LA ORACION DEL PADRE NUESTRO (II)
III.- IMPLICA UNA REALIDAD
CONFLICTIVA
La realidad implicada en el Padre Nuestro no se
presenta de color de rosa, sino extremadamente conflictiva.
En ella
chocan el reinado de Dios y el reinado de Satanás;
- En la
boca de los hombres hay blasfemias y por eso es preciso santificar el nombre de
Dios;
- En el mundo imperan toda suerte de maldades que
exasperan el ansia por la venida del reinado de Dios, que es de justicia, de
amor y de paz;
- La
voluntad de Dios es desobedecida, e importa realizarla en nuestras obras;
-
Pedimos el pan necesario porque muchos, por el contrario, no lo tienen;
-
Imploramos que Dios nos perdone todas las faltas contra la fraternidad humana
porque, si no, somos incapaces de perdonar a quien nos ha ofendido;
-
Gritamos que nos libre del mal porque, de lo contrario, apostatamos
definitivamente;
Pero a
pesar de esta densa conflictividad, la oración del señor está transida de un
aura de confianza alegre y de sereno abandono, porque de todo ese contenido
hace objeto de encuentro con el Padre.
IV.- EL ORDEN DE LAS PETICIONES
El orden
de las peticiones del Padre Nuestro no es arbitrario: se empieza por las que se
refieren a Dios y sólo después se pasa a las que atañen al hombre, porque a
partir de Dios, de su óptica, de ver las cosas como Él las ve, es como podemos
preocuparnos de nuestras necesidades. Y en medio de nuestras miserias es desde
donde debemos preocuparnos de Dios.
Toda
verdadera liberación, en perspectiva cristiana, arranca de un profundo
encuentro con Dios que nos lanza a la acción comprometida. Y al mismo tiempo,
todo compromiso radical con la justicia y el amor a los hermanos nos remite a
Dios como justicia verdadera y amor supremo. Todo proceso de liberación que no
llegue a dar con el motor último de toda actividad, hace que Dios no logre su
intento y no alcanza la integridad. En el Padre Nuestro encontramos esta feliz
relación. No sin razón la esencia del mensaje de Jesús –el Padre Nuestro- ha
sido formulado no en una doctrina sino en una oración.
V.- LA ORACION POR
EXCELENCIA
Dice San
Juan de la Cruz que Jesucristo sólo enseñó aquellas siete peticiones del Padre
Nuestro, en que se incluyen todas nuestras necesidades espirituales y
temporales. En estas peticiones se encierra todo lo que es voluntad de Dios y
todo lo que nos conviene.
Para San
Agustín no existe más oración que el Padre Nuestro. Y si Jesús es la única
persona en la que creen los cristianos, el Padre Nuestro contiene toda la
práctica de la fe: "No orarás si no dices esta oración; si empleas otra, Dios no te
oirá, puesto que no te la dicta el Legislador a quien envió. Luego es necesario
que, cuando oramos, oremos conforme a esta oración... Si no oráis, no tendréis
esperanza. Si oráis de distinto modo que enseñó el Maestro, no seréis oídos. Si
mentís en la oración, no suplicáis. Luego se ha de orar y se ha de decir la
verdad, y ha de orarse como Dios nos enseñó. (Luis Nos Muro: "La
oración del Padre Nuestro según San Agustín", págs. 17-18).
El padre
Nuestro es, en efecto la oración por excelencia, la oración modélica, la más
hermosa y profunda de la historia, LA ORACION, la única que puede escribirse
con mayúscula y llevar el artículo por delante. Porque es el modo como hay que
orar. Las demás oraciones, en tanto son válidas, en cuanto tengan como punto de
referencia al Padre Nuestro (Martín Nieto: "El
Padre Nuestro", pág. 26).
VI.- ORACION DINAMICA.
El Padre
Nuestro no es un monumento arqueológico, una oración estática y muerta, sino un
monumento en construcción, una oración viva, dinámica, en continuo desarrollo y
crecimiento, hasta alcanzar la perfección final.
Es la
oración de todos los tiempos, pero puede y debe ser cada vez mejor comprendida
a la luz del Espíritu Santo que nos revela la plenitud de la verdad cristiana.
El padre Nuestro debe ser recitado y vivido en las diversas circunstancias
históricas en las que el hombre se encuentra inmerso. Este dinamismo que lo
informa, exige que sea interpretado a la luz del momento histórico presente.
Cada día tiene su afán y cada día aparecen nuevos problemas que hay que superar
y nuevos peligros de los que pedimos a Dios que nos libre.
Francisco Pellicer Valero
Foto: Mª del Carmen Feliu Aguilella
Foto: Mª del Carmen Feliu Aguilella
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