EL BAUTISMO
I. SIGNOS Y SIMBOLOS.-
El ser humano, que es a la vez espiritual y corporal, no solo conoce las realidades materiales sino que es capaz también de percibir y expresar las realidades espirituales mediante signos, símbolos y gestos.
La experiencia religiosa ha utilizado siempre en todas las culturas el
lenguaje simbólico como mediación del encuentro con la divinidad.(1).
II.- NOCIONES.-
El Bautismo es un sacramento instituido por Jesucristo, que devuelve al
hombre la amistad con Dios perdida por el pecado original, mediante una
regeneración espiritual obrada por el agua y el Espíritu Santo. El Bautismo es
el fundamento de toda la vida cristiana y la puerta que abre el acceso a los
otros sacramentos.(2).
El
Bautismo cristiano se prepara en el Antiguo Testamento y se funda en el propio
Bautismo de Jesús., recibe su poder de la muerte y Resurrección de Cristo y
también de la misión del Espíritu Santo, y se administra por encargo y con el
poder del Señor resucitado y glorificado.(3).
En los primeros siglos de la iglesia
Bautismo-Confirmación-Eucaristía se adminis-traban conjuntamente en una
liturgia continuada y única. Rimada por etapas, toda la iniciación cristiana,
bajo la presidencia del Obispo, era a la vez acción y descubrimiento del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo: profesión de fe y baño del agua (Bautismo), unción
del crisma e imposición de manos (Confirmación). Consagración y Comunión
(Eucaristía). Los tres momentos en una misma noche.(4).
III. SU
ESTRUCTURA TEOLOGICA.-
En todos los Sacramentos encontramos los siguientes
elementos: El signo sacramental, el carácter y la gracia.
A).- En el Bautismo, el signo sacramental consiste en
un elemento material, el agua, y un elemento formal, que son las palabras
pronunciadas por el ministro.
B).- Por el carácter sacramental se incorpora el
cristiano a la Iglesia y hecho miembro del Cuerpo místico de Cristo, pasa a
formar parte del Pueblo de Dios, con una misión concreta que debe realizar a lo
largo de su vida (L. G. nº 11).
C).- Por la gracia recibida, el cristiano se configura
con Cristo, su modelo, de modo especial con su muerte y su Resurrección. Esta
doble incorporación a Cristo y por El a la Trinidad y a la Iglesia, es el hecho
fundamental sucedido en el Bautismo, que transforma radicalmente y para siempre
la vida humana.(5).
IV.-
HIJOS DE DIOS POR ADOPCION.-
Puesto que en el Bautismo hemos sido injertados
en el misterio pascual de Jesucristo, en
su muerte y en su Resurrección (Rom 6, 3-5; Col. 2,12), los cristianos debemos
morir al pecado y vivir para Dios. Así el Bautismo es el fundamento de la vida
cristiana; sólo estando unidos a través del Espíritu podemos ser hijos de Dios
por adopción (Ef 1,5; Gal 4,5; Rom 8,15).
Pero la adopción con que Dios nos hace hijos es muy
distinta de la adopción que se acostumbra entre los hombres. Entre nosotros es
una simple cuestión de Derecho, en virtud de la cual un extraño es incorporado
a una familia, adquiriendo la consideración de hijo y hasta el apellido y el
derecho a la herencia, pero no se le cambia en nada físicamente la naturaleza;
el adoptado seguirá teniendo genes distintos de los que tienen los adoptantes .
Lo sorprendente de nuestra adopción filial por parte
de Dios, es que de hecho nos eleva sobre nuestra condición humana, al hacernos
partícipes de una nueva vida, la que Cristo ha recibido del Padre (Jn 6,57) y
herederos con El de la vida eterna (Gal 4,7; Rom 8,17).(6).
V.- EL
SACERDOCIO DE LOS FIELES.-
Los
fieles cristianos, por estar incorporados a Cristo mediante el Bautismo y
constituidos en Pueblo de Dios, son hechos participes de la función sacerdotal,
profética y real de Jesucristo. De esta manera ,el Bautismo funda el sacerdocio
común de todos los cristianos.(7).
(1) Catequesis diócesis de Valencia
sobre el Espíritu Santo, o. c .pág. 80.
(2) C.I.C., o. c., pág. 284.
(3) Catecismo Alemán. Ed. B.A.C.
Madrid 1990 pág. 363.
(4) Sebastián Fuster: El Espíritu Santo. Ed. Edibesa, 1998.
Madrid, pág. 53.
(5) J.A. Loarte González G.E.R.
Vol.III, págs. 798 s.
(6) Muñoz Iglesias: El Espíritu Santo, o. c. pág. 98.
(7) Lumen Gentium, Nº 31.
Por Francisco Pellicer Valero
Fotografía: Mª del Carmen Feliu Aguilella
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