LOS CARISMAS (1)
I - Nociones.-
La palabra griega “járisma”, muy rara en los textos
profanos, se encuentra 17 veces en el Nuevo Testamento, de las cuales 16
aparecen en S. Pablo y la otra en S. Pedro (1 Pe 4, 10). Tiene la misma raíz
que “jaris”, de ahí que signifique fundamentalmente “don gratuito de Dios“.
El carisma ni es sacramento,
conductor de la gracia, ni es un ministerio que lleve aneja autoridad alguna.
Tampoco es una virtud moral que hace bueno a quien la posee; no se es ni mejor
ni peor por tener un carisma, simplemente se está capacitado para el mismo.
Los teólogos dan del carisma la
siguiente definición: “Es un don
permanente o transitorio del Espíritu Santo, que se concede para la edificación
del Cuerpo de Cristo según las necesidades concretas de la comunidad cristiana
y la capacidad de cada individuo”.
La riqueza carismática se acentúa
siempre que la Iglesia
comienza una nueva época, en los momentos de crisis, de revisión de vida y de
renovación. (1)
II.- Su distribución.-
Tres veces habla S. Pablo con cierto detenimiento sobre
los carismas en la Iglesia :
(Efesios 4, 7 –13; Romanos 12, 3-8 y 1ª Corintios, capítulos 12, 13 y 14).
1.- En el primer caso enumera sólo
carismas de magisterio apóstoles,
profetas, evangelizadores, pastores y maestros o doctores; lo hace en un
contexto dominado por la preocupación de conservar “la unidad de la fe y del
conocimiento pleno del Hijo de Dios”.
2.- En Rom 12, 3-8 el Apóstol
aconseja emplear los carismas en beneficio del Cuerpo del que somos miembros,
sin que nadie se deba envanecer por la gracia que le ha sido dada por Dios.
Nombra profecías, ministerios, doctores, predicadores, limosneros, presidentes,
y misericordiosos.
3.- En la primera Carta a los
Corintios S. Pablo aborda el tema de una manera exhaustiva. Lo hace para salir
al paso del doble error del valor de los carismas en función de su
espectacularidad y de formar banderías de simpatizantes en torno a los
poseedores de uno y otro. Ambas cosas estaban haciendo estragos en la comunidad
de Corinto.
Comienza el Apóstol presentando los
carismas como obra común a las Tres Personas de la Santísima Trinidad
(1 Cor 12 , 4-6). Sin embargo, no puede ser más explícito en la atribución de
los carismas al Espíritu Santo por APROPIACIÓN, dado que todos los fenómenos
carismáticos son manifestación del mismo Espíritu (1 Cor 12, 7-11).
Con una gracia o con otra, todos
los carismáticos deben saberse miembros del mismo Cuerpo de Cristo, al que han
sido incorporados por el Espíritu en el Bautismo. (1 Cor 12, 12 s)
Como en el cuerpo humano hay
miembros distintos, pero todos se necesitan los unos a los otros, ocurre igual
en la Iglesia. Tiene
que haber distintos carismas, pero todos son útiles para el conjunto (1 Cor 12,
27-30).
Ante el peligro de que los carismas
dividan a los miembros de la comunidad entre partidarios de unos carismáticos o
de otros, según las preferencias de cada cual, el Apóstol afirma tajantemente
que por encima de todos los carismas está la caridad, esa “caridad que ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos ha sido dado“ (Rom 5, 5 ). El verdadero criterio de
valoración tiene que ser su utilidad para la edificación de la Iglesia. (1 Cor 12,7).
(2)
III .- Los carismas se deben recibir con gratitud.-
Es natural que los carismas se
reciban con agradecimiento. A la palabra gracia como sinónima de don gratuito,
corresponde la palabra gracia como sinónima de gratitud. En el primer caso, se
hace la gracia de dar lo que se da; en el segundo se dan gracias por lo que se
recibió. Y los carismas son dones gratuitos. De ahí la necesidad del
reconocimiento y la gratitud.(3)
IV.- Los carismas son dados en beneficio de la comunidad.-
El carisma, teológicamente hablando, es toda gracia o don de Dios que no
tiende directa e inmediatamente a la santificación de los que lo poseen, aunque
a fin de cuentas, todo lo que es don de Dios, si se recibe con agradecimiento y
se emplea para bien de los demás, termina por redundar en provecho propio. Lo
que se quiere decir es que los carismas son dados por Dios en beneficio de la
comunidad. Así, es evidente que el don de curaciones, no es para no caer
enfermo el que lo posee, sino para curar a otros. Un caso palmario de sólo
utilidad ajena es, por ejemplo, el poder de perdonar pecados: en un accidente colectivo,
el sacerdote eventualmente presente puede absolver a todos los implicados, pero
no puede absolverse a sí mismo.
El
Espíritu Santo mueve a los poseedores de carismas para que los empleen en la
edificación del Cuerpo de Cristo. Así lo ha hecho – y ha sido secundado por
numerosos hombres y mujeres – a lo largo de la Historia de la Iglesia.
Pongamos algunos ejemplos :
1.- Para la atención a los enfermos
ha suscitado entre otros, a S. Vicente de Paúl, a S. Camilo de Lelis y a Sta.
Soledad Torres Acosta.
2.-
Para la instrucción cristiana de niños y jóvenes, el Espíritu Santo concedió
este carisma a S. José de Calasanz, a S. Juan Bautista de la Salle y a S. Juan Bosco.
3.- Para la investigación
teológica, por ejemplo, inspiró a Sto. Domingo de Guzmán la Orden de Predicadores.
4.- Para redimir a los cautivos,
motivó para ello a los fundadores de los Mercedarios.
5.- Cuando la Iglesia se aferraba en
demasía a los bienes materiales, el Espíritu Santo suscitó a San Francisco de
Asís y otros (4)
I - Nociones.-
La palabra griega “járisma”, muy rara en los textos
profanos, se encuentra 17 veces en el Nuevo Testamento, de las cuales 16
aparecen en S. Pablo y la otra en S. Pedro (1 Pe 4, 10). Tiene la misma raíz
que “jaris”, de ahí que signifique fundamentalmente “don gratuito de Dios“.
El carisma ni es sacramento,
conductor de la gracia, ni es un ministerio que lleve aneja autoridad alguna.
Tampoco es una virtud moral que hace bueno a quien la posee; no se es ni mejor
ni peor por tener un carisma, simplemente se está capacitado para el mismo.
Los teólogos dan del carisma la
siguiente definición: “Es un don
permanente o transitorio del Espíritu Santo, que se concede para la edificación
del Cuerpo de Cristo según las necesidades concretas de la comunidad cristiana
y la capacidad de cada individuo”.
La riqueza carismática se acentúa
siempre que la Iglesia
comienza una nueva época, en los momentos de crisis, de revisión de vida y de
renovación. (1)
II.- Su distribución.-
Tres veces habla S. Pablo con cierto detenimiento sobre
los carismas en la Iglesia :
(Efesios 4, 7 –13; Romanos 12, 3-8 y 1ª Corintios, capítulos 12, 13 y 14).
1.- En el primer caso enumera sólo
carismas de magisterio apóstoles,
profetas, evangelizadores, pastores y maestros o doctores; lo hace en un
contexto dominado por la preocupación de conservar “la unidad de la fe y del
conocimiento pleno del Hijo de Dios”.
2.- En Rom 12, 3-8 el Apóstol
aconseja emplear los carismas en beneficio del Cuerpo del que somos miembros,
sin que nadie se deba envanecer por la gracia que le ha sido dada por Dios.
Nombra profecías, ministerios, doctores, predicadores, limosneros, presidentes,
y misericordiosos.
3.- En la primera Carta a los
Corintios S. Pablo aborda el tema de una manera exhaustiva. Lo hace para salir
al paso del doble error del valor de los carismas en función de su
espectacularidad y de formar banderías de simpatizantes en torno a los
poseedores de uno y otro. Ambas cosas estaban haciendo estragos en la comunidad
de Corinto.
Comienza el Apóstol presentando los
carismas como obra común a las Tres Personas de la Santísima Trinidad
(1 Cor 12 , 4-6). Sin embargo, no puede ser más explícito en la atribución de
los carismas al Espíritu Santo por APROPIACIÓN, dado que todos los fenómenos
carismáticos son manifestación del mismo Espíritu (1 Cor 12, 7-11).
Con una gracia o con otra, todos
los carismáticos deben saberse miembros del mismo Cuerpo de Cristo, al que han
sido incorporados por el Espíritu en el Bautismo. (1 Cor 12, 12 s)
Como en el cuerpo humano hay
miembros distintos, pero todos se necesitan los unos a los otros, ocurre igual
en la Iglesia. Tiene
que haber distintos carismas, pero todos son útiles para el conjunto (1 Cor 12,
27-30).
Ante el peligro de que los carismas
dividan a los miembros de la comunidad entre partidarios de unos carismáticos o
de otros, según las preferencias de cada cual, el Apóstol afirma tajantemente
que por encima de todos los carismas está la caridad, esa “caridad que ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos ha sido dado“ (Rom 5, 5 ). El verdadero criterio de
valoración tiene que ser su utilidad para la edificación de la Iglesia. (1 Cor 12,7).
(2)
III .- Los carismas se deben recibir con gratitud.-
Es natural que los carismas se
reciban con agradecimiento. A la palabra gracia como sinónima de don gratuito,
corresponde la palabra gracia como sinónima de gratitud. En el primer caso, se
hace la gracia de dar lo que se da; en el segundo se dan gracias por lo que se
recibió. Y los carismas son dones gratuitos. De ahí la necesidad del
reconocimiento y la gratitud.(3)
IV.- Los carismas son dados en beneficio de la comunidad.-
El carisma, teológicamente hablando, es toda gracia o don de Dios que no
tiende directa e inmediatamente a la santificación de los que lo poseen, aunque
a fin de cuentas, todo lo que es don de Dios, si se recibe con agradecimiento y
se emplea para bien de los demás, termina por redundar en provecho propio. Lo
que se quiere decir es que los carismas son dados por Dios en beneficio de la
comunidad. Así, es evidente que el don de curaciones, no es para no caer
enfermo el que lo posee, sino para curar a otros. Un caso palmario de sólo
utilidad ajena es, por ejemplo, el poder de perdonar pecados: en un accidente colectivo,
el sacerdote eventualmente presente puede absolver a todos los implicados, pero
no puede absolverse a sí mismo.
El
Espíritu Santo mueve a los poseedores de carismas para que los empleen en la
edificación del Cuerpo de Cristo. Así lo ha hecho – y ha sido secundado por
numerosos hombres y mujeres – a lo largo de la Historia de la Iglesia.
Pongamos algunos ejemplos :
1.- Para la atención a los enfermos
ha suscitado entre otros, a S. Vicente de Paúl, a S. Camilo de Lelis y a Sta.
Soledad Torres Acosta.
2.-
Para la instrucción cristiana de niños y jóvenes, el Espíritu Santo concedió
este carisma a S. José de Calasanz, a S. Juan Bautista de la Salle y a S. Juan Bosco.
3.- Para la investigación
teológica, por ejemplo, inspiró a Sto. Domingo de Guzmán la Orden de Predicadores.
4.- Para redimir a los cautivos,
motivó para ello a los fundadores de los Mercedarios.
5.- Cuando la Iglesia se aferraba en
demasía a los bienes materiales, el Espíritu Santo suscitó a San Francisco de
Asís y otros (4)
Por Francisco Pellicer Valero
Fotografía: Mª del Carmen Feliu Aguilella
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