La escatología es el conocimiento de las realidades últimas
del hombre: la muerte, el juicio, el infierno y el Cielo. Tener sentido
escatológico en sentido positivo, es afirmar que la primera parte del Padre
Nuestro se cumplirá plenamente en el Cielo. Todos los comentaristas, antiguos y
modernos, han puesto de relieve el carácter escatológico del Padre Nuestro,
considerado globalmente y en cada una de sus peticiones. Se ha llegado a decir
que en el Padre Nuestro sólo pedimos una cosa: la realización de la
escatología, el fin de este mundo lleno de maldad, la venida del mundo
transformado, la tierra nueva y el cielo nuevo.
Que el Padre Nuestro tienda hacia un feliz escatológico
está muy claro, pero decir que su esencia, su única finalidad descansa en la
escatología y su realización en el más allá de la historia es un grave error.
El acento excesivo en el sentido escatológico nos hace
correr el riesgo de dejarlo todo para el más allá y evadirnos de los
compromisos temporales a los que el Padre Nuestro nos obliga. El “venga a
nosotros tu Reino” temporaliza esa oración y proclama el compromiso del hombre
en la venida del Reino a este mundo.
VIII.-
EL PADRE NUESTRO Y LAS VIRTUDES TEOLOGALES.-
El Padre Nuestro, exige, en verdad, un acto de fe, esperanza
y amor. Como notaba ya Tertuliano, al rezarlo profesamos la fe en Dios como
Padre, no obstante el “silencio” de Dios y del rosario de sufrimientos sin
número. Él es Padre bondadoso; mirando al mundo, quizá esto no lo constatamos,
pero lo creemos.
Es un acto de esperanza: “venga tu Reino, hágase siempre tu
voluntad”. Esperamos firmemente que el Padre enjugará y modificará las
estructuras de la creación, Entonces, y sólo entonces, sonreirá la paz de Dios
y de los hombres. También es un acto de
amor. No decimos simplemente Padre, sino Padre nuestro. Expresando así la
acogida y la intimidad del amor.
IX.- UNA ORACION SAGRADA.-
El Padre Nuestro no es una oración para repetirla de modo
mecánico, no es una oración para repetirla literalmente una y otra vez,
haciendo incluso ostentación pública de su rezo. Es más bien una enseñanza de
la actitud humana, espiritual y existencial, que hemos de adoptar ante Dios y
ante los hombres.
El padre Nuestro no es la oración de un momento, es la de
todo momento, pues en todo momento hemos de sentirnos hijos de Dios y hermanos
de los hombres. Es una oración sagrada y, como todo lo sagrado, merece un
respeto sumo. Recitarlo supone un compromiso.
En las primeras comunidades cristianas, sólo los fieles que
habían adquirido el compromiso de ser cristianos mediante el Bautismo, podían
recitarlo. La catequesis primitiva consistía substancialmente en explicar a los
catecúmenos el Credo y el Padre Nuestro; éste último se explicaba muy
detalladamente, petición por petición. Y se les enseñaba después de haber sido
bautizados. Por eso al Padre Nuestro s ele llamó desde el principio “la oración
de los fieles”, para indicar que sólo podían recitarlo los fieles miembros de la
Iglesia, los que practicaban la doctrina cristiana.
El Padre Nuestro es una oración comprometedora que no se
puede decir a la ligera. En la liturgia romana decimos “Nos atrevemos a decir:
Padre Nuestro...” El que se atreva a recitarlo públicamente debe ser consciente
de que está manifestando que es un cristiano comprometido, in fiel seguidor de
Jesucristo.
Es lamentable que se haya perdido el respeto reverencial a
recitar el Padre Nuestro y que lo recemos maquinalmente y sin más ni más.
El Padre Nuestro es una oración de la Iglesia, que la
comunidad de hermanos dirige a Dios y que nos compromete a luchar por un mundo
nuevo, en el que todos los seres humanos constituyan la gran familia solidaria
que tiene a Dios por Padre.
Francisco Pellicer Valero
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