“El
IBI de la Iglesia ”
Cuando
el Estado se ve en bancarrota porque se le escapan los duros por múltiples
fisuras (modo fino de llamar a políticos rastreros y derrochadores), la boca se
le hace agua pensando en las dentelladas que puede dar a la Iglesia , del mismo modo
que el emperador Valeriano no veía la hora de echar mano a los “fabulosos
tesoros” eclesiales del siglo III, aquello que culminó en la orden del Sumo
Pontífice Sixto II a su Diácono Limosnero Lorenzo de entregar todos los bienes
comunes a quien realmente le habían sido destinados y para quien estaban siendo
guardados: al pueblo de Dios, a la
Iglesia.
Esos
bienes que, como se nos dice en Hechos de los Apóstoles “los discípulos lo
tenían todo en común”, han sido durante siglos el sostén efectivo de los más
desprotegidos aunque el paso del tiempo no ha hecho que los pensamientos más
impíos comprendieran, que los políticos y filósofos imbuidos de la idea de la
superioridad del Estado sobre el Hombre aceptaran que el bien mayor es el de la
caridad. Su visión cavernaria de “las riquezas de la Iglesia ” mueve toda la
avaricia de esa clase de gente y le hace cometer todo tipo de felonía.
La desamortización
de Mendizábal sólo era uno más de los muchos expolios sufridos por la Iglesia. Y ahora, de nuevo
aparece la sombra del castigo económico y el afán recaudatorio: ¡hay que exigir
a la Iglesia
el pago del Impuesto! Vale, veamos lo que “le toca pagar” a la Iglesia … pero veamos
también lo que la Iglesia
ahorra al Estado, en cifras, en cifras reales:
En Centros de enseñanza,
Hospitales, Ambulatorios, Dispensarios, Asilos, Centros de Minusválidos, etc.
En Centros de re-educación para
marginados sociales, Orfanatos, etc.
En Gasto de Cáritas, Manos
Unidas, Obras Misioneras Pontificias - Domund (sostenidos por las donaciones de
los españoles…en esto la
Iglesia le ahorra al Estado 14.502, 25 millones de Euros al año, en cifras de la Conferencia Episcopal
Española.
Ah,
y todo ello sin cuantificar cual sería el coste si hubiera que pagar por el
trabajo realizado a todos esos miles de voluntarios, laicos, sacerdotes o de
institutos religiosos que se ocupan de ello sin esperar nada a cambio sino por
pura caridad evangélica.
También
está la conservación del Patrimonio Histórico-Artístico, que si de todo esto
hubiera de ocuparse el Estado…
Cuando
se oye hablar a todos esos insensatos de las riquezas del Vaticano, de nuestros
templos, de nuestros monasterios… hay que ponerse a temblar ante la posibilidad
de que todo se solucione con un nuevo expolio o retomando la persecución
religiosa como deporte nacional.
¡Que Dios nos
pille confesados!
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