HOMILIA. DOMINGO XXVIII TIEMPO ORDINARIO. 13 OCTUBRE 2013
EL QUE RECIBE EL DON DE DIOS, DEBE SER AGRADECIDO
La voluntad divina
de salvar a todo el mundo ya se mostró en el Antiguo Testamento, tal como hemos
escuchado en la primera lectura, donde Naamán., un pagano de Siria, es curado
por el profeta Eliseo y hace una confesión de fe: "Ahora reconozco que no
hay Dios en toda la tierra más que el de Israel" Y es Jesús, del linaje de
David, quien la llevará a cabo por su muerte y resurrección. El evangelio de
hoy también es como un anticipo.
Con el relato de los
diez leprosos comienza la última parte del discurso de Jesús camino de
Jerusalén. En la segunda parte la preocupación era cómo salvarse y quién se
salva. La tercera parte la dedica el relator del Evangelio a presentar ejemplos
de personas salvadas.
En términos
estadísticos y en lenguaje deportivo el resultado final de esta curación es
decepcionante: 1-9 (uno contra nueve). Nueve ingratitudes contra un
agradecimiento. Se pueden buscar interpretaciones, disculpas, pero el resultado
queda inamovible. Nueve regresaron a los suyos gritando: ¡suerte!. Uno volvió a
Jesús para decir: ¡gracias!. En su curación vio el signo del amor de Dios y se
creyó en la obligación de volver a dar gracias.
El agradecimiento es
una virtud humana y cristiana fundamental. "Es de bien nacidos ser
agradecidos", consagra la sabiduría popular. A dar gracias se aprende. Los
padres enseñan a sus hijos a dar gracias: "¿Cómo se dice? ¿Le has dado ya
las gracias? ¡Dile: gracias!" Y poco a poco vamos aprendiendo que
hay intervenciones de otros que exigen una respuesta nuestra de gratitud. Nos
sale más espontáneo pedir que dar gracias. Y la acción de gracias es esencial
porque es una confesión de reconocimiento del otro, establece una relación con
el otro y nos aleja de aislarnos en nuestro propio territorio: "Como ya he
alcanzado lo que quería, lo demás, los demás no me importan".
En nuestra
civilización mercantilista cada vez hay menos lugar para lo gratuito. Todo se
intercambia, se presta, se debe o se exige. En este clima social la gratitud
desaparece. Cada cual tiene lo que se merece, lo que se ha ganado con su propio
esfuerzo. A nadie se le regala nada.
Algo semejante puede
suceder en la relación con Dios si la religión se convierte en una especie de
contrato con él: "Yo te ofrezco oraciones y sacrificios y tú me aseguras
tu protección. Yo cumplo lo estipulado y tú me recompensas". Desaparecen
así de la experiencia religiosa la alabanza y la acción de gracias a Dios,
fuente y origen de todo bien.
Recuperemos
hermanos la gratuidad, origen y fuente de todo. Para vivir de manera
agradecida es necesario reconocer la vida como buena; mirar el mundo con amor y
simpatía; limpiar la mirada cargada de negativismo, pesimismo o indiferencia
para apreciar lo que hay de bueno, hermoso y admirable en las personas y en las
cosas. Cuando San Pablo dice que "hemos sido creados para alabar la gloria
de Dios", está diciendo cuál es el sentido y la razón más profunda de
nuestra existencia.
Qué bello y acertado
lo que el Papa Francisco, en su visita a Asís, dijo a las clarisas.: "Las
monjas de clausura están llamadas a ser rotundamente humanas, al goce de la
vida. Son personas que saben perdonar, que entienden el sufrimiento humano.
Vuestra humanidad viene por vuestro camino. ¿Y cuál es el sueño de una
religiosa? La gloria.
Me
entristece -añadió- cuando me encuentro hermanas
que no son felices. Que sonríen pero como una asistenta, no con la sonrisa que
viene de dentro. Siempre con Jesucristo. Hoy, en la misa, recordé que San
Francisco había contemplado el crucifijo con los ojos abiertos, con el corazón,
con la sangre. Esta es vuestra contemplación: la realidad de Jesucristo, no
como una idea abstracta, porque seca la cabeza. Siempre con Jesús, Dios y
hombre". 4-10-2013
Os invito a orar con
la segunda lectura de hoy de San Pablo a Timoteo: "Es doctrina segura: Si
morimos con El, viviremos con El. Si perseveramos, reinaremos con
El..." Solo el amor es capaz de generar amor.
El cristiano
agradecido sabe que su vida entera es don de Dios. Si partimos de que EL NOS AMÓ PRIMERO, todo lo demás es
un puro regalo y nos obliga a estar en continua acción de gracias. ¿Qué sentido
tendría nuestra Eucaristía si no reconociéramos que Dios ha derrochado amor
hasta entregar a su Hijo por nosotros?.
El célebre moralista
B. Häring dice esto: "La Iglesia será cada vez más una Iglesia curadora
cuando sea una Iglesia más glorificadora y eucarística. Es el camino de la
salvación: siempre y en toda ocasión es digno y justo dar gracias a Dios y
alabarle"
Que así sea.
Alex Alonso Gilsanz
Párroco de Santiago Apóstol. Ermua -Vizcaya-
No hay comentarios:
Publicar un comentario