LA ORACION DEL PADRE NUESTRO (X)
VENGA A NOSOTROS TU REINO (II)
V.- PARÁBOLAS.-
Jesús describió los diversos
aspectos del Reino en parábolas; por eso para llegar a una aproximación de lo
que es el mismo se hace imprescindible acudir a ellas; en el capítulo 13 de S.
Mateo encontramos siete parábolas sobre el tema:
En la del sembrador, se indican las diversas actitudes ante el Reino (Mt 13,
3-9; 18-23).
La del trigo y la cizaña simbolizan
(Mt 13, 3-9) a los hijos del Reino y a los hijos del Maligno (Mt 13, 31-32).
La del grano de mostaza pone de relieve la pequeñez inicial y la grandeza
final del Reino (Mt 13, 31-32).
La de la levadura que una mujer pone en la harina para que fermente (Mt 13,
33) se refiere más directamente a la energía interna que en sí encierra la
doctrina evangélica.
La del tesoro escondido y la
del mercader de perlas (Mt 13, 44-46) enseña que hay que preferir el
Reino de los cielos a todo otro bien.
Y la parábola de la red barredera (Mt 13, 47-50) nos
muestra que en el Reino de los cielos temporal habrá buenos y malos. Será al
final de esta vida cuando serán juzgados todos los hombres, salvándose los
buenos y siendo condenados los malos (Martín Nieto, c.c. pág. 81).
VI.- MIEMBROS DEL REINO.-
Las condiciones para entrar en el
Reino de Dios son:
1ª.- Humildad y docilidad.-
La causa por la que los judíos se opusieron al Reino era su soberbia y
altanería. Se creían que con ser discípulos de Moisés y descendientes de
Abraham les bastaba. Por eso el Maestro dirá: “Quien no recibe el Reino de Dios
como un niño no entrará en él” (Mt 18, 3).
2ª.- Abnegación y perseverante
fortaleza.- El Reino de Dios nace y se desarrolla en oposición y lucha
contra el reino de Satanás. En la explicación de la parábola del sembrador nos
expuso Jesús estas condiciones (Mt 13, 1-9. 18-23).
3ª.- Amor a Dios y al prójimo.-
Al escriba que habló rectamente de estos dos amores, le dijo
Jesús:
“No
estás lejos del Reino de Dios” (Mc 12, 34). El amor al prójimo está
hermosamente explicado en tres parábolas bellísimas: la del buen samaritano (Lc 10, 30-37), la del hijo pródigo (Lc 15, 11-32) y la del fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14).
Todas estas ideas se hallan gráficamente desarrolladas en las parábolas de la gran cena (Lc 14, 16-24) y en la del banquete nupcial (Mt 22, 1-14), que vienen
a dar como una historia profética del Reino de Dios.
VII.- EL REINO DE DIOS EN SU CONSUMACION
Cuando todo se haya cumplido, al
llegar el momento fijado por el Padre, aparecerá Cristo ante el universo como
Rey. Someterá a su imperio la muerte por la resurrección de los cuerpos (1 Cor
15, 22-26); enviará a sus ángeles para que agavillen la cizaña para el fuego y
recojan el trigo para sus graneros (Mt 13, 30.41-42), arrojará fuera del
convite a quien no lleve el vestido nupcial (Mt 22, 11-14) y entregará a su
Padre el Reino que compró con su sangre, quedando aun el mismo Hijo sometido al
Padre, para que Dios sea todo en todas las cosas (1 Cor 15, 28).
VIII.- LA IGLESIA Y EL REINO.-
El desarrollo del Reino de Dios se
va realizando en este mundo por medio de la Iglesia, sus ministros, a quienes
Jesucristo dio potestad omnímoda, sus sacramentos y su doctrina (Mt28, 16-20).
Nadie puede, por vía ordinaria, incorporarse al Reino de Dios sino por ella.
En Mt 16, 18-19 se explica en dos
trazos las relaciones entre el Reino de Dios y la Iglesia. La Iglesia de Cristo
combatida por las fuerzas infernales aunque en vano, pues es como el edificio
fundado sobre roca; el Jefe de la Iglesia es como mayordomo y administrador
supremo del Reino de Dios. Sus dictámenes tienen la fuerza de las sentencias
divinas. Cuando aparezca Cristo a congregar el Reino, no hará sino ratificar
las decisiones de la Iglesia, conforme al Evangelio: “Quien haga la voluntad de mi
Padre, que está en los cielos, ese entrará en el Reino” (Mt 7, 21). Y
la voluntad del Padre es la del Hijo y la del Hijo, la de su Iglesia (Jn 6, 38;
13,20; Lc 10, 16) (Díez Macho, Enciclopedia de la Biblia, Vol. VI, col 153).
Por Francisco Pellicer Valero
Foto: Mª del Carmen Feliu Aguilella
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