LA BIBLIA EN EL QUIJOTE
Miguel de Cervantes fue, no sólo un buen cristiano, sino
también un Terciario Franciscano en la Capilla de la Venerable Orden Tercera de
San Francisco el Grande de Madrid, como indica la placa colocada en el frontal.
En su genial
novela “El Ingenioso hidalgo Don Quijote
de la Mancha”, nos ofrece ricos testimonios de fe y de conocimiento de la
Biblia a través, sobre todo, de los discursos y reflexiones puestos en boca de
Don Quijote.
“En aquella dichosa edad
eran todas las
cosas comunes”
Antes del discurso de Don Quijote a los cabreros sobre la
edad dorada (Capítulo XI, de la 1ª parte), le pide a Sancho Panza que se siente
en el suelo “porque a quien se humilla
Dios lo ensalza” (Mt 23, 12).
En el texto
del Discurso, Cervantes recrea bellamente estas escenas de la Sagrada
Escritura:
- La vida de nuestros primeros padres
en el paraíso:
“Yahvé plantó un jardín en un lugar del Oriente llamado Edén. Hizo
brotar del suelo toda clase de árboles agradables a la vista y buenos para
comer... tomó al hombre y lo puso en el Jardín del Edén para que lo cultivara y
cuidara” (Gn 2,
8-9.15).
En torno a esta escena del Paraíso, Don Quijote destaca: “las entrañas piadosas de nuestra primera
madre que, sin ser forzada, ofrecía por todas las partes de su fértil y
espacioso seno lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que
entonces la poseían”.
- La vida de la comunidad cristiana
primitiva. De
la que se dice en Hch 4, 32: “formaban un
solo corazón y una sola alma y nadie consideraba como suyo lo que poseía, sino
que todo era común entre ellos”.
Don Quijote
dice: “Porque en aquella dichosa y santa
edad los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de “tuyo” y “mío”.
Eran todas las cosas comunes... todo era paz entonces, todo amistad, todo
concordia”.
- La verdadera religión: “La
religión recta e irreprochable delante de Dios Padre consiste en visitar a los
huérfanos y a las viudas en su aflicción” (Carta de Santiago 1, 27).
Don Quijote
afirma que: “Se instituyó la Orden de los
Caballeros andantes para defender a las doncellas, amparar a las viudas y a los
menesterosos. Desta Orden soy yo, hermanos cabreros”.
“Dios, proveedor de todas las
cosas”
En el capítulo XVIII – 1ª Parte-,
en un coloquio largo entre Don Quijote y Sancho, al encontrarse sin llevar en
la alforja nada para comer, Don Quijote habla de la providencia de Dios, en la
que descubrimos que hace alusión a dos textos del Sermón de la Montaña: “Mirad las aves del cielo, no siembran... y
sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta” (Mt 6, 25-34). “Para que seáis hijos de vuestro Padre, que
hace salir el sol sobre buenos y malos y que llueva sobre justos y pecadores” (Mt
5, 45).
Cervantes recrea bella y
franciscanamente estas enseñanzas de Cristo señalando los animales más
despreciables:
“Dios, que es proveedor de todas las cosas,
no nos ha de faltar, pues no falta a los mosquitos del aire, ni a los
gusanillos de la tierra, ni a los renacuajos del aire. Y es tan piadoso, que
hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y llueve sobre los injustos y
justos”.
En esta cita del Quijote descubrimos que
Cervantes conocía muy bien a San Francisco, del que se dice en I Celano 80:
“Ardía en vehemente amor por los gusanillos porque había leído que se dijo del
Salvador: “Yo soy un gusano, no un hombre” (Salmo 21, 7). Por eso los recogía
del camino y los colocaba en lugar seguro”.
La
paz evangélica
En el discurso de Don Quijote sobre las armas y las letras
(Capítulos 37 y 38, de la 1ª parte), hace un elogio de la paz, “el mayor bien que los hombres pueden desear
en esta vida... como los ángeles la dieron en la noche que fue nuestro día:
“Gloria sea en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena
voluntad”. Y la salutación que el mejor Maestro de la tierra y del cielo enseñó
a sus allegados y favorecidos, fue decirles que cuando entrasen en alguna casa
dijesen: “Paz sea en esta casa”. Y
otras muchas veces les dijo: “Mi paz os doy, mi paz os dejo”. Joya que, sin
ella, en la tierra ni en el cielo puede haber bien alguno. Esta paz es el
verdadero fin de la guerra”.
“De
gente bien
nacida es
agradecer los
bienes que recibe”
Al liberar Don
Quijote a los galeotes de sus cadenas (Capítulo XXII, de la 1ª parte),
Cervantes parece recrear la curación de los diez leprosos (Lc 17, 11-19), donde
sólo uno de los diez “volvió alabando a
Dios”.
A ejemplo de
Jesús, que exaltó al leproso que volvió a darle gracias, Don Quijote, llama a
los galeotes liberados y les dice: “de
gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados
que más a Dios ofende es la ingratitud”.
Fray Angel Gajate
Fray Angel Gajate
Fotografía: Mª del Carmen Feliu
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