MORAL
FUNDAMENTAL Y ESPECIAL (4)
Por José Ma Catret Suay
Posteriormente, el pensamiento jurídico romano reconoce también la
existencia de la L.N. Veamos este precioso texto de Cicerón: -"Ciertamente
existe una ley verdadera, de acuerdo con la naturaleza, conocida de todos,
constante y sempiterna, a la que no es lícito agregarle ni quitarle nada. No se
puede disolver por el Senado o por el pueblo. No existe una ley en Roma, otra
en Atenas, otra ahora y otra en el futuro, sino que es una misma, eterna e
inmutable, que sujeta a toda la humanidad y en todo tiempo. Quien no la
guardase traiciona a sí mismo y a la naturaleza humana". (Año 106 antes de
Cristo nace Cicerón).
Ya en el s. XVIII d. C. el filósofo Kant
dice: "Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto: el cielo
estrellado y la ley moral que hay en mí. Esta segunda empieza en mi invisible
yo, en mi personalidad, solo penetrable por el entendimiento".
No voy a citar a nuestros padres de la Iglesia, nuestros filósofos y
teólogos cristianos, pues todos están contemplando esa Ley Natural, que recoge
el Magisterio de nuestra Iglesia. En base a esa L N. podemos juzgar si una
declaración de derechos humanos está bien formulada o no; podemos estimar si
una ley es justa o injusta; podemos tener una posición crítica sobre
actuaciones políticas, y en definitiva, crear un ambiente de respeto, de
esperanza y de justicia. (Hernández Gil, "De nuevo sobre el derecho
natural"(1985).
Pero como dice D. Aurelio Fernández, (a
quien cité al principio), la Moral católica no es sólo la de la Ley Natural,
sino que además sigue el Evangelio, las palabras de Cristo, su explicación del
Decálogo. Es decir, se basa en lo que se llama LEY DIVINA. Basándose en esta
ley, y en la Tradición de la Iglesia cristiana, el Magisterio de nuestra
Iglesia Católica tiene dadas también unas normas que se conocen con el nombre
de LEY ECLESIÁSTICA, que se recopilan en el Código de Derecho Canónico. Aparte
está la LEY CIVIL, que es la que dictan los Estados y que, si son justas, obligan
en conciencia a los ciudadanos.
Nuestra Moral Cristiana, la que debemos aceptar por cuanto hemos dicho
anteriormente, nos obliga en conciencia. Esta conciencia, si está bien formada,
es decir, si no está deformada como decíamos anteriormente, por malos ejemplos,
por falsas normas, por comodidad, egoísmo, etc. nos dirá encada caso (aunque
hay algunos más difíciles) lo que es correcto o no. Cualquier ser humano está
obligado por las normas que surgen de la Ley Natural. Nosotros, ADEMÁS, por las
de la Ley Divina y la Ley eclesiástica.
Nuestra Moral católica, a diferencia de
la Ética civil o moral basada en normas de la ley natural, habla no solo de
delitos y faltas, de circunstancias eximentes, agravantes o atenuantes, sino
que usa dos conceptos que no se suelen mencionar.
VIRTUDES y PECADOS. Partiendo de la base
de que hemos de seguir a Cristo, nuestra conducta ha de adquirir virtudes, que
son la disposición habitual y firme de hacer algo bueno. Es un hábito, una
costumbre racional y conveniente. La virtud procura que una persona dé lo mejor
de sí mismo, como se escucha en las palabras de Cristo, y se glosa por los
apóstoles, por San Pablo en sus cartas, por los Padres de la Iglesia. Hay unos
preciosos y precisos textos de S. Pablo que voy acopiar, pues son muy completos
y expresivos:
"Vosotros, pues, como elegidos de
Dios, santos y amados, revestios de entrañas de misericordia, bondad, humildad,
mansedumbre, longanimidad, soportándoos mutuamente siempre que alguno diere a
otro motivo de queja. Y la paz de Cristo reine en vuestros corazones"
(Col. 3,12-15).
"Por lo demás, hermanos, atended cuánto hay de verdadero, de
honorable, de justo, de puro, amable, laudable, de virtuoso y digno de
alabanza; a eso estad atentos y practicad cuanto habéis aprendido y recibido y
habéis oído y visto en mí, y el Dios de la paz será con vosotros" (Fil
4,8). (Continuará)
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