HOMILIA. DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO. 20 OCTUBRE 2013
Perseverancia, insistencia, oración
Hay en el campo del espíritu una peligrosa enfermedad que desvirtúa el encanto de las cosas: es la rutina. El cansancio es generalmente una lacra de todo lo humano. Lo que un día fue deseo febril o posesión gozosa puede degenerar en aburrimiento. Esto sucede en el trabajo, en la vida profesional, en la vida matrimonial, en el trato con Dios por la oración. Las verdades que un día enardecían y hacían sentir cercano a Dios, pueden convertirse en tópicos que ya no dicen nada. Entonces se abandona la oración. "Dios no me hace caso; Dios no me oye". Es la desilusionada queja de quienes pueden sufrir una enfermedad, o pasan por una mala racha, o no tienen suerte con los hijos, o no les salen las cosas. Entonces dejan de rezar no sin negativas consecuencias.
Perseverancia, insistencia, oración
Hay en el campo del espíritu una peligrosa enfermedad que desvirtúa el encanto de las cosas: es la rutina. El cansancio es generalmente una lacra de todo lo humano. Lo que un día fue deseo febril o posesión gozosa puede degenerar en aburrimiento. Esto sucede en el trabajo, en la vida profesional, en la vida matrimonial, en el trato con Dios por la oración. Las verdades que un día enardecían y hacían sentir cercano a Dios, pueden convertirse en tópicos que ya no dicen nada. Entonces se abandona la oración. "Dios no me hace caso; Dios no me oye". Es la desilusionada queja de quienes pueden sufrir una enfermedad, o pasan por una mala racha, o no tienen suerte con los hijos, o no les salen las cosas. Entonces dejan de rezar no sin negativas consecuencias.
¿Es verdad que Dios no nos oye?
Para los que se desaniman y abandonan la oración propuso Jesús la parábola del
Evangelio de hoy: la insistencia de una viuda ante un juez irresponsable.
Nos ayuda la primera lectura:
Moisés es el gran mediador. Como Abrahán cuando tuvo que vérselas con Dios que
quería destruir Sodoma o como los grandes profetas bíblicos que suplicarán a
Dios para que se apiadara de su pueblo, Moisés es presentado en este texto como
aquel que no cesa de interceder. El creyente no abandona la oración, sino que
ora día y noche.
El tema de la oración, como el de
la riqueza, es recurrente en San Lucas. El objetivo de la parábola del injusto
juez y de la viuda "impertinente" es para explicar que tenían que
orar sin desanimarse.
Una viuda en la cultura del tiempo
de Jesús era una "doña nadie". La mujer viuda se siente, pues,
desvalida. Esta situación le lleva a clamar justicia a tiempo y a destiempo. No
le importan los "noes" ni el vacío del juez ante quien clama. Le
importa que es lo único que puede hacer y, mientras implora justicia, le queda
la confianza de alcanzarla. El silencio del juez y los desplantes no logran
callarla. Insiste, no se desanima.
La actitud de la viuda es la que
pone Jesús como ejemplo de oración constante a los discípulos. Y la razón es
que "aun en el caso de que Dios fuera injusto" acabaría atendiendo el
lamento. ¡Cuánto más si Dios es justo y bueno!
¿Qué es lo que mantiene en la
perseverancia a la viuda? La viuda está indefensa. Ella lo sabe. Su única
defensa es la insistencia.
Perseverancia, insistencia, orar
siempre son actitudes que en nuestra sociedad no son muy bien comprendidas.
Estamos acostumbrados a soluciones rápidas, inmediatas. "Yo no repito las
cosas dos veces"... Preferimos aguantarnos, callarnos, quizá quedarnos sin
nada antes que insistir. No está bien eso de insistir.
El mensaje de Jesús es bien
diferente: la insistencia. Para insistir conscientemente una y otra vez hay que
tener confianza. Insistir es una forma de creer en aquel a quien nos
dirigimos... Si a Dios no le molesta la insistencia del creyente es porque en
esa insistencia hay confesión de necesidad y confesión de fe. La fe capaz
de insistir es la que, termina la parábola, es difícil encontrar en este mundo.
Parece que enseguida cambiamos la
oración por el reproche: "Te lo he pedido no sé cuántas veces y no me
escuchas", "Ya he dejado de pedírselo porque no me hace caso".
Así somos.
Dios sale de su silencio si
nosotros no entramos en él. No puede soportar por largo tiempo nuestra súplica
si es continua y esperanzada. La convicción de que Dios está interesado en
nosotros ha de ser mayor que los intereses que nos llevan a él.
Pablo, en la segunda lectura, hace
hincapié en que la proclamación de la Palabra forma parte esencial de la misión
de la Iglesia. Se trata de un anuncio que va de boca a oído, a la vez que de
corazón a corazón y de testimonio a testimonio. La vida se acompaña con la
razón del porqué y de las razones profundas que hacen vivir así.
Sería una equivocación pensar que
nuestra oración solo es eficaz cuando conseguimos lo que hemos pedido a Dios.
La oración cristiana es "eficaz" porque nos hace vivir con fe y
confianza en el Padre y en actitud solidaria con los hermanos.
La oración es "eficaz"
porque nos hace más creyentes y más humanos. Nos abre los oídos del corazón
para escuchar con más sinceridad a Dios. Va limpiando nuestros criterios y
nuestra conducta de aquello que nos impide ser hermanos. Alienta nuestro vivir
diario, reanima nuestra esperanza, fortalece nuestra debilidad, alivia
nuestro cansancio.
El que aprende a dialogar con Dios
y a invocarlo "sin desanimarse", como nos dice Jesús, va descubriendo
dónde está la verdadera eficacia de la oración y para qué sirve rezar.
Sencillamente para vivir.
Toma tú la iniciativa de
nuestros encuentros, Señor.
Sé tú el que provoque la oración,
el que me impulse a retirarme,
el que me hable al corazón para
gustar de ti,
el que me enseñe a alcanzar tu
conocimiento
y el que no me deje despistarme
con frivolidades.
Sabes que soy frágil, Señor,
vuélveme fiel a ti.
Que así sea.
Alex Alonso Gilsanz
Párroco de Santiago Apóstol. Ermua -Vizcaya-
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