MUJERES
DE LA BIBLIA 10: JUDIT
El libro de Judit narra la historia
de una victoria del pueblo judío contra sus enemigos gracias a la intervención
de una mujer. Judit es la heroína del libro, no su autora.
Nabucodonosor, rey de Asiria declara
.la guerra al rey de los medos. Los pueblos del Tigris y el Eufrates le ayudan
en esta empresa. Los que no quisieron colaborar fueron castigados por el
general Holofernes.
En Judea se da la voz de alarma. Se
difunde rápidamente que el ejército asirio saquea, destruye y conquista todos
los territorios limítrofes.
El pueblo judío de Betulia se
apresta a oponerle resistencia, preparándose con ayunos, penitencia, oraciones
y sacrificios. Además están preparando toda clase de obstáculos para
defenderse.
El general Holofernes pone cerco a
la ciudad; ocupan las fuentes, se ven sin agua y están decididos a someterse.
En este momento entra en escena
Judit, la mujer piadosa y de conducta ejemplar, de la que nadie había podido
decir nunca una palabra mala, porque tenía un gran temor de Dios; era viuda
joven y muy bella. Desde la muerte de su marido llevaba una vida solitaria y pobre,
no porque careciera de los bienes de la tierra, que los tenía en abundancia
heredados de su marido, sino porque había escogido libremente ese modo de vida:
ceñida de saco, vestida de acuerdo con su viudez y ayunaba todos los días,
excepto en las grandes solemnidades.
Nada hacía
suponer que aquella joven y hermosa viuda, piadosa, rica y sin problemas, iba a
ser la salvadora e la ciudad de Betulia. Pero así fue. Enterada de la decisión
de los ancianos de entregar la ciudad a los asirios, llama a los jefes y, con
la autoridad y valentía de un severo predicador, de un antiguo profeta de
Israel o de un sabio judío, les recuerda unas cuantas verdades que ella había
aprendido en la historia sagrada de su pueblo y en el contacto directo con Dios
a través de la meditación que hacía en la terraza de su casa y que ellos debían
tener presente en aquellos momentos difíciles: “Dios tiene poder para
protegernos en cualquier momento o para aniquilarnos en presencia de nuestros
enemigos. Pero vosotros no exijáis garantías a los designios del Señor.
Pidámosle más bien que nos socorra, mientras esperamos confiadamente que nos
salve. Además -añade Judit- la rendición de Betulia supondría la
conquista por parte de los asirios de toda Judea, la profanación del templo de
Jerusalén, la deportación de los compatriotas y la devastación del país.”
Y termina su discurso con un supremo impulso de fe: “Demos gracias al Señor nuestro
Dios que ha querido probarnos como a nuestros padres”. Es la lección de
la historia patriarcal: la desgracia del justo no es un castigo, sino una
prueba.
Toma sus
hábitos de penitencia, cubre su cabeza de ceniza, hace penitencia, expone sus
planes al Señor y le pide auxilio. La oración es la fuente de su fuerza y
valor.
Confortada con la oración y segura de
su éxito, baja de su cuarto, se perfuma y acicala, hace resplandecer de nuevo
su antigua belleza y esbeltez, y acompañada de su criada se encamina al
campamento asirio para entrevistarse con Holofernes.
La conversación que sostiene con él,
salpicada de frases ambiguas y equívocas, haciendo el elogio de la sagacidad
del general asirio es una prueba manifiesta del gran talento femenino.
Holofernes se entusiasma y la colma de atenciones.
Durante un banquete se va a decidir
la suerte de Israel y la del ejército asirio y su general. El hecho es conocido
y el dramatismo de la acción único. Cuando todos fatigados por el exceso de
bebida, se van a dormir, Judit se queda sola con Holofernes, desplomado sobre
su lecho y rezumando. Era el momento de actuar. Puesta en pie, junto al lecho
ora en su interior, pidiendo ayuda a Dios.
Avanza hasta la columna del lecho
que estaba junto a la cabeza de Holofernes de donde pendía su espada, la toma
en sus manos y acercándose al lecho, agarra su cabeza por los cabellos y pronuncia
su última oración: “Dame fuerza Dios de Israel, en este momento.” Y dicho esto,
con todas sus fuerzas le descarga dos golpes en el cuello y le corta la cabeza.
Sale sigilosamente de la tienda y entrega la cabeza a su criada. Esta la mete
en la alforja de las provisiones y vuelven tranquilamente a la ciudad.
El ejército asirio queda consternado
a la vista de su general decapitado. Los israelitas pasan rápidamente al contra
ataque y derrotan al enemigo.
Pero el libro de Judit no es un caso
de conciencia y muchos menos un libro edificante. Es un libro de tesis: Tesis
religiosa y apologética. Sus personajes son más un símbolo que una realidad.
Por Francisco Pellicer Valero
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