MUJERES DE LA BIBLIA 5: RUT Y NOEMI
Rut, la moabita, la extranjera, de un pueblo “abominable”(Esdr 9, 14), por sus virtudes y, sobre todo, por el amor a su suegra Noemí, merece el premio y la recompensa de Dios, entrando a formar parte de la ilustre familia de los antepasados del rey David.
La vida de estas dos mujeres está
tan ligada, tan relacionada entre sí, que es imposible hablar de una sin
mencionar a la otra. Ejemplo verdaderamente sorprendente de las buenas
relaciones entre una suegra y una nuera.
El
hecho se sitúa en la época de los Jueces (siglo XII antes de Cristo): un
matrimonio de Belén, Elimélek y Noemí se ve obligado a emigrar, debido al
hambre y la carestía, con sus dos hijos Majlón y Kilión, al país de Moab. Al
poco tiempo de llegar allí muere Elimélek. Sus dos hijos se casan con dos
jóvenes del país,. Kilión con Orpa, y Majlón con Rut.
Unos
diez años más tarde que su padre, son arrebatados también por la muerte los dos
hijos. Noemí se queda, pues, sin marido y sin hijos en un país extranjero.
A
las tres viudas, Noemí, Orpa y Rut, se les plantea el problema de la
supervivencia. Al principio, y con el mismo cariño que habían demostrado a sus
maridos, Orpa y Rut permanecen al lado de su suegra y la atienden. Pero Noemí,
al tener noticia de que había cambiado la situación económica de su pueblo,
decide volver a su patria para terminar el resto de sus días entre sus
parientes de Belén de Judá.
Las
dos nueras la acompañan y quieren partir con ella. Noemí, sin embargo, actúa
con prudencia. El cariño y los desvelos la halagan y conmueven, pero no puede
cerrar los ojos a la realidad; las nueras son aún jóvenes y pueden casarse.
Ella en cambio es ya vieja y nada puede hacer por ellas.
Orpa,
besa a su suegra, se despide de ella llorando y se vuelve a su pueblo; Rut, en
cambio se queda a pesar de que Noemí insiste en que se vuelva. Rut le dice: “donde
tú vayas iré yo... donde tú mueras, moriré yo.” (Rut 1, 16).
La
suegra y la nuera se van a Belén y el pueblo entero se alegra de la llegada de
Noemí. Pero su situación económica era tan precaria que Rut tiene que ir al
campo a recoger espigas; pero el campo era de Booz, pariente del difunto marido
de Noemí. Hacen amistad y llega el matrimonio.
Les
nació un hijo a quien le pusieron el nombre de Obed (= el siervo de Yahvé). Las
mujeres de Belén acudieron a felicitar a Noemí: “Bendito sea Dios, que no ha
permitido que falte hoy al difunto un protector para perpetuar su nombre en Israel.
Que sea el consuelo de tu alma y el apoyo de tu ancianidad, porque le ha dado a
luz tu nuera, que tanto te quiere, y que es para ti mejor que siete hijos”
(Rut 4, 14-15).
Según la ley hebrea, Noemí era
legalmente la madre del niño, como el difunto Elimélek era su padre. De este
modo, por haber aceptado Rut y Booz sus deberes, Noemí se convierte en la
bisabuela de David, ya que Obed fue padre de Isaí y éste, padre de David.
Por
otra parte, Rut, la extranjera del abominable país de Moab, no sólo entra a
formar parte del pueblo de Israel, sino que ocupa un lugar en el linaje de los
antepasados directos de David, y, por tanto, de Jesús de Nazaret.
Cuando
Mateo, en su Evangelio, nos da la genealogía de Jesús, “hijo de David, hijo de Abraham”,
dice expresamente que “Booz engendró a Obed de Rut” (Mt 1,
5).
La enseñanza de esta historia es muy
valiosa. De ella se desprende que Dios tiene providencia de las personas que
confían en Él, aunque los purifique a veces en el crisol de la tribulación.
Por Francisco Pellicer Valero
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