“Es
la hora del Angelus”
La
oración que tiene como base la salutación del Angel a María y que tan
fuertemente está arraigada en la religiosidad popular nos introduce de pleno en
uno de los mayores Misterios de la
Historia de la
Salvación : la
Encarnación.
Lo
que en apariencia es un sencillo y entrañable ejercicio de piedad mariana es,
como se nos recuerda en la Exhortación Apostólica Marialis cultus, la oración por la que "mientras conmemoramos
la encarnación del Hijo de Dios, pedimos ser conducidos por su pasión y su cruz
a la gloria de la resurrección".
Su
estructura fundamental es el Ave María
que nace de la contemplación del relato lucano de la Anunciación y que a su vez
está íntimamente ligado al de la Visitación. No obstante la sencillez de su formulación,
el desarrollo de la misma hasta culminar en la armonía y simplicidad de la
actual forma ha llevado varios siglos.
"Es
la hora del Angelus" decíamos, pero ¿cual es realmente esa hora, ese
tiempo? El rezo del Ave María como
meditación del saludo del Angel a la Bienaventurada
Madre de Dios era parte integrante de la Liturgia del IV Domingo
de Adviento; también podía encontrarse la triple invocación del Ave en la anáfora de diversas Fiestas
litúrgicas. En el ámbito monástico, esta plegaria encontró su
"tiempo" tras el toque de las campanas que anunciaban la hora de
Completas, la hora en que se creía había tenido lugar el anuncio del Angel: el Angelus de la tarde, que en el siglo XIV
ya convenía en que se rezara de rodillas, con toda reverencia, por tres veces
el Ave María con el texto más antiguo
y difundido ya en aquel tiempo en la Santísima Annunziata
de Florencia, el textus receptus que
decía así "Ave, dulcissima et immaculata virgo Maria: gratia plena,
dominus tecum: benedicta tu in mulieribus et benedictus fructus ventris tui
Jesus. Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis nunc et in hora mortis.
Amen."
La
costumbre monástica montecasinense de rezar tres Ave Maria cuando la campana llamaba a la hora Prima, ya existente
en el siglo XIII, quedó refrendada sin dificultad con el mandato del obispo de
Parma de rezar conjuntamente tres Padrenuestros
con las tres Ave Maria al toque
matutino y, aún más reforzada por Bonifacio IX en un Breve en que indica que
saludar por la mañana a Santa María es contemplarla como "stella
matutina", intercesora ante Aquel a quien Ella engendró.
Por
último, el Angelus de mediodía, se
remonta a mediados del siglo XV en que a la costumbre establecida del toque de
campana del viernes a mediodía en memoria de la Pasión del Señor se unió la
bula de Calixto III ordenando que al toque de campana se añadiera, diariamente,
el rezo del Padrenuestro y el Ave Maria
implorando la paz en la cristiandad y celebrando la victoria sobre los turcos
del defensor de Belgrado Janos Hunyadi, a quien el Papa concedió el título de Christianae fidei defensor.
Como
antes decíamos, llevó algunos siglos que la oración del Angelus alcanzara su forma actual. En el siglo XVI se separaron las
tres Ave María mediante los tres
versículos bíblicos, tal como lo conocemos ahora, de profundo contenido
teológico, y la oración conclusiva Gratiam
tuam nos sitúa en el mismo corazón del misterio pascual.
El
primero de estos versículos (cuya primera palabra da nombre a este piadoso
ejercicio) nos presenta a María como la primera receptora del Evangelio, la hija de Sión recibe el anuncio y la
realidad de la Encarnación
del Mesías prometido en su propio seno. En la segunda antífona, el Fiat de María en puro acto de fe,
aceptación y total disponibilidad posibilita lo enunciado en el tercer
versículo y en el prólogo del Evangelio de Juan: El Verbo se hace hombre
sellando así la intervención salvífica de Dios en la Historia. El anonadamiento de
Dios, misterio profundísimo, lleva inexorablemente a la cruz dado que la Encarnación está
enfocada a la Pasión ,
Muerte y Resurrección del Hijo de Dios, a la Redención.
El
sí de María es la inauguración de la Nueva Alianza.
V. Ángelus Dómini nuntiávit Maríae. R. Et concépit de Spíritu Sancto.
Ave María.
V. Ecce ancílla Dómini.
R. Fiat mihi secúndum verbum tuum.
Ave María.
V. Et Verbum caro factum est.
R. Et habitávit in nobis.
Ave María.
V. Ora pro nobis, sancta Dei Génitrix.
R. Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.
Orémus:
Grátiam tuam, quaésumus, Dómine, méntibus nostris infúnde: ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui Incarnatiónem cognóvimus, per Passiónem ejus et Crucem ad Resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúmdem Christum Dóminum nostrum.
R. Amen.
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