“De
mulas y bueyes”
La
cantidad de mulos que, con tal de hacer daño a la figura del Sumo Pontífice y
con ello a la Iglesia, no para mientes en demostrar su ignorancia arrastrando a
otros en su perfidia, es descomunal. La polémica está servida. Los sectores más
irreductiblemente anti-cristianos, seguramente sin haber leído el último libro
de Benedicto XVI sobre la Infancia de Jesús, han lanzado el bulo de que el Papa
se opone a la colocación de esas figurillas tan entrañables, que son la mula y
el buey, en nuestros belenes caseros.
Fue en 1223
cuando San Francisco, enamorado de los Misterios de Cristo, exaltado con el
pensamiento de la humildad de todo un Dios hecho hombre, recordando cómo vino
Dios al mundo y los suyos no lo reconocieron, amparándose en el libro de Isaías,
nos puso el primer belén de la Historia. El bienaventurado Francisco, pocos
años antes de su muerte, en su deseo de recordar, de revivir el Nacimiento de
Nuestro Señor, encontró la forma de “contemplar” el pobre y humilde
Advenimiento de Dios al mundo y encargó a un honorable ciudadano de la región
de Greccio preparar dicho belén que, además de servir de bálsamo a su bondadoso
corazón hiciera las veces de catequesis para los feligreses de la región.
Siguiendo las
recomendaciones del Santo, el buen Juan ubicó en el “Portal”, junto a los
personajes evangélicos, dos animales que, como arriba decíamos, tenían la
misión de recordarnos que Jesús no fue reconocido como Mesías e Hijo de Dios
verdadero en su Venida al mundo; al contrario, fue ignorado por aquellos que
anhelaban que surgiera en las gradas de un trono o en la estirpe sacerdotal.
Francisco encontró en Isaías 1, 3 su motivo de contemplación
para aquellas Navidades “Conoce el buey
a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no
discierne.” Y, en efecto, es la falta
de discernimiento lo que conduce a gente sin escrúpulos a criticar lo que no
conocen; a negar lo que es evidente; a poner siempre en duda el Magisterio del
Papa y de la Iglesia, confiados como están en el dominio de “las masas” por
medio de su embrutecimiento.
Esos mismos, son los que andan poniendo renos por
todos lados mientras esperan la venida de personajes, antaño muy noblemente
vistos y hoy en día desvirtuados. Lo único que esperan es tener unos días de
vacaciones para ir a una estación de esquí, mientras el trineo del coca-colero “Santa”,
viene a embutirles sacos de regalos por la inexistente chimenea.
Mientras,
Dios sigue naciendo en los corazones hechos pesebre de sus humildes, del Resto,
de los elegidos…
Mª
del Carmen Feliu Aguilella
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