MUJERES
DE LA BIBLIA 8: BETSABE
Esta mujer entra en la historia con
la mancha de haber traicionado a su marido cediendo a las insinuaciones del rey
David.
Este rey se levantó de la siesta y dando un paseo por la terraza de su
casa vio en la casa de Urías la silueta de una mujer muy hermosa que se estaba
bañando; manda que se la traigan. Ella acude inmediatamente; David se acuesta
con ella y Betsabé vuelve a su casa. Su marido Urías se hallaba en el frente de
batalla poniendo en peligro su vida en favor de su rey.
Pocos días después del adulterio
Betsabé anuncia al rey que se halla encinta. David desea ocultar lo acontecido
y le da un permiso a Urías para que vaya a su casa con el fin de que se acueste
con su mujer y cuando nazca el hijo se considere que es suyo.
Como durante la guerra era costumbre
guardar continencia Urías no va a dormir a su casa, sino que duerme junto a la
puerta de palacio con la guardia real.
Como el rey no consigue su objetivo
y Urías vuelve al frente de batalla, escribe una carta al jefe del ejército
para que coloque al citado militar en el lugar más peligroso y cuando ataque el
enemigo dejarlo solo para que caiga muerto. Así acontece y cuando se entera
Betsabé hace luto por su marido durante siete días, según la costumbre de
entonces.
David introduce a Betsabé en palacio
considerándola como mujer suya entre otras.
Cuando
nazca el hijo se considerará como hijo legítimo del rey.
Este crimen perfecto a los ojos de
los hombres, no lo era ante Dios, que mandó al profeta Natán que habló con
David y éste reconoció su pecado. Además, el niño que les ha nacido del
adulterio, enferma gravemente y a pesar de la angustia de los padres y de sus
rigurosas penitencias el niño muere a los siete días de su enfermedad.
Una vez pasado el luto e inician su
vida normal, David duerme con Betsabé, queda embarazada y nace otro niño a
quien ponen el nombre de Salomón, que será el heredero de la corona gracias a
la ayuda del profeta Natán.
Betsabé ha conseguido lo que
probablemente nunca había imaginado: ser la “madre del rey”. Este título le
confería un rango oficial y unos poderes que sobrepasaban los que una madre
tiene sobre su hijo. La madre del rey llevaba el título de “Gran Dama”.
Salomón recibe a su madre con todos
los honores: saludándola de pie, saliendo a su encuentro, postrándose ante
ella, colocándole luego un trono a su lado y sentándola a su derecha.
Aquí terminan las noticias sobre
esta singular mujer, mezcla de pasividad e indolencia, de bondad y altruismo,
de firmeza y astucia, que mereció figurar, para nuestra general admiración y
sorpresa, en la genealogía de Jesucristo, transmitida por Mateo en su
Evangelio: “David engendró a Salomón en la mujer de Urías” (Mt. 1,6).
Por Francisco Pellicer Valero
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