo Jesucristo nuestro Señor, para la vida eterna.
Amén
El celebrante asperja al pueblo con agua bendita, mientras todos cantan.
Acabada la aspersión, el sacerdote vuelve a la sede, donde omitido el Credo, modera la oración de los fieles.
Oración de los fieles
Como de costumbre
Cuarta parte
Liturgia eucarística
El sacerdote se dirige al altar y comienza, como de costumbre, la liturgia eucarística.
Oración sobre las ofrendas
Escucha, Señor, la oración de tu pueblo y acepta sus ofrendas, para que la nueva vida que nace de estos sacramentos pascuales sea, por tu gracia, prenda de vida eterna. Por Jesucristo.
Prefacio pascual I
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca en esta noche en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmlado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo
Plegaria eucarística I (Canon romano)
Padre misericordioso, te pedimos humildemente por Jesucristo, tu Hijo, nuestro señor,
Que aceptes y bendigas estos + dones, este sacrificio santo y puro que te ofrecemos, ante todo por tu Iglesia santa y católica, para que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero, con tu servidor el Papa Francisco, con nuestro obispo Francisco y su obispo auxiliar Juan Antonio y todos los demás obispos que, fieles a la verdad, promueven la fe católica y apostólica
Acuérdate, Señor, de tus hijos…
Y de todos los aquí reunidos, cuya fe y entrega bien conoces; por ellos y todos los suyos, por el perdón de sus pecados y la salvación que esperan, te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen, este sacrificio de alabanza, a ti, eterno Dios, vivo y verdadero.
Reunidos en comunión con toda la Iglesia para celebrar la noche santa de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo según la carne, veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor; la de su esposo, San José; la de los santos apóstoles y mártires Pedro y Pablo, Andrés, Santiago y Juan, Tomás, Santiago, Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián, y la de todos los santos; por sus méritos y oraciones concédenos en todo tu protección.
Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa, que hoy te ofrecemos especialmente por aquellos que has hecho renacer del agua y del Espíritu Santo, perdonándoles todos sus pecados; ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre los elegidos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Bendice y santifica, oh Padre, esta ofrenda haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti, de manera que sea para nosotros Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado, Jesucristo, nuestro Señor.
El cual, la víspera de su Pasión, tomo pan…
………..
Antífona de comunión
Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebramos la Pascua con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad. Aleluya.
Oración después de la comunión
Derrama, Señor, sobre nosotros tu espíritu de caridad, para que vivamos siempre unidos en tu amor los que hemos participado en un mismo sacramento pascual. Por Jesucristo.
Bendición solemne.
Que os bendiga Dios todopoderoso en esta noche solemne de Pascua, y que su misericordia os guarde de todo pecado.
Amén
Y el que os ha redimido por la resurrección de Jesucristo, os enriquezca con el premio de la vida eterna.
Amén.
Y a vosotros, que al terminar los días de la pasión del Señor celebráis con gozo la fiesta de Pascua, os conceda también alegraros con el gozo de la Pascua eterna.
Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
Amén
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