EL ESPÍRITU SANTO EN LOS “HECHOS DE LOS
APÓSTOLES”
I.- El día de Pentecostés.-
En cumplimiento de la promesa de
Cristo (Hch 1, 4 s.), el Espíritu Santo desciende sobre los Apóstoles (Hch c. 2), iluminando sus mentes y fortaleciendo
sus voluntades con los dones de sabiduría y fortaleza, capacitándoles para el
ministerio apostólico que comienzan acto seguido. La “oración extática”
manifiesta la transformación interior que se había obrado en ellos y el “fuego
del Espíritu”, que quema sus prejuicios sobre un reino terreno, les hace
comprender las cosas de Dios y la naturaleza de su Reino. Y los transforma de
humildes y tímidos pescadores en valerosos e intrépidos predicadores del
Evangelio. Por medio del “milagro de la audición” –una lengua entendida por los
oyentes de diversas naciones- el Espíritu Santo ponía de manifiesto dos notas
de la Iglesia: su unidad y su universalidad.
II.- En casa de Cornelio.- (Hch cc.
10-11).
El Evangelio, el Reino de Cristo,
estaba destinado no sólo a los judíos, sino también a los gentiles (Gen 12,3).
Llegado el momento de la incorporación de éstos a la Iglesia, interviene de
modo especial el Espíritu Santo. Predicando
S. Pedro en casa del centurión Cornelio, por indicación del
mismo Espíritu, el Espíritu Santo desciende sobre los oyentes que les
hace hablar en lenguas y glorificar a Dios, como a los Apóstoles el día de
Pentecostés. Manifestaba con ello el Espíritu Santo a S. Pedro que debía
introducir en la Iglesia a aquellos gentiles y mandó que fuesen bautizados en
el nombre de Jesús. (ver Hch 11, 1-18) .
III.- En el Concilio de Jerusalén. (Hch c. 15)
Pablo y Bernabé habían predicado
que para la salvación que traía Cristo bastaba la fe en su mensaje, sin tener
que cumplir las prescripciones mosaicas. Pero los judíos de Jerusalén, que
no acertaban a desprenderse de ellas, predicaban
que era preciso el cumplimiento de las mismas. Se remitió la cuestión a la Iglesia Madre de
Jerusalén. Pedro zanjó el problema declarando que no era precisa la
circuncisión, y sólo por razones pastorales (evitar el escándalo de los judíos
y favorecer la armonía entre judíos y gentiles), se pidió a éstos el
cumplimiento de ciertas prescripciones mosaicas. En la redacción del decreto
conciliar se constata: “ha parecido al
Espíritu Santo y a nosotros” (Hch 15, 28) . Los Apóstoles tenían clara
conciencia de que ellos actuaban bajo la dirección del Espíritu Santo.
IV.- Dirigentes de la Iglesia.-
Como hemos indicado, la acción del
Espíritu Santo sobre ellos comienza el día de Pentecostés. Acto seguido tiene
lugar
que el Espíritu Santo le ha invadido con sus dones de
sabiduría y fortaleza (Hch 2, 14-36). Aparece en la comparecencia de Pedro y
Juan ante el Sanedrín que les pide cuentas de su predicación, dispuesto a
condenarlos. Ante la prohibición de que sigan predicando a Jesús, Pedro “lleno del Espíritu Santo”, contesta que
hay que obedecer a Dios primero que a los hombres y que ellos no pueden dejar
de predicar lo que han visto y oído (Hch 4, 1-22). Lo mismo contestan en una
segunda comparecencia (Hch 5, 21-32).
También los diáconos reciben y
actúan bajo la acción del Espíritu Santo: de Esteban se dice que era un varón “lleno de fe y del Espíritu Santo”; lo
demostró en su amplio discurso ante el Sanedrín y en su martirio (Hch 6, 5 ; 7
, 55-60). De otro diácono, Felipe, S. Lucas constata que el Espíritu Santo
actúa sobre él en la conversión del etíope, ministro de la reina Candace (Hch 8
, 26- 39).
Con peculiar relieve constata el
autor de “Hechos” la acción del Espíritu Santo sobre San Pablo. Acto seguido a
su conversión, Ananías le impone las manos y queda lleno del Espíritu Santo
(Hch 9, 17). El Espíritu Santo le escoge, juntamente con Bernabé, para el
primer viaje apostólico (Hch 13, 2.4 ). Lleno del Espíritu Santo, descubre el
engaño de Barjesús, mago que se oponía a la conversión del procónsul Sergio
Pablo (Hch 13, 6 –12 ).
Le señala el camino que ha de
seguir: pretendiendo él y sus compañeros predicar el Evangelio en la región de
Asia, camino hacia Éfeso, se lo impidió el Espíritu Santo; pretendiendo
entonces dirigirse a la región de Bitinia pensando seguramente en las
importantes ciudades de Nicea y Nicomedia, reciben una similar prohibición del
Espíritu Santo. Ante ello, se dirigen a la región de Misia (noroeste de la actual Turquía), llegando a
Tróade. La visión del joven macedonio revela el motivo de la prohibición del
Espíritu Santo . Pretendía que San Pablo y sus compañeros comenzaran la
predicación del Evangelio en Europa (Hch 16 , 6-10). Hacia el final de su tercer viaje misionero, el
Apóstol manifiesta que “el Espíritu Santo
le testifica en cada ciudad que le aguardan prisiones y tribulaciones"“
(Hch 20, 23) . En efecto, al llegar a Jerusalén, al final del viaje, es
apresado y comienza para Pablo un verdadero calvario ante la acción de los
judíos que pretenden darle muerte (Hch cc. 21 – 28).
Se llega a la conclusión de que el Espíritu Santo toma las
riendas de la Iglesia el día mismo de Pentecostés y dirige sus pasos en los
momentos cumbres. Actúa en la actividad de sus dirigentes y es un don para
todos los fieles, principio de su vida cristiana.
1.- Giuseppe Ricciotti: Pentecostés. Comentario Hechos. Ed. Miracle.
Barcelona, 1970, págs 81-101.
2.- Alfred Wikenhauser: El Espíritu Santo en los Hechos. Comentario
Hechos de los Apóstoles.
Ed. Herder. Barcelona, 1973, págs
146-153.
3.- León-Dufour: Vocabulario Teología Bíblica. Ed. Herder. Barcelona,
1965, págs 604-606.
4.- Santiago Guijarro: El Espíritu Santo en el libro de los Hechos. El
Evangelio del Espíritu. Ed. Verbo
Divino. Estella,
1998, págs, 17-25.
Por Francisco Pellicer Valero
Fotografía: Mª del Carmen Feliu Aguilella
Fotografía: Mª del Carmen Feliu Aguilella
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