ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

domingo, 20 de abril de 2014

DIOS EN EL ARTE (IV)

DIOS EN EL ARTE (IV)



        Tratábamos en el artículo anterior (3) del arte cristiano. Los escritores eclesiásticos de los siglos II y III, no obstante tener presente que el segundo mandamiento de la ley mosaica prohibía las imágenes o esculturas representativas de lo divino, predicaban que no había inconveniente en la representación de lo divino puesto que el Verbo, o la Palabra, segunda persona de la Santísima Trinidad , se había hecho hombre, un ser material, al que se le podía ver y tocar. El dogma cristiano de la Encarnación, el misterio de Dios nacido de mujer , es el que fuerza a la aparición de los iconos, de la imágenes, de las esculturas, de los “belenes”. 

        El riesgo del antiguo pueblo de Israel de que sus gentes cayesen en la idolatría de los muchos dioses de las regiones vecinas, dio lugar a ese famoso precepto del segundo mandamiento de la Ley de Dios: “No te harás escultura ni imagen alguna de cuanto hay arriba en el cielo ni de lo que hay abajo en la tierra o en las aguas” Es natural que los primeros cristianos, que habían salido del pueblo judío, lo tuvieran en cuenta. Ya vimos más atrás cómo el emperador León III de Bizancio, decidió suprimir las imágenes y las razones por las que actuó así.

        Pero la nueva religión, el Cristianismo, se sale de Israel y se extiende por el mundo helenizado, y no puede desligarse de la cultura de Grecia y de Roma, de la cual conocemos, entre otros ejemplos artísticos de la época, las magníficas pinturas de Apeles y Polignoto, los mosaicos romanos de Pompeya y Herculano, y contemplamos también cómo en las catacumbas aparecen no sólo símbolos sino también pinturas parecidas a aquéllas, aunque más modestas.

        Opuestos a las imágenes en los primeros tiempos habían sido, entre otros:

        SAN IRENEO (130-208), oriental de Asia Menor que pasó a occidente y fue obispo de Lyon; ve en la imaginería religiosa una costumbre pagana y condena a los que usan para el culto dichas imágenes.

        TERTULIANO (155-220) recuerda a los fieles la tradición mosaica aunque admite algunos símbolos, como la serpiente de bronce en el desierto o los dos ángeles sobre el arca de la alianza.

        CLEMENTE DE ALEJANDRIA (150-220) ataca la obscenidad de las estatuas paganas, censura a los artistas a los que llega a calificar de estafadores…

        ORIGENES (185-254) rechaza las imágenes materiales; dice que la única es el propio hombre en cuanto hecho a imagen y semejanza de Dios.

        A pesar de todo ello, el símbolo, la alegoría y la figura después, incluso la escena histórica, fueron apareciendo en las catacumbas y en las losas de los sarcófagos, ganando terreno la imaginación y sensibilidad de los cristianos.

        La teología y la sana doctrina aceptan las imágenes y toda clase de representaciones de escenas históricas de la Biblia, viendo en ellas simplemente un recordatorio, como una foto de familia que incita al recuerdo y al amor, foto que incluso besamos con cariño a veces, sin que todo ello suponga, ni mucho menos, una veneración a la misma foto, a la representación que es sólo de cartón, piedra , madera o metal. Puede haber casos hoy día en que se incurra en excesos de culto popular hacia alguna imagen, pero eso se debe a una falta de auténtica formación religiosa; son manifestaciones más culturales que “cultuales” , más folklóricas que religiosas.

        No pretendemos hace un tratado de historia del arte, sino un estudio de éste en su relación con lo divino. Autorizada por la religión cristiana la representación material de los misterios, se suceden las escuelas en la pintura, la arquitectura, la escultura, la música y se pasa de arte prerrománico, al románico, y luego al gótico, mientras por el oriente cristiano se desarrolla el estilo bizantino, que también influirá en el románico, como el mudéjar en nuestra tierra; anotamos en capítulo anterior  el movimiento iconoclasta surgido de la Reforma protestante y la reacción católica que se manifiesta en la eclosión barroca de las imágenes, de los templos, de la pintura, de la música polifónica, etc.

        Si algo ha caracterizado el arte cristiano de nuestra tradición multisecular es la sublimidad de su objeto. Es el oscurecimiento voluntario del sujeto, del artista, ante la sublimidad de tema que ha creado. (Ejemplo cercano: los oleos de Maella en la capilla del beato Gaspar Bono en la iglesia parroquial de San Miguel y San Sebastián, ni siquiera los firma. Se sabe que son suyos por documentación histórica y por su estilo). El artista cristiano occidental, y más aún el oriental es, como dice el tratadista Juan Plazaola S.J., “poseído” por el objeto. El tema está en un primer plano y en segundo plano, el artista.

        El arte moderno occidental se ha caracterizado, en cambio, por una progresiva afirmación del “yo”. Después de los siglos del  Medioevo en que los grandes artistas se ocultaban en el anonimato de los gremios, el humanismo del Renacimiento trajo ya la aparición del artista profesional. Durante mucho tiempo esta exaltación del individuo estuvo frenada por una concepción del arte rigurosamente normativa y académica. Con el Romanticismo el artista empezó a romper las amarras de los cánones clásicos hasta llegar a no admitir más ley que la de la “necesidad interior” del artista.

José Mª Catret


Fotos: Mª del Carmen Feliu

No hay comentarios:

Publicar un comentario