CUARTO DOMINGO
Es significativo que la vida de San José fue una plena alternativa entre dolores y gozos. Quizá una alternancia ejemplar para nosotros, llena además de un profundo sentido consolador.
Mateo nos cuenta el primer dolor y gozo de José en este cuarto domingo, lleno además de un profundo sentido consolador.
Así el primer dolor de San José nos lo cuenta Mateo (1, 18): "Estando desposada su Madre, María, con José, antes de que conviviesen, se encontró que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo" (Mt 1, 18). Y el mismo evangelista nos cuenta la sorpresa y perplejidad de José ante esa concepción de su esposa cuya virtud conocía José sobradamente. También el evangelista nos cuenta la integridad excepcional de José que, ante esa noticia singular y siendo hombre de excepcional nobleza y santidad y sintiéndose obligado a obrar bajo la ley de Dios, resolvió en su corazón dejarla privadamente y evitarle la infamia pública. Eso sí, asumiendo el dolor y la perplejidad derivados de la noticia.
Y he aquí que Dios, contemplando esa generosidad heroica interviene de nuevo y le manda un ángel en sueños, que le revela a José sus designios: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo." (Mt 1, 20) Y la paz y la luz volvieron al alma del justo José y todas sus dudas desaparecieron, y se convirtió en un hombre distinto, como señala San Pablo a los efesios: "se convirtió en depositario del misterio escondido desde siglos en Dios" (Ef 3,9).
Aquí un mensaje para cualquiera de nosotros: nos ayuda a comprender que vale la pena servir a Dios a pesar de las dificultades, dolores y pruebas.
Lucas evangelista también alterna con Mateo y aporta aquí su grano de arena: "Cuando se cumplieron los ocho días para la circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno" (Le 2, 1). Con la circuncisión se le imponía el nombre.
Y de nuevo volvemos a las palabras del ángel en Mt 1, 21: "Le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo de sus pecados".
Y José de nuevo oscila entre el dolor que aquella ceremonia causaba en el divino Hijo y el gozo de saber que aquel Niño derramaría hasta la última gota de sangre para llevar a cabo la salvación de todos los humanos que creyeron en El.
Cumple finalmente, en este cuarto domingo recordar la presentación de Jesús en el Templo, como señala Le 2, 22: "Cumplidos los días de su purificación según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor". Y asimismo su encuentro con el anciano Simeón y las palabras de éste a su divina Madre, tras bendecirlos: "Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y para signo de contradicción; y una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones". Simeón le descubre aquí la mala acogida que su Hijo tendrá en Israel y el dolor que por esto ella habrá de sufrir.
Y asimismo José está asociado a ese dolor, en la medida en que a un padre le es posible estar asociado en la vida de su hijo, y aquel día José intuyó el dolor del Hijo y de su esposa, y los asumió como suyos.
Por Francisco Pellicer Valero
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