Homilía desde la parroquia Santiago Apóstol
en Ermua, Vizcaya.
Alex Alonso Gilsanz, párroco
Domingo, Fiesta de la Sagrada Familia
"La familia debe ser una escuela de piedad, de espiritualidad, de fidelidad. La Iglesia confía en el insustituible papel pedagógico y religioso que desempeñan los padres" Pablo VI
Navidad, fiestas hogareñas por antonomasia. Y dentro de ellas, celebramos el día de la Sagrada Familia de Nazaret.
Nuestra celebración eucarística es una reunión de la familia cristiana para dar gracias a Dios, escuchar su palabra orientadora y pedir perdón por nuestras incomprensiones y pecados dentro de la familia del mundo.
Hoy queremos poner nuestra atención en aquella familia pobre y humilde en la que nació nuestro Señor. Una familia en la que -sin idealizarla-faltaban muchas cosas, pero sobraba amor y esperanza.
Desde nuestras dificultades, preocupaciones y anhelos, recurrimos a la familia de Nazaret para encontrar en ella motivos para comprendernos, respetarnos y ayudarnos.
La familia de Nazaret compartía gozos y tribulaciones porque Dios estaba con ella. En nosotros debe suceder lo mismo.
Cuando en las encuestas se pregunta, a los adolescentes y jóvenes, qué cosas son las más valoradas, en general, dicen que la familia. Da que pensar, por tanto, que por más que se hable de crisis de la institución familiar, hoy se sigue deseando y necesitando el calor y el apoyo de la familia.
La Sagrada Familia de Nazaret puede ser, para nuestra sociedad actual tan dispersa y fragmentada, una pista clara en la búsqueda de este apoyo familiar que anhelan nuevas generaciones. Se trata de un modelo que no caduca, fundamentalmente en el diálogo, en el respeto, el cariño y la confianza en Dios.
Aunque más allá de las pistas que podamos encontrar en la familia de Nazaret por construir nuestras propias familias, grupos o comunidades, hoy, en este primer domingo de Navidad, no olvidemos que celebramos el mismo misterio que a lo largo de todas las fiestas navideñas: el Hijo de Dios se ha hecho hombre, hace camino a nuestro lado.
Este misterio de la encarnación del Hijo de Dios se realiza en la realidad concreta de un pueblo y de una familia. Y este pueblo y esta familia de Jesús constituyen el preludio de la fraternidad universal, a la que estamos todos llamados a vivir, especialmente todos sus seguidores porque en él devenimos hermanos e hijos del mismo Padre.
En el evangelio hemos escuchado cómo José y María con su hijo marchan hacia Egipto para huir de la persecución de Herodes. La Sagrada Familia sufre la dura experiencia de tener que emigrar a tierras más seguras como, desgraciadamente, tantas y tantas familias actuales y de siempre se ven obligadas a hacer.
Las familias que hayan sufrido el desarraigo, momentos de crisis e incluso rupturas y separaciones pueden renacer a una vida nueva si se abren al "Dios con nosotros" que celebramos en Navidad.
En este sentido nos incitan las palabras del papa Francisco, en sus visitas a Lampedusa y Cerdeña. En ellas podemos hallar una fuerte llamada a vivir hermanados con los que más sufren las consecuencias de la inmigración y del paro, dos grandes dramas del mundo moderno.
Que la Sagrada Familia nos ayude a poner en práctica el mensaje de san Pablo en el seno de nuestras familias y comunidades: "Vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado, haced vosotros lo mismo. Y, por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada".
La familia es un ámbito privilegiado para el amor y la libertad; es pieza fundamental de la sociedad y es la mejor escuela de la vida. Pero los cambios que actualmente está sufriendo no siempre la benefician. Ayudémonos unos a otros para que cada una de nuestras familias sea un germen de fraternidad y de buena convivencia.
Que en la Eucaristía que estamos compartiendo encontremos la fuerza para llevarlo a cabo. Y que la Sagrada Familia interceda por todas nuestras familias y por todos los pueblos de la tierra para que, como en el hogar de Nazaret, se continúe haciendo presente el Dios del amor y de la paz.
Que así sea.