MUJERES DE LA BIBLIA 17: LA MUJER ENCORVADA
“Enseñando Jesús un día de sábado en la
sinagoga, he aquí que vino allí una mujer que por espacio de 18 años padecía
una enfermedad causada por un maligno espíritu, y andaba encorvada, sin poder
mirar poco ni mucho hacia arriba.
Como
la viese Jesús, llamóla a sí y le dijo: Mujer, libre quedas de tu achaque”. Puso sobre ella las manos y se
enderezó al momento y daba gracias y alabanzas a Dios” (Lc 13, 10-17).
Durante
largos años había renunciado ya a toda esperanza de verse jamás curada. Según
el diagnóstico médico se trataba de una afección crónica de las articulaciones,
de modo que una curación completa era imposible por vía natural.
Jesús
tuvo compasión de ella y sin esperar a que la enferma le pidiese remedio la
llamó a así e imponiéndole la mano como símbolo de infundirle nuevas fuerzas
consiguió su curación.
La
fe sincera de la mujer se manifestó en dar gloria a Dios inmediatamente después
de la curación y alabarle ante toda la comunidad por su gran misericordia.
Nadie
podía dudar de que se trataba de una milagrosa intervención divina. Sin
embargo, el jefe de la sinagoga adoptó uno de los más tristes testimonios de
odio obcecado de los fariseos contra Jesús: “Indignado de que Jesús hiciera esta cura en sábado dijo al pueblo: seis días hay destinados al trabajo; en esos
podéis venir a curaros y no en el día de sábado.”
El
reproche iba dirigido a la comunidad, pero la intención era herir al Nazareno
odiado. Al Mesías, conocedor de los corazones, no se le escapaba el sentido
verdadero de las palabras y no titubeó en abrir los ojos del pueblo: “Más el Señor dirigiéndole a él la palabra,
dijo: ¡Hipócritas! ¿Cada uno de vosotros
no suelta su buey o su asno del pesebre aunque sea sábado y los lleva a
abrevar?
Y
a esta hija de Abraham, a quien Satanás ató hace ya 18 años ¿no había que
soltarla de su cadena en sábado?
Según iba diciendo esto se abochornaron sus
adversarios, mientras toda la gente se alegraba de tantos portentos como
hacía.”
Jesús
censura con energía la interpretación torcida de la Ley que hace el jefe de la
sinagoga y pone de relieve la necesidad de la misericordia y de la comprensión,
que es lo que agrada a Dios.
Pero
el punto en que queda más al descubierto el jefe de la sinagoga fue en su
desprecio de la mujer. Si el milagro se hubiera obrado en la persona de un
fariseo, seguramente no habrían hecho hincapié en el día de sábado, más aquella
mujer le era más extraña que las bestias en su establo. Y con todo, ella es,
como observa Jesús, una “hija de Abraham”, un miembro del pueblo escogido y
hasta merece este título más que el fariseo el de “hijo de Abraham”, ya que
este ha heredado menos del espíritu ancestral que la mujer despreciada. Así,
este milagro es un testimonio de la igualdad religiosa de la mujer en el reino
de Cristo.
Por Francisco Pellicer Valero
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