DISCIPLINA DEL ARCANO: INSTRUCCIÓN EN
LOS SAGRADOS MISTERIOS
Manuel Fernández Espinosa*
“Nolite dare sanctum canibus, neque mittatis margaritas vestras ante
porcos, ne forte conculcent eas pedibus suis et conversi disrumpant vos” ( “No
deis las cosas santas a perros ni arrojéis vuestras perlas a puercos, no sea
que las pisoteen con sus pies y revolviéndose os destrocen”) [Mt. 7, 6].
Es
un pasaje sobradamente conocido del Evangelio según San Mateo, pero no creo que
sea lo bastante bien entendido. Según opina Jacob Marx (S. J.), estas palabras
del Señor “debieron mover a los fieles, desde los primeros tiempos, a tener
secreto lo que pudieran profanar los gentiles, y de ahí nació una práctica
constante, que se ha llamado modernamente disciplina del arcano, la cual se
guardaba en la instrucción de los catecúmenos”.
Disciplina
del Arcano o lo que es lo mismo: la instrucción o “disciplina del secreto” era
el modo como se introducía al fiel cristiano en los Misterios y en esta cita
evangélica encontraba su plena justificación, afectando a la transmisión de los
Sacramentos, del Misterio de la Eucaristía y los dogmas de fe (especialmente la
Santísima Trinidad), la profesión de fe y hasta el Padrenuestro. Pero además de
ésta cita que fundamenta la “disciplina del arcano”, podríamos encontrar muchas
más citas neotestamentarias que indican que, en los primeros tiempos del
cristianismo, hubo una transmisión “secreta” de los Misterios (Arcanos).
Allá
por el año 1685 el bibliotecario del Vaticano, el antuerpiense Emmanuel Schelstrate (1649 - 1692) sostuvo una
controversia con el polígrafo alemán Wilhelm Ernst Tentzel (también conocido
como “Tenzelius”; 1659-1707) a cuenta justamente de fijar la antigüedad de esta
remota tradición de la “disciplina del arcano”: Tenzelius pensaba que la
“disciplina del arcano” podía datarse a finales del siglo IX, mientras que con
más poderosas razones, el católico Schelstrate la remontaba a los tiempos
apostólicos. No fueron los
únicos autores que repararon en esta cuestión, pero los fieles ignoran hoy en
su inmensa mayoría lo que fuese esto de la „disciplina del arcano“.
Si cualquiera se
tomara la molestia de buscar información sobre la disciplina del arcano verá
que no es fácil encontrar apenas algo en los libros de teología al uso; tal vez
es sería más fácil hallar alguna superficial mención de esta antigua práctica
de los primeros cristianos en libros de Historia del Arte; para ser preciso, en
el tema concerniente el arte paleocristiano en particular que, ciertamente,
sería prácticamente hermético de no mediar lo que de la disciplina del arcano
se nos alcanza a través de la tradición apostólica y patrística. Sin esos
documentos el arte paleocristiano (el de las catacumbas, p. ej.) sería
imposible de interpretar. En nuestros días todavía se habla de los Sacramentos
de Iniciación cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía), pero ¿se sabe lo
que se está diciendo con ello? Apenas se menciona la „doctrina del arcano“ en
la que radicaba la iniciación cristiana.
Consideremos, en
primer lugar, que cuando el cristianismo empezó su expansión, ésta no se hizo
sin pesar sobre él la siempre amenazadora persecución: „Si el mundo os
aborrece, sabed que me aborreció a mí primero que a vosotros“ (Jn. 15, 18). Eso
explicaría –según opinan algunos- que los primeros cristianos, los mismos
apóstoles, se vieran constreñidos a propagar la fe por medios clandestinos.
Pero es del todo
erróneo ese enfoque: la „doctrina del arcano“ no podría explicarse por una
especie de prudente ocultación de los dogmas y misterios en tiempos de
persecución, franqueándolos exclusivamente a los iniciados y probados. En primer
lugar, es del todo erróneo que la persecución contra el cristianismo haya
desaparecido nunca en los más de dosmil años de cristianismo y, en segundo
lugar: fue el mismo Jesucristo quien había encomendado a sus apóstoles el no
dar lo santo a los perros: „no deis las
cosas santas a los perros ni arrojéis vuestras perlas a los puercos“ (Mt. 7,
6). Las palabras de Nuestro Señor Jesucristo pueden resultar fuertes para los
oídos contemporáneos tan maleados por un torpe sentido de la tolerancia y el
igualitarismo, pero son las palabras de Jesucristo, no las de cualquiera: no es
la vez primera que Jesucristo habla de „perros“ para referirse a los que no
forman parte de la comunidad. Jesucristo se expresa con rotundidad: insta a sus
discípulos a guardar cierto género de cosas (las cosas santas, lo santo) y
reservarse las perlas. Los más inspirados exégetas del Evangelio de San Mateo
han entendido este pasaje como magistralmente nos lo expone el jesuita Juan de
Maldonado (1533-1583): „entiendo por santo todo el misterio y por margaritas
[perlas] lo más precioso y mayor de los misterios, y por canes y puercos, dos
clases de hombres, fieles e infieles, a los que no se han de comunicar los
misterios. Aquellos que se limitan a despreciarlos, como los perros, que no ven
diferencia en lo santo y en lo profano, y los que no solamente los desprecian,
sino además se irritan y encima hacen daño como los puercos“.
El mismo Juan de
Maldonado nos dice que San Juan Crisóstomo y San Agustín se preguntaban si no
incurría Jesucristo en una flagrante contradicción al vetar explícitamente los
divinos misterios a los indignos, cuando a la vez resulta que podemos encontrar
otros destacados pasajes evangélicos en los que el mismo Jesucristo manda
enseñar a todos sin hacer diferencias: „Lo que os digo en las tinieblas decidlo
a la luz, y lo que oís a la oreja predicadlo sobre los terrados“ –por ejemplo.
Y es aquí en donde
encontramos la razón de que se haya perdido la „ley del arcano“. Durante mucho
tiempo se ha insistido y ha predominado manifiestamente la „predicación“ sobre
el mandato de reservar lo santo para los dignos de ello. Así es como ha
parecido que la „ley del arcano“ haya quedado relegada. La palabra „arcano“
(capitalizada por las corrientes esoteristas) parece que sugiere (a los más
ingenuos) que se abogue por una enseñanza secreta que contradijera el mandato
de predicar en todo momento el Evangelio. Parece que prevaleció el mandato de
la predicación y el veto quedó relegado a un ámbito jurídico (por ejemplo, las
cuestiones de derecho canónico). Pero tal vez es hora de ir recuperando lo
sagrado, pues una cosa no contradice la otra: se debe predicar abiertamente a
la luz del día y confesar la fe en Cristo y también, como católicos, hemos de
tener muy en cuenta que lo sagrado no puede ser comunidado a aquellos que sean
indignos de recibirlo: por fieles laxos o infieles.
Juan de Maldonado lo
solucionó con esa claridad meridiana de la teología de los buenos tiempos: „a
todos y sin acepción de personas se ha de predicar“ –escribió... Pero también
dejó escrito que: lo más perfecto del Evangelio (los Sacramentos y los Dogmas,
p. ej): „no se ha de comunicar con los que no diesen esperanza de utilidad,
sino más bien de temor de cierto daño, que entonces se debe reservar, porque se
perdería el trabajo y también la obra misma“.
Una recuperación de la
„ley del arcano“ devolvería a la vida de la Iglesia la dimensión espiritual de
los Sacramentos, vividos en la comunidad eclesial. Es por esta razón por la que
hemos presentado este tema tan poco conocido por nuestros contemporáneos, con
la esperanza de haber sido bien entendidos por los hermanos que nos leen.
*Manuel Fernández Espinosa (Torredonjimeno, 1971)
es Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad
Pontificia de Salamanca y diplomado en Ciencias Religiosas por la Universidad
Pontificia de Comillas. Ensayista y colaborador de algunas publicaciones
impresas y digitales, entre las que cabe mencionar LA RAZÓN HISTÓRICA y
RAIGAMBRE.
BIBLIOGRAFÍA:
Schelstrate, “Dissertatio apologetica de disciplina
arcani contra disputationem E. Tentzelii'', 1685.
Tentzel, Exercitationes selectae, ii., leipsic, 1692,
contiene la “Dissertatio de disciplina arcani” de 1683.
Juan de Maldonado, “Comentarios a San Mateo”, La Bac, 1950.
“La Sagrada Escritura”, texto y comentarios por profesores
de la Compañía de Jesús bajo la dirección de los Padres Rafael Criado (Antiguo
Testamento) y Juan Leal (Nuevo Testamento), Nuevo Testamento, volumen 1, “Los
Evangelios”, La Bac, 1961.
Monseñor Bougaud, “El cristianismo y los tiempos modernos”,
5 volúmenes, tercera edición española, Herederos de Juan Gili, Barcelona, 1917.
J. Marx, “Compendio de la Historia de la Iglesia”, Editorial
Librería Religiosa, Barcelona, 1946.
Fotos amablemente cedidas por Manolo Guallart
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