UNA PROFECÍA ARRIESGADA
"Eso que contempláis, llegará un día
en que lo derribarán, hasta que no quede piedra sobre piedra" (Luc. 21,6)
"Cuando veáis a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sabed que
está cerca su devastación" (Le. 21,20)
"Habrá una necesidad tremenda en esta tierra y un castigo para
este pueblo" (Le. 21,23) "...y Jerusalén será pisoteada por los
paganos"(Lc. 21,24)
¿Se puede aplicar a una profecía el calificativo de arriesgada? Sólo
en sentido profano. Es lo que se podría decir hablando en términos humanos,
porque siempre es arriesgado predecir el futuro.
Alguna vez los profetas bíblicos se refirieron al futuro anticipándolo
y abriéndolo, pero corrientemente, ellos se refieren al presente o al pasado.
La palabra es la herramienta característica del oficio profético, y la usan en
instancia crítica frente al orden (o desorden) establecido, y proyecta su
denuncia a todas las áreas de la vida, sea religiosa, social, económica o
política, etc. Y sin embargo, la palabra "profecía" ha hecho fortuna
como enfoque del futuro, tanto que el diccionario la define como
"predicción de las cosa futuras en virtud de un don especial".
En
sentido puramente humano, la profecía de Jesús contenida en los párrafos del
encabezamiento, tiene tantos detalles precisos y está hecha para una distancia
temporal tan próxima a los oyentes y posibles testigos, que sin duda podría
calificarse de arriesgada. De ahí que la sorpresa ante esas palabras la
expresan como nadie los propios discípulos, haciendo un comentario con mucha
sutileza. Estuvieron tentados a decir: "pero Maestro, ¿cómo va a ser eso
posible?". Y sin embargo, dijeron: "Maestro, ¿cuándo va a ocurrir
eso?", y es que a la fuerza tenían que pedir una explicación, ante la
gravedad de lo que acababan de oír.
Que las cosas sucedieron exactamente como se pronunció la profecía, lo
atestiguan los hechos que los historiadores nos han transmitido. El año 70,
Jerusalén fue sitiada
por los ejércitos.
En febrero de ese año,
el Senado de Roma proclamó a Vespasiano emperador y emprendió el viaje hacia
Roma. Pero Vespasiano había pactado con su hijo Tito, que Jerusalén debía caer
antes de final de junio. Aquella era una promesa imposible de cumplir.
Ángel
Aguirre. Consiliario
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