LA ORACION DEL PADRE NUESTRO (XIV)
DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DIA (II)
III.- “DANOS”
el pan.-
Jesús
nos enseña en la oración dominical que hemos de pedir el pan. Pero esto no
quiere decir que hemos de esperar que caiga del cielo. Ya en el comienzo de la
Creación, el Señor puso la tierra al servicio del hombre para que la trabajara
(Gen 1,28). El hombre para conseguir el pan, ha de cultivar los campos, sembrar
el grano, cuidar la espiga, hacer la trilla, convertir el grano en harina,
amasarla y cocer el pan. ¿No es, pues, el trabajo del hombre el que trae el pan
a la mesa? ¿Para qué pedírselo a Dios?.
Es verdad que el esfuerzo humano es indispensable para
conseguir el pan; pero tengamos en cuenta que el hombre depende de muchas
condiciones previas, ante las cuales se siente impotente y tiene que confiar en
la providencia. Porque:
- es Dios quien nos da las estaciones favorables de
tiempo y de lluvia;
- es Dios quien garantiza las fuerzas con que
trabajar;
- es Dios quien hace crecer misteriosamente la
semilla;
- es Dios el Señor de la Creación, que nosotros
modificamos con nuestro trabajo, pero sin poder crearla.
En cada pedazo
de pan hay, pues, una mayor presencia de la “mano” de Dios que no de la mano
del hombre. ¡El creyente tiene razón en pedir el pan al Padre del Cielo¡ (Boff,
o.c. p. 110-111).
IV.- Danos
“HOY” nuestro pan.-
Pedimos tan sólo el pan para “HOY” porque sólo el hoy
nos pertenece. El futuro no está en nuestras manos: “No presumas del día de mañana porque no sabes lo que dará de si“
(Prov 27,1).
Debemos tener
conciencia de nuestra pobreza y de nuestra contingencia. Cristo –dice
Maldonado- sólo nos autoriza a pedir lo necesario para hoy, como si nos
prohibiera pedírselo para mañana. Con la petición del pan para cada día,
reconocemos que nuestra vida depende de Dios y deseamos vivirla en armonía con
sus esperanzas, fiándonos de su providencia (Mt 6,25-26). Además nos evita
ceder a la tentación de la codicia, que nos arrastra a acumular riquezas. El
rico insensato almacenó para el día de mañana y ese mañana no llegó para él (Lc
12, 13-21) (Tullio Benini, “Orar el Padrenuestro“ p. 125.128).
V.- El
Pan de la “PALABRA“.-
No sólo hemos de pedir a Dios los alimentos y todo lo
necesario para la vida de la persona humana, sino que, como cristianos,
necesitamos el Pan de la Palabra de Dios. Así lo afirma el mismo Jesús: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda
la palabra que sale de la boca de Dios“ (Mt 4,4). Ya en el Antiguo
Testamento podemos leer: “No es la
variedad de los frutos lo que sustenta al hombre, sino tu Palabra, que conserva
a los que creen en tí“ (Sab 16,26).
La Biblia es una carta abierta, pública, que Dios
nuestro Padre, ha dirigido a todos sus hijos, hombres y mujeres de todos los
tiempos y de todos los espacios, para que la leamos, la meditemos, la comentemos
y la vivamos en común. Dice S. Agustín: Leed las Escrituras, porque en ellas
encontraréis todo lo que debéis practicar y todo lo que debéis evitar. Leedla,
porque es más dulce que la miel y más nutritiva que cualquier otro alimento.
(Martín Nieto , El Padrenuestro , pp.47.133).
VI.- El
Pan de la EUCARISTÍA.-
La interpretación eucarística del vocablo “pan” está
muy presente en los Santos Padres. San Jerónimo lo denomina “pan
supersustancial“, porque está por encima del pan común, que alimenta la sustancia
del cuerpo, ya que el Pan eucarístico alimenta la del alma. Dice S. Pedro
Crisólogo: “Cristo mismo es el Pan, que, sembrado en la Virgen, florecido en la
carne, amasado en la Palabra, cocido en el horno del sepulcro, reservado en la
Iglesia, llevado a los altares, suministra cada día a los fieles un alimento
celestial“.
No se puede negar la necesidad de la Eucaristía para
poseer la vida eterna (Jn 6, 53-54). Pero para celebrarla, tiene que ir por
delante la fe, un acto intelectual y sapiencial sobre la realidad del misterio,
y una entrega de la voluntad, de la vida entera a Jesucristo. Estas condiciones
previas son necesarias para acercarse al Pan de vida. Primero hay que creer y
luego comer, dice S. Agustín.
Esto es lo que realizamos en las dos
partes de la Misa: en la primera (Celebración de la Palabra) la Palabra se hace
luz que ilumina y señala el camino. En la segunda (Celebración del Sacrificio )
la Palabra se hace vida que da fuerza para caminar. Si no hemos convertido la
Palabra en luz y guía mediante la fe, el Pan de vida pierde su valor nutritivo.
(Martín Nieto, o.c.,pp.140.155-156).
Por Francisco Pellicer Valero
Foto: Mª del Carmen Feliu Aguilella
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