EL LIBRO DE JOB
El libro de Job,
extraordinariamente denso, abarca un prólogo;
el cuerpo del libro, integrado por
el soliloquio de Job(Job 3), el diálogo de los tres amigos(Job
4-27), la recapitulación de Job (Job 29-31), el monólogo de Elihú
(Job 32-37), el diálogo entre Dios y Job(Job 38-42, 1-6), y el epílogo (Job 42, 7-17).
El prólogo nos presenta a Job, hombre justo, y su
prosperidad; oriundo de Hus, bendecido por Dios con numerosa descendencia y
muchos ganados. Contiene también dos a modo de charlas de café entre Dios y
Satanás, que es autorizado por Dios para herir a Job y que acaba dejándolo, tras
la primera, sin hijos, ganados ni bienes; y tras la segunda, sumido en la
miseria de una llaga que cubre su cuerpo.
Soliloquio de Job(Job 3).- Job
lo acepta todo y no maldice de Dios sino del día en que nació, muy similarmente
a Jeremías (Jr 20, 14).
Concluido el soliloquio, vienen los diálogos de los tres amigos –Elifaz, Bildad y Sofaz-, que acompañan
a Job y sostienen con él unos diálogos en los que tratan de defender la doctrina tradicional entonces vigente:
que la buena conducta trae bendición en esta tierra; que la mala, atrae el
castigo, y que esas consecuencias tiene que palparse en este mundo (porque, en
los tiempos de la narración, el más allá para los israelitas se identificaba
con el “seol”, un lugar oscuro y
subterráneo, ya que todavía carecían de la noción revelada de cielo, infierno y
libertad humana bajo la gracia de Dios), y llevan su postura hasta el extremo
de sostener que Job es culpable de algún pecado suyo o de sus antepasados. Frente a esta postura, Job rechaza la
relación causal entre un pretendido pecado –no cometido- y el dolor
sufrido, proclamando su derecho de inocencia
ante Dios, asciende desde la desesperanza hasta la esperanza, llegando incluso
a desafiar a Dios, proferirá graves palabras y lanzará duras acusaciones, y no pecará. Frente a la postura entonces
vigente de que Dios era un ser inabordable y ante el cual había que inclinarse
servilmente porque su poder es infinito y aplastante, Job sí se atreve con una audacia desusada a enfrentarse a Dios y a
dialogar con Él (con toda seguridad el autor de Job ya debía tener presentes
las alianzas del Señor, su misericordia y bondades y sus promesas expuestas y
anunciadas por conducto de los profetas). Ese atrevimiento de Job pasa por
una concepción nueva de Dios y parte de la idea de que el que tiene la
conciencia limpia tiene que ser escuchado por Dios y puede dialogar con Él, por
razón de justicia y sin temor.
Los capítulos 4 a 27 completos abarcan el diálogo con los tres amigos,
divididos en tres rondas o turnos: en la
primera los amigos sostiene que Job no es inocente ante Dios, que también
los ángeles tienen faltas, que la felicidad del malvado es provisional y
aparente, etc..; frente a todos estos argumentos, Job rebate y dice que Dios le
ha abandonado y lo tritura con el dolor y se queja de la incomprensión de los
amigos de los que busca lealtad, comprensión, -no dogmas-, que le ayuden a
entender y soportar los sufrimientos –a este respecto son fundamentales los
versículos Job 6, 25-30-, manifestándose
dispuesto a hablar con Dios, porque no se siente culpable, y llega en los
capítulos 12-14 a
calificar a los amigos de mentirosos, al mismo tiempo que hace un canto del
poder del Dios que dispone de todo y todo lo gobierna. Y en defensa de su
inocencia dice estar dispuesto a discutir con Dios con la doble condición de
que éste no use su fuerza y hable y deje hablar; insiste en su inocencia y en
la persecución divina sobre él. (El v. 25: ¿“Vas
a asustar a una hoja que se la lleva el viento, o a perseguir a una paja
seca?”). En la segunda ronda intervienen
los tres amigos y Job replica a todos ellos (Job 15); ante la acusación de
impiedad y rebeldía y del destino de los malvados, Job replica que tiene un
defensor en los cielos para que juzgue entre Dios y él, que ese defensor está
vivo y que verá a Dios (hemos de interpretarlo como que Job confía en que Dios
reconozca su reivindicación y que verá a Dios, una vez reconocida su
inocencia). Hemos de abreviar ante la imposibilidad de resumir en un folio.
Ante la insistencia de Sofar con el destino del malvado, Job (c. 21) hace una
réplica brillante dando constancia de que los malvados viven felices,
prosperan, no tienen desgracias, son respetados y alabados, todo ello con una
profunda ironía, plasmando una interrogación tremenda: la del sufrimiento de
los inocentes que, con incontables variantes, ha llegado hasta nuestros días.
La tercera ronda refleja ya la
carencia de argumentos de los tres amigos y su insistencia en anteriores
razonamientos. Job se decanta por la idea de un encuentro suyo personal con
Dios que aclare que su sufrimiento no es consecuencia de pecados y para que
Dios proclame su inocencia. El capítulo 24 contiene una descripción pesimista
de la humanidad abandonada a su suerte y víctima de la injusticia de los
verdaderos malvados que, hoy más que nunca, tiene una profunda actualidad.
El capítulo 28 contiene un intermedio con el Himno a la sabiduría, digno de leerse; los
capítulos 29 a
31 contienen una recapitulación de
Job, desde su pasado inicial hasta el momento presente, que concluye con un
apasionado alegato de inocencia y contiene un repaso de su propia conducta
cuando alude a sus obras de caridad, a su rectitud de conducta y equidad;
cuando defiende su castidad, veracidad, justicia e integridad y que concluye
(Job 31) en petición a Dios de su salvación.
Los capítulos 38 a 42 contienen el diálogo entre Dios y Job, en que Dios responde, respetando
precisamente las dos condiciones que Job formuló en el Capítulo 13: no utilizar
su poder y respetar las reglas del diálogo. Concluye con la respuesta humilde
de Job: “Te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos.”
El epílogo
(Job 42, 7-17) nos narra cómo Dios aprueba a Job y reprueba a sus amigos.
Restituye a Job en los bienes que tenía y trece nuevos hijos, y se dirige
airado contra los amigos por haber hablado mal de Él, al contrario de Job; les
impone un sacrificio expiatorio y que Job interceda por ellos, ya que éste hablaba
bien de Dios por el cauce de su rebeldía, sus protestas y su inconformismo.
Quizá, bajo cierta perspectiva, Job era el paladín del Dios profundo, tierno y
caritativo, íntimo, neotestamentario y providente, a miríadas de distancia del
concepto encasillado de Dios de los tres amigos, fruto de una tradición
roqueña.
Por Rafael Villanova