Domingo octavo del Tiempo Ordinario
<Los que buscan el Reino de Dios
no olvidan las añadiduras,
pero no viven de ellas>.
no olvidan las añadiduras,
pero no viven de ellas>.
"Pues si a la hierba..., Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?
La fe exige anteponer a todo,
el Reino de Dios y sus valores,
y subordinar al Reino cualquier otro valor.
el Reino de Dios y sus valores,
y subordinar al Reino cualquier otro valor.
Homilía desde la parroquia Santiago Apóstol de Ermua, Diócesis de Bilbao.
Alex Alonso Gilsanz, párroco.
Domingo VIII del Tiempo Ordinario
2 de marzo de 2014
¿Dónde pone el hombre su confianza?
El hilo conductor de las tres lecturas es el sentido de la providencia de Dios Padre velando por sus hijos. De esta fe nace una única conclusión: no os angustiéis ni intentéis saber qué tiene Dios en sus manos para el futuro.
-¿No te has quejado de Dios alguna vez? ¿No te ha dado la impresión de que te olvida o se esconde o que parece sordo?
Pues la respuesta es que te olvidas tú más fácilmente de Dios que Él de ti. Aunque las cosas no te vayan bien y el silencio de Dios parezca prolongarse, Él nunca te puede olvidar, porque eres su hijo querido. Dios es la mejor de las madres. Is 49, 14-15
-Cuando ejerzas tu ministerio no pienses en lo que diga la gente, ni trabajes para agradar a los demás. Actúa en conciencia y mira solamente a Aquel que te ha confiado la administración. Tú eres un administrador de ministerios, que no es una profesión cualquiera. Eres un servidor de Cristo, un ministro de Dios. 1Cor 4,1-5
-Preocupaciones no nos faltan. Andamos excesivamente estresados, a veces hasta el agobio. Parece que en tiempos de crisis, los problemas se multiplican. En el evangelio el Señor nos invita a confiar enteramente en Dios. Si El se preocupa de los pájaros y de los lirios, ¿cómo no se va a preocupar de sus hijos? Dios es el mejor de los Padres. Confía en su Providencia. Preocúpate más de los valores del Reino que de otras cosas. Mt 6, 24-34
Recordemos las palabras de Goethe: "El mensaje me gusta, lo difícil es creer en él". Esta página del evangelio nos ofrece una belleza literaria que raya el lirismo: "Mirad a los pájaros del campo, ni siembran, ni siegan, ni almacenan..."
Las reflexiones que me surgen con este evangelio son: no se canoniza el inactivismo de los brazos cruzados. La cabeza, al igual que los brazos, se nos ha dado para usarla y el inactivismo queda ya condenado en el caso del severo perezoso de la parábola de los talentos, que no los hace fructificar.
Jesús también nos señala que preocupación, sí; angustia, no. Bienes de este mundo, sí; pero ante todo, el Reino de Dios y su justicia. La preocupación desemboca en mayor atención, en mejor formación, en ir a lo esencial. La angustia, en cambio, nos paraliza, nos cierra todas las salidas, no sabemos lo que hacer ni a quién acudir.
La norma de conducta se centra en el uso de las cosas, en tanto en cuanto, conforme a la expresión de san Ignacio Loyola: "Todas las cosas son para el hombre, y debe usarlas en cuanto le ayudan para el fin principal para el que ha sido creado; debe evitarlas y privarse de ellas en cuanto impiden o estorban".
Pidamos al Señor que la vida no nos acobarde, que los problemas no nos desborden, que la intemperie nos cure de entumecimientos rutinarios, que seamos cristianos vivos, despiertos y esperanzados. Nuestro mundo necesita nuestra vivencia religiosa de la vida.
"Si nos ocupamos del hoy, Dios se ocupa del mañana (Gandhi).
Cada día tiene su afán, su siembra y su esperanza. Cristo nos invita a no vivir agobiados, bajo el peso de mil obligaciones, cuando lo más importante es pertenecer a su reino, vivir sus valores, -Verdad, Amor, Justicia, Libertad-, y construir un mundo nuevo. Esta página del Evangelio es refrescante, alivia el sudor, despeja las dudas, invita a caminar sin sobresaltos porque la mano del Señor se ha colocado sobre la nuestra para darnos calor y fuerza en nuestras tareas.
Para pensar: ¿Es nuestra fe una búsqueda de protección para las dificultades que convierte a Dios en guardaespaldas de nuestros pasos y médico de nuestra vida?
¿Tendremos que cambiar nuestra mirada para descubrirlo, también, en los momentos de tensión, de dificultad y de tristeza?
¿No nos ha dado ya Dios suficientes pruebas de ser el compañero del camino, que alienta y anima, en lugar del solucionador de nuestros entuertos?.
Tendremos que seguir creciendo en la fe, haciéndola más adulta, más fuerte, más cruda, pero, también, más profunda y esperanzada. Que así sea.
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