San Gregorio Magno, Homilía 17 sobre los evangelios (1-3: PL 76, 1139)
El Señor viene detrás de sus
predicadores
Nuestro Señor y Salvador, hermanos muy amados, nos
enseña unas veces con sus palabras, otras con sus obras. Sus hechos, en efecto,
son normas de conducta, ya que con ellos nos da a entender tácitamente lo que
debemos hacer. Manda a sus discípulos a predicar de dos en dos, ya que es doble
el precepto de la caridad, a saber, el amor de Dios y el del prójimo.
El Señor envía a los discípulos a predicar de dos en
dos, y con ello nos indica sin palabras que el que no tiene caridad para con los
demás no puede aceptar, en modo alguno, el ministerio de la
predicación.
Con razón se dice que
los mandó por delante a todos los
pueblos y lugares adonde pensaba ir él. En
efecto, el Señor viene detrás de sus predicadores, ya que, habiendo precedido la
predicación, viene entonces el Señor a la morada de nuestro interior, cuando
ésta ha sido preparada por las palabras de exhortación, que han abierto nuestro
espíritu a la verdad. En este sentido, dice Isaías a los predicadores:
Preparadle un camino al Señor; allanad una calzada para nuestro Dios. Por
esto, les dice también el salmista: Alfombrad el camino del que sube sobre el
ocaso. Sobre el ocaso, en efecto, sube el Señor, ya que en el declive de su
pasión fue precisamente cuando, por su resurrección, puso más plenamente de
manifiesto su gloria. Sube sobre el ocaso, porque, con su resurrección, pisoteó
la muerte que había sufrido. Por esto, nosotros alfombramos el camino del que
sube sobre el ocaso cuando os anunciamos su gloria, para que él, viniendo a
continuación, os ilumine con su presencia amorosa.
Escuchemos lo que dice el Señor a los
predicadores que envía a sus campos: La mies es abundante, pero los
trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores
a su mies. Por tanto, para una mies abundante son pocos los trabajadores; al
escuchar esto, no podemos dejar de sentir una gran tristeza, porque hay que
reconocer que, si bien hay personas que desean escuchar cosas buenas, faltan, en
cambio, quienes se dediquen a anunciarlas. Mirad cómo el mundo está lleno de
sacerdotes, y, sin embargo, es muy difícil encontrar un trabajador para la mies
del Señor; porque hemos recibido el ministerio sacerdotal, pero no cumplimos con
los deberes de este ministerio.
Pensad, pues, amados hermanos, pensad bien en lo
que dice el Evangelio: Rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su
mies. Rogad también por nosotros, para que nuestro trabajo en bien vuestro
sea fructuoso y para que nuestra voz no deje nunca de exhortaros, no sea que,
después de haber recibido el ministerio de la predicación, seamos acusados ante
el justo Juez por nuestro silencio.
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