“Una
vida dedicada al Evangelio”
El
día que conocí a Paco, en la ya lejana década de los 80, fue ante una Biblia
abierta por el Libro de Isaías. La Parroquia de San Miguel y San Sebastián,
nuestra Parroquia de toda la vida, acogía los Cursillos de Lectura de la Biblia
que Paco, acompañado siempre de su fiel esposa Mercedes, impartía a todo aquel
que quisiera acercarse a la Palabra de Dios.
Me
enseñó el modo de leer los textos bíblicos para entender bien su sentido,
atentamente, despacio, con la correcta entonación y actitud, resaltando los
puntos más relevantes de manera que la Palabra de Dios fuera bien proclamada y
recibida por la asamblea. Me mostró que la transmisión de la Biblia, como
tesoro que ésta es, entraña una responsabilidad a la vez que gozo; que es un
verdadero ministerio.
Años
más tarde, recién diplomada en "Ciencias Bíblicas", Paco me buscó, me
llamó y desde ese momento me prohijó integrándome en la Asociación Bíblica San
Pablo, de la que por tantos años ha sido Presidente. De ahí en adelante y de su
mano comprendí que los verdes prados de la Palabra no estaban destinados al
disfrute personal, no eran un bagaje que conservar para mi misma, sino que
había de gestar en mí el Evangelio para entregarlo según me era transmitido. Me
contagió su espíritu de comunicación de forma que asimilase que el texto
sagrado reviste un carácter vivificante, que su actividad es nutritiva, que es
un alimento eterno que engendra en nosotros al hombre nuevo y encarna en
lenguaje humano la locución divina: "El sembrador siembra la
Palabra", Mt 13, 14.
Imbuida
de esta misión y bajo la dirección de Paco me entregué a la labor de la
comunicación y transmisión de la Palabra, dejándola actuar en mi: "Os
anunciamos la vida eterna, que estaba en el Padre y se manifestó a nosotros; lo
que hemos visto os lo anunciamos, a fin de que también vosotros tengáis
comunión con nosotros y nuestra comunión sea con el Padre y con su hijo
Jesucristo." D.V 1.
Durante
estas más de dos últimas décadas he compartido con nuestro maestro y Presidente
tiempos de preparación y de estudio; de oración y de interiorización, al tiempo
que de acción de gracias en su más excelsa forma, en la Eucaristía; momentos
personales y familiares, que han marcado derroteros nuevos y gozosos en mi vida
como cristiana. Motivos todos ellos para sentirme agraciada y agradecida.
Francisco
Pellicer se convirtió para siempre en algo más que un maestro; se convirtió en
un amigo.
Mª
del Carmen Feliu Aguilella
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