MUJERES DE LA BIBLIA 13: MARIA MAGDALENA Y SU ENTORNO
MARTA
Lo
cuenta Lucas, la invitación que le hace a Jesús una mujer llamada Marta,
hermana de María y de Lázaro.
Por otros evangelistas sabemos que la
aldea era Betania, que la casa era la de los tres hermanos y que el alma de la
casa era Marta que gobernaba el hogar.
Allí se refugiaba el propio Jesús,
aunque no sepamos con qué frecuencia, en el seno del hogar amigo y acogedor.
María, hechizada por la palabra de
Cristo, está sentada a sus pies, completamente absorta. Está bajo el embrujo de
esa presencia y palabra, ausente de todo lo demás, y distraída de cualquier
otra persona y circunstancia. Cabe suponer que otras personas, incluido Lázaro
el anfitrión, están presentes en esa escena.
Marta que, junto a sus hermanos, acoge
al visitante, anda de aquí para allá preparando la comida y la mesa –bases
indeclinables de la hospitalidad- y se afana en que todo esté lo mejor posible,
desde la cocina hasta el aposento, y suponemos que, mientras vigila los guisos,
orienta y ordena a los criados. Además, todo le parece poco porque sabe que su
invitado nada menos que es el Mesías, el Hijo de Dios, que ha venido a este
mundo (Jn 11, 27).
Y también, con absoluta seguridad, añora
la presencia y la palabra de Jesús y está con una oreja pendiente de la voz de
aquél captando a medias algunas palabras, mientras va y viene, más si se piensa
que esa palabra de Jesús no es para las multitudes sino para sus amigos
íntimos… O sea, como pequeñas gotas de oro… Marta quizá desea concluir los
preparativos para, a su vez, también participar de la palabra eterna, y se
duele del encandilamiento y olvido de su hermana.
Y asistimos a ese diálogo íntimo y lleno
de franqueza de Marta y Jesús que culmina con esta frase: “Dile, pues, que me ayude”. Y la respuesta cariñosa de Jesús “Marta, Marta, tú te inquietas y te turbas
por muchas cosas... María ha escogido la mejor parte, que no le será
arrebatada”. La escena concluye con la respuesta de Jesús.
¿Qué decir? Marta y María han representado
siempre para los exegetas la contraposición entre la vida activa y la vida
contemplativa.
En honor y homenaje de Marta hemos de
hacer algunas consideraciones.
Fr. Justo Pérez de Urbel, en su “Vida de
Cristo”, dice que Marta significa señora. Y es cierto que Marta simboliza a
cualquier señora de su casa.
Ningún hogar, ninguna casa y ninguna
familia funcionan si no hay en ellos una Marta, una mujer que hace que marido e
hijos vayan aseados y dignos; que los hijos conozcan la dulzura imprescindible
para su crianza y crecimiento equilibrados; que la casa sea un hogar
presentable; que con una energía casi inagotable vigile la colada, la cocina y
sus guisos y la salud común, sembrando al mismo tiempo sensibilidad, ternura y
alegría donde y cuando son necesarias porque su instinto excepcional, creación
de Dios, cuida y dirige esa nave que es el hogar y ese grupo familiar base de
la vida y de cualquier civilización.
Siempre habrá polémica en torno a las
personas activas y las contemplativas.
Aclaremos. Tan importantes son los
activos como los contemplativos. Dice San Agustín que Jesús no reprende a
Marta; sólo señala diferencia de ministerios.
El cardenal Gomá, comentando el pasaje,
dice que la Iglesia
ha dado suma importancia a la vida contemplativa. Pero que cuando debe
prevalecer la acción, la misma Iglesia orienta la actividad de sus hijos en ese
sentido. Y que…, en días de lucha con el enemigo, han surgido en el campo de la Iglesia pléyades de
hombres, de instituciones, que tienen por lema unir la acción a la
contemplación. Hacen a la vez la obra de Marta y María. (“El Evangelio
explicado”, T. II, p. 112, del Card. Gomá).
Por Francisco Pellicer Valero
Por Francisco Pellicer Valero
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