DIOS EN EL ARTE (III)
Decíamos en otro capítulo de este
tema que el fin del Arte es crear belleza. Al menos es la opinión tradicional
aunque haya disparidades sobre qué se entiende por belleza. . Vamos a traer a
colación varias citas históricas muy significativas, tanto por la importancia
de los autores como por sus opiniones.
Para Beethoven
“la música es una revelación más alta que toda filosofía. No tengo amigos. Debo
vivir solo, pero yo sé que en mi arte, Dios está más cerca de mí que de los
demás; yo me acerco a Él sin temor. No me siento torturado por mi enfermedad.
Me parece que en el campo cada árbol me hace oír su voz y canta ¡Santo!,
¡Santo!, ¡Santo!.”
El famoso
novelista Edar Allan Poe escribió: “El sentido de lo bello es un
instinto inmortal, profundamente enraizado en el espíritu del hombre. No es la
simple apreciación de una belleza que tenemos delante de nuestros ojos, sino un
empeño por alcanzar la Belleza suprema”.
Van Gogh,
el pintor de fama que murió en la miseria y cuyos cuadros son los mas cotizados
en las subastas actuales, en una carta a un amigo decía: “Querido Teo: el
sentimiento, puro y delicado, por las bellezas de la naturaleza no es
exactamente el sentimiento religioso, aunque hay entre ellos una especie de
entendimiento. El primero (el de la belleza) lo tenemos todos, unos más, otros
menos; pero son más raros los que sienten que Dios es espíritu, al que se ha de
adorar en espíritu y en verdad”.
Augusto
Rodin, escultor francés, escribió: “Se cree que los artistas solo
vivimos para los sentidos y que nos basta el mundo de las apariencias. Pero más
allá de las superficies, nuestra mirada se hunde hasta el espíritu. El artista
digno de ese nombre debe expresar toda la verdad de la naturaleza, no sólo la
exterior sino también la interior”.
El famoso
escritor francés Paul Claudel dice: “El hombre no está hecho para dejarse
divertir por la música o por los sueños. Necesita realidad. Es una profanación
no querer ver en la naturaleza solo la belleza, son rendir con ella homenaje a
Dios. El hombre está hecho para algo más que la belleza: para Dios.”
El gran
filosofo español Julián Marías, muy preocupado siempre por la belleza,
afirmaba: “La atención a la belleza es ahora poco sincera, casi fraudulenta,
concentrada en unas cuantas figuras convencionales, seleccionadas por la
publicidad, que si se mira no son ejemplares demasiado notables o bien se
confunde la belleza con el sexo, con un evidente desplazamiento del rostro al
cuerpo. Ello revela una decadencia social de la belleza, casi una oleada de desdén
por ella, que se cuenta entre los síntomas más inquietantes de los decenios que
acabamos de vivir. Parece que existe un rencor contra la belleza, que es una
forma particular de ese rencor contra la excelencia que tanta fuerza tiene en
nuestro mundo.”
Hasta hora
hemos hablado del Arte en general, aunque con algunas referencias al arte
primitivo que alguien ha calificado como “sacro”, en cuanto tuviera significado
religioso o mágico. También se ha mencionado un momento de nuestro arte
religioso al hablar de los movimientos iconoclastas; pero ahora vamos a tratar
del arte cristiano.
ARTE CRISTIANO
Al margen de
discusiones y movimientos muy aislados, más de dos milenios de historia
cristiana han demostrado suficientemente que entre el Arte y el Cristianismo no
existe contradicción. Lejos de rechazar a los artistas, la Iglesia los ha
buscado, honrado y movilizado para sus propios fines.
Si al
principio los líderes de la comunidad cristiana, celosos por conservar a pureza
del depósito de la Religión trascendente, prefirieron que se evocasen los
hechos fundamentales de la salvación solamente por medio de símbolos, pronto
empezaron a sentir la necesidad de poner en juego la imaginación para
representar esos acontecimientos fundamentales mediante las formas sensibles
del Arte y de la liturgia. Volveremos sobre este punto en otro capítulo.
José Mª Catret Suay
Fotos: Mª del Carmen Feliu
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