MORAL
FUNDAMENTAL Y ESPECIAL (4)
Por
José M"
Catret Suay
El Catecismo de la I. Católica define la conciencia como "un
juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de
un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho". El diccionario de la RALE dice "es el conocimiento interior del
bien y del mal". Algunas teorías contemporáneas niegan que exista la C. y dicen que la
C. es una creación de prejuicios religiosos. La Biblia, en cambio, habla
de la C. del hombre, de los "remordimientos de C." En el nuevo Testamento se menciona hasta 30 veces la C. San Pablo dice, entre otras referencias, que "tendremos que dar cuenta a Dios de
los juicios de la conciencia". Pero hay que distinguir entre lo que se entiende por "libertad
de conciencia", bajo cuya expresión cabe entender que la C. de cada
hombre puede estar al margen de cualquier ley, incluso la de Dios, y la "libertad
de las conciencias", que se refiere a la dignidad de cada persona y al
derecho que tiene a que se respete su C. Ya vimos que según una doctrina
jurídica, mantenida por algún alto tribunal, cuando una C. se basa o fundamenta
en alguna norma, teoría o supuesta religión o posición filosófica, esta debe
estar garantizada por una tradición acendrada, por eso que llamamos
"sentido común", es decir, debe ser respetada porque entendemos todos
que es respetable.
Algunas teorías sostienen gue la conciencia es un juicio que cada uno se hace a sí
mismo, y que cada uno debe actuar según "su" conciencia.
Pero esto es una falsedad, a la que ataca la "Veritatis splendor"y que acarrea, como es lógico, muy malas
consecuencias. Desde el momento en que uno niega la existencia de Dios, de una
norma o ley eterna, puede sostener que no existe la verdad objetiva, que cada
conciencia crea su propia verdad. Pero lo cierto es que existe esa verdad, que
la razón humana sabe distinguir donde está lo malo y lo bueno, aunque muchas
veces se haya oscurecido la mente por falsas teorías, por conveniencias
egoístas, etc. Decimos entonces que esa conciencia se ha deformado. Por tanto,
si la conciencia se puede deformar, también se puede formar. Todos tenemos el
deber de formar adecuadamente nuestra conciencia.
La recta conciencia, para nosotros, se fundamenta en la Biblia, en la Tradición y en el
Magisterio de nuestra Iglesia Católica. La conciencia de los niños se va
formando por el ejemplo y las palabras de sus padres, de sus maestros, de los
catequistas, etc. y éstos "maestros" han de tener buen conocimiento
de donde está la verdad y donde no. Es curioso que los niños se dan cuenta
muchas veces de cuándo un mayor no habla o actúa correctamente. La deformación de la conciencia puede venir, como dice el Catecismo, por
"el desconocimiento de Cristo y su Evangelio, los malos ejemplos recibidos
de otros, las pasiones, el rechazo de la autoridad de la Iglesia, una mal entendida
autonomía de la conciencia, la falta de caridad..." Estos riesgos
demandan del buen cristiano una atención y cuidado especial.
No siempre veremos claramente en cada problema cual es la verdadera
solución, y para esos casos hay que actuar generosamente, y consultar a alguien
que esté mejor formado que nosotros. De ahí la necesidad o conveniencia de las
buenas lecturas, del confesor o de la dirección espiritual.
La Moral fundamental cristiana no va en contra de la Ética racional
que muchos ateos defienden porque ésta se basa sólo en la razón, y nuestra M.
se basa también en la razón aunque, además, para mayor concreción, en la
Revelación, como decía antes. Efectivamente, nada de cuanto propone nuestra M.
puede ser tachado de irracional, sino a lo sumo, de "políticamente
incorrecto" (como se dice ahora) porque resulta incómoda o lesiona algunos
Intereses o posiciones egoístas de la gente.
Toda nuestra M. se basa en el dato de un Dios creador de todo, y por tanto de cuantos principios
físicos, matemáticos o psíguicos rigen en el universo. Es decir, lo que se conoce como LEY ETERNA que definen tanto San Agustín como Sto.
Tomás así: "Es
la razón o la voluntad de Dios que manda conservar el orden natural y prohibe
perturbarlo", o
sea que rige todo cuanto existe. En cuanto esa Lev Eterna se refiere a la
criatura humana, se
llama LEY NATURAL (que,
como sabemos, muchos niegan su existencia...) Es la luz de la Inteligencia
¡nfundida por Dios en la naturaleza racional del hombre; es la expresión de la
sabiduría divina. Ya el gran dramaturgo griego Sófocles, nacido el 495 antes de
Cristo, en su obra "Antígona", hace decir a la protagonista,
Antígona, a quien el rey prohibe enterrar a su hermano. "-No creo que
vuestras leyes tengan tanta fuerza que hagan prevalecer la voluntad de un
hombre sobre la de los dioses, sobre esas leyes no escritas e inmortales; éstas
no son de ayer, son de siempre ¿Acaso podré por consideración a un hombre,
negarme a obedecer a los dioses?". Sófocles reconoce la ley natural,
impuesta por "los dioses", pues aún no creía en un solo
Dios.(continuará).
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