UNA PROFECÍA ARRIESGADA (2)
Jerusalén era toda ella una fortaleza con sus tres murallas bien
compactas, y habitada por judíos dispuestos a todo en su defensa. En la ciudad
nueva y en la fortaleza Antonia, los temibles sicarios de Simón. En la ciudad
baja o vieja y en el Templo, los fanáticos zelotes de Gischela.
Los romanos establecieron campamentos tanto al este como al oeste. El
general Tito, desde el Monte de los Olivos, y con Flavio Josefo tomando nota,
contempló la devastación de la ciudad. Los arietes romanos no podían con el
tamaño ciclópeo de las piedras del Templo. Aquellas que causaron la admiración
de los discípulos y otros en aquella conversación. Se luchó cuerpo a cuerpo. A
finales de agosto, los romanos habían conseguido el control de todo el patio
exterior del templo.. Los zelotes se refugiaron en el patio interior. En el
Sancta Sanctorum se creyeron ellos seguros porque para ellos el lugar era
inviolable. Allí tuvo lugar el último sacrificio vespertino el día seis o nueve
de agosto, según calendarios, a las tres de la tarde. Fue entonces cuando se desató
el mayor de los incendios. Los romanos se apoderaron del gran tesoro de los
judíos: miles de libras de oro, plata, piedras preciosas y joyas de todo tipo.
Un gran tesoro...
Los judíos se refugiaron entonces en la ciudad Alta (palacio de
Herodes), y por fin después de cinco meses de asedio, durante el cual los
sitiados llegaron a comer sus propios cadáveres, se rindieron sin que los
romanos les concedieran ninguna negociación. Los romanos, para evitar que
alguien se escondiera entre los árboles y poder huir por la noche, hicieron
talar todos los árboles que rodeaban la ciudad, entre los que se supone caerían
los olivos del huerto de Getsemaní. Bajando la ladera del Monte de los Olivos,
Jesús lloró en su dia, previendo la devastación en el lugar donde se levanta la
basílica del "Dóminus flevit" y donde .para contemplar la ciudad
santa, no hay otro sitio mejor. "Los que estén en la ciudad que se alejen; los
que estén en el campo, que no entren en la ciudad, porque serán dias de
escarmiento.." había
advertido Jesús. Jerusalén cayó en septiembre, y se cumplió otra cicunstancia
prevista también por Jesús: "Pedid que no caiga en invierno... "(Me. 13,18)
Hasta qué punto quedó Jerusalén sitiada por los ejércitos, y el
tipo de asedio que hubo que hacer, lo demuestra el hecho de que los romanos
tuvieron que construir un muro alrededor de la ciudad, para rendir por hambre y
sed a sus habitantes, e impedir que nadie escapara.
Ángel Aguirre
Alvarez.
Consiliario.
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