ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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sábado, 30 de enero de 2016

ORACIÓN FINAL DE UN HOMBRE AGRADECIDO

ORACIÓN FINAL DE UN HOMBRE AGRADECIDO



Reproducimos este texto magnífico de José Luis Martín Descalzo, de su libro “Lo que María guardaba en su corazón”, 1985, por su  gran ternura y poesía y por su profundo valor edificante.






Te doy gracias, María, por ser una mujer:
Gracias por haber sido mujer como mi madre y por haberlo
sido en un tiempo en el que ser mujer era como no ser nada.
Gracias porque cuando todos te consideraban una mujer
de nada tú fuiste todo, todo lo que un ser humano puede ser
y mucho más, la plenitud del hombre, una vida completa.
Gracias por haber sido una mujer libre y liberada, la mujer
más libre y liberada de la historia, la única mujer liberada
y libre de la historia, porque tú fuiste la única no atada al pecado,
la única no uncida a la vulgaridad, la única que nunca
fue mediocre, la única verdaderamente llena de gracia y de vida.
Te doy gracias porque estuviste llena de gracia porque
estabas precisamente llena de vida; porque estuviste llena de
de vida porque te habían verdaderamente llenado de gracia.
Te doy gracias porque supiste encontrar la libertad siendo esclava,
aceptando la única esclavitud que libera, la esclavitud de Dios,
y nunca te enzarzaste en todas las otras esclavitudes
que a nosotros nos atan.
Te doy gracias porque te atreviste a tomar la vida con las dos manos.
Porque al llegar el ángel te atreviste a preferir tu misión
a tu comodidad, porque aceptaste tu misión sabiendo que era
cuesta arriba, en una cuesta arriba que acababa en un Calvario.
Gracias porque fuiste valiente, gracias por no tener miedo,
gracias por fiarte de Dios que te estaba llenando,
del Dios que venía, no a quitarte nada, sino a hacerte más mujer.
Gracias por tu libertad de palabra cuando hablaste a Isabel.
Gracias por atreverte a decir que Dios derribaría
a los poderosos, sin preocuparte por lo que pensaría Herodes.
Gracias por haber sabido que eras pobre y que Dios
te había elegido precisamente por ser pobre.
Gracias porque supiste hablar de los ricos sin rencor,
pero poniéndolos en su sitio: el vacío.
Gracias porque supiste ser la más maternal de las vírgenes,
la más virginal de las madres.
Gracias porque entendiste la maternidad como un servicio a la vida ¡y qué vida!
Gracias porque entendiste la virginidad
como una entrega ¡y qué entrega!
Gracias por ser alegre en un tiempo de tristes,
por ser valiente en un tiempo de cobardes.
Gracias por atreverte a ir embarazada hasta Belén,
gracias por dar a luz donde cualquier otra mujer
se hubiera avergonzado.
Gracias por haber sabido ser luego una mujer de pueblo,
por no haber necesitado ni ángeles, ni criaturas
que te amasaran el pan y te hicieran la comida,
gracias por haber sabido vivir sin milagros
ni prodigios, gracias por haber sabido que estar
llena no era de estarlo de títulos y honores,
sino de amor.
Gracias por haber aceptado el exilio,
por asumir serena la muerte del esposo querido.
Gracias por haber respetado la vocación de tu hijo
cuando se fue hacia su locura,
por no haberle dado consejitos prudentes,
gracias por haberle dejado crecer y por sentirte
orgullosa de que Él te superase.
Gracias por haber sabido quedarte en silencio
y en la sombra durante su misión, pero sosteniendo
de lejos el grupo de mujeres que seguían a tu Hijo.
Gracias por haber subido al Calvario cuando pudiste quedarte
alejada del llanto, por aguantar al lado del sufriente.
Gracias por aceptar la soledad de los años vacíos.
Gracias por haber sido la mujer más entera que ha existido nunca
y gracias, sobre todo, por haber sido la única mujer
de toda la historia que volvió entera a los brazos de Dios.
Gracias por seguir siendo madre y mujer en el cielo,
por no cansarte de amamantar a tus hijos de ahora.
Gracias por no haber reclamado nunca con palabras vacías
tu derecho de mujer en la Iglesia, pero al mismo tiempo
haber sido de hecho el miembro más eminente de la Iglesia,
la primera redimida, por ser entre los hombres y mujeres
todos de la tierra la que más se ha parecido a tu Hijo,
la que más cerca ha estado y está aún de Dios.


Fotos amablemente cedidas por Manolo Guallart.

lunes, 25 de enero de 2016

CONVERSIONES

         CONVERSIONES


       El ponente distingue inicialmente tres tipos de conversión: la religiosa o encuentro con la realidad de Dios; ideológica o encuentro con la realidad de una idea; y la erótica o encuentro con la realidad del “tú”.

         La charla tiene tres partes bien diferenciadas: estudio de la conversión de san Pablo; la segunda, estudio sobre la conversión de Paul Claudel; la tercera, algunas precisiones sobre la fenomenología de la conversión.

         La primera parte, analiza la conversión de san Pablo, comenzando por la persecución desatada por este y que nos narra el libro de los Hechos, hasta culminar en el encuentro con Cristo a las puertas de Damasco. Hace una breve referencia a la violencia de la persecución desatada por él mismo, y a la que alude en pasajes como Gal 1, 13; 1 Cor 15, 9; y 1 Tim 1, 13. Contempla, luego, la fuga de los cristianos perseguidos por él hacia el resto de Palestina, Siria y las villas de la costa fenicia; propiciando con ello los designios de la providencia para extender el cristianismo. Se detiene luego en el pasaje de Act 26, 14-18, donde Pablo cuenta al Procurador y al rey Agripa su encuentro con Cristo, analizando tres frases de Jesús: “Yo soy Jesús”, “a quien tú persigues”, y “duro te es dar coces sobre el aguijón”. De todo ello, resulta que Pablo –resumiendo mucho- acaba por reconocer la resurrección de Jesús, sus errores personales, la razón de Esteban; dentro de su ceguera de tres días se opera en él la espectacular conversión que ya conocemos, que le transforma en un incondicional de Cristo muerto y resucitado, al que predica toda su vida. La charla hace asimismo un análisis crítico de las teorías racionalistas en busca de una explicación natural o sicológica a la conversión de Pablo.




          La segunda parte, hace un breve estudio sobre la conversión del escritor y diplomático francés Paul Claudel, acaecida de manera espectacular el 25 de diciembre de 1886, durante la misa de Navidad, en la Catedral de Notre Dame de París. Veintisiete años después de haber ocurrido, Claudel la hizo pública en un memorandum que describe todo el proceso, y del que se transcribe la parte fundamental: “Por entonces había empezado yo a escribir y creía poder hallar en las ceremonias católicas, que contemplaba con un presuntuoso diletantismo, un aliciente apropiado y materia para un par de artículos decadentes...

Yo me encontraba entre la muchedumbre cerca del segundo pilar a la entrada del coro, a la derecha de la sacristía.

          Y entonces fue cuando se produjo el hecho que domina toda mi vida.
          En un instante mi corazón fue tocado y creí. Creí con una tal fuerza de adhesión, con una tal conmoción de todo mi ser, con tal convicción, con tal certeza, que no dejó lugar a ninguna clase de duda; desde entonces, todos los libros, todos los razonamientos, todos los avatares de una vida agitada, no han podido debilitar mi fe, y, a decir verdad, ni tocarla siquiera. Tuve de repente un sentimiento lacerante de la inocencia, de la infancia eterna de Dios, una revelación inefable....”

         Esta conversión que, en realidad, fue el regreso a su fe bautismal, se produjo de una manera avasalladora, y cambió su vida sin vuelta atrás, aunque Claudel se resistió a esta invasión de Dios durante cuatro años, al final de los cuales se confesó, volviendo a la práctica del catolicismo que había abandonado en 1880. Está considerado como uno de los autores más emblemáticos del catolicismo francés, con una abundante producción poética y teatral.



         La tercera parte de la charla hizo un breve análisis en torno al tema de la conversión. En efecto, el converso se encuentra con una idea o con “alguien” y se deja dominar por la verdad de ese alguien. Su vida se escinde en dos mitades: la antigua y la nueva. Se le abre un abismo entre el presente y el pasado, entre el ahora y el entonces; sabe que no podrá retroceder; es como un ciego al que, de repente, insospechadamente, se le concede la dicha de ver; al cambiar de postura religiosa, se produce una conmoción en su existencia; la ruptura es definitiva, radical, y transforma el pensar, los hábitos de vida y el comportamiento con los demás. El converso da carpetazo a todo lo precedente, mata la vieja existencia, y de sus cenizas surge una nueva vida.

         Finalmente se mencionó – en el plano estrictamente religioso- el presupuesto de toda conversión:
- La “casa” personal se viene abajo, se derrumba;
- Posteriormente se reconoce este derrumbamiento como obra de Dios;
- Sobre estos escombros, se produce la revelación de un nuevo sentido de la vida;
- Los argumentos de razón juegan su papel, pero el acto de la conversión sigue en la obscuridad;

- Los mecanismos de la sicología no bastan a explicar el fenómeno, pues las fuerzas  que aquí actúan están más allá de la razón.

Erreuve
Fotografía Pila Bautismal: Mª del Carmen Feliu.

viernes, 15 de enero de 2016

LA BIBLIA EN EL QUIJOTE

LA BIBLIA EN EL QUIJOTE



       Miguel de Cervantes fue, no sólo un buen cristiano, sino también un Terciario Franciscano en la Capilla de la Venerable Orden Tercera de San Francisco el Grande de Madrid, como indica la placa colocada en el frontal.
       En su genial novela “El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, nos ofrece ricos testimonios de fe y de conocimiento de la Biblia a través, sobre todo, de los discursos y reflexiones puestos en boca de Don Quijote.

“En aquella dichosa edad
eran todas las
cosas comunes”

Antes del discurso de Don Quijote a los cabreros sobre la edad dorada (Capítulo XI, de la 1ª parte), le pide a Sancho Panza que se siente en el suelo “porque a quien se humilla Dios lo ensalza” (Mt 23, 12).




       En el texto del Discurso, Cervantes recrea bellamente estas escenas de la Sagrada Escritura:
       - La vida de nuestros primeros padres en el paraíso:
“Yahvé plantó un jardín en un lugar del Oriente llamado Edén. Hizo brotar del suelo toda clase de árboles agradables a la vista y buenos para comer... tomó al hombre y lo puso en el Jardín del Edén para que lo cultivara y cuidara” (Gn 2, 8-9.15).

En torno a esta escena del Paraíso, Don Quijote destaca: “las entrañas piadosas de nuestra primera madre que, sin ser forzada, ofrecía por todas las partes de su fértil y espacioso seno lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían”.

       - La vida de la comunidad cristiana primitiva. De la que se dice en Hch 4, 32: “formaban un solo corazón y una sola alma y nadie consideraba como suyo lo que poseía, sino que todo era común entre ellos”.

       Don Quijote dice: “Porque en aquella dichosa y santa edad los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de “tuyo” y “mío”. Eran todas las cosas comunes... todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia”.

       - La verdadera religión: “La religión recta e irreprochable delante de Dios Padre consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en su aflicción” (Carta de Santiago 1, 27).

       Don Quijote afirma que: “Se instituyó la Orden de los Caballeros andantes para defender a las doncellas, amparar a las viudas y a los menesterosos. Desta Orden soy yo, hermanos cabreros”.

“Dios, proveedor de todas las
cosas”



En el capítulo XVIII – 1ª Parte-, en un coloquio largo entre Don Quijote y Sancho, al encontrarse sin llevar en la alforja nada para comer, Don Quijote habla de la providencia de Dios, en la que descubrimos que hace alusión a dos textos del Sermón de la Montaña: “Mirad las aves del cielo, no siembran... y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta” (Mt 6, 25-34). “Para que seáis hijos de vuestro Padre, que hace salir el sol sobre buenos y malos y que llueva sobre justos y pecadores” (Mt 5, 45).

Cervantes recrea bella y franciscanamente estas enseñanzas de Cristo señalando los animales más despreciables:
       “Dios, que es proveedor de todas las cosas, no nos ha de faltar, pues no falta a los mosquitos del aire, ni a los gusanillos de la tierra, ni a los renacuajos del aire. Y es tan piadoso, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y llueve sobre los injustos y justos”.

       En esta cita del Quijote descubrimos que Cervantes conocía muy bien a San Francisco, del que se dice en I Celano 80: “Ardía en vehemente amor por los gusanillos porque había leído que se dijo del Salvador: “Yo soy un gusano, no un hombre” (Salmo 21, 7). Por eso los recogía del camino y los colocaba en lugar seguro”.

La paz evangélica


En el discurso de Don Quijote sobre las armas y las letras (Capítulos 37 y 38, de la 1ª parte), hace un elogio de la paz, “el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida... como los ángeles la dieron en la noche que fue nuestro día: “Gloria sea en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Y la salutación que el mejor Maestro de la tierra y del cielo enseñó a sus allegados y favorecidos, fue decirles que cuando entrasen en alguna casa dijesen: “Paz sea en esta casa”. Y otras muchas veces les dijo: “Mi paz os doy, mi paz os dejo”. Joya que, sin ella, en la tierra ni en el cielo puede haber bien alguno. Esta paz es el verdadero fin de la guerra”.

“De gente bien

nacida es
agradecer los
bienes que recibe”

       Al liberar Don Quijote a los galeotes de sus cadenas (Capítulo XXII, de la 1ª parte), Cervantes parece recrear la curación de los diez leprosos (Lc 17, 11-19), donde sólo uno de los diez “volvió alabando a Dios”.


       A ejemplo de Jesús, que exaltó al leproso que volvió a darle gracias, Don Quijote, llama a los galeotes liberados y les dice: “de gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud”.

Fray Angel Gajate
Fotografía: Mª del Carmen Feliu

miércoles, 6 de enero de 2016

LA INFANCIA ESPIRITUAL

LA INFANCIA ESPIRITUAL

                Antaño se hablaba de la Navidad; hogaño damos un paso adelante para hablar de la infancia. Son días señalados para disfrutar todo el mundo, pero sobre todo, los niños. Ellos contemplan con deleite los “belenes”, algunos esperan en la Navidad los regalos que les trae el Niño Jesús; otros, Papa Noel o Santa Klaus, derivación del obispo San Nicolás de Bari, donde está enterrado, aunque nació y murió en Asia Menor. La tradición le atribuye muchos milagros y por ellos es patrono de muchas profesiones y, sobre todo, se hace una cabalgata en la que, sobre un caballo blanco, vemos la figura del obispo que dejará los juguetes a los niños.

                Aquí los juguetes los traen los Reyes Magos que llegaron de Oriente para traer al niño Jesús oro, incienso y mirra. Sería largo tratar aquí el tema astronómico de la estrella que les guió. Según comprobaciones históricas, se trató de una conjunción de astros; Júpiter y Saturno, en “Piscis”, lo que para los astrólogos persas era señal de un gran acontecimiento.


                Lo dicho es sólo un prólogo o pretexto para hablar de la infancia, pero no ya de la natural, sino de la espiritual que debe ser propia de los adultos con altas aspiraciones. ¿Qué tiene un niño que nos falte a los mayores? ¿Por qué Jesús los puso como ejemplo a imitar? El niño tiene una visión de la vida muy sencilla y confiada, sin retorcimiento, sin mala idea, sin envidia ni rencor, sin temores futuros más o menos inventados, sin ambiciones desmesuradas. Leamos con detención el salmo XXII, expresión exacta de la infancia espiritual. El niño confía ciegamente en sus padres, sabe que le quieren y le cuidan, y aunque se sabe débil, está seguro del amor de sus padres.

                Volver nosotros a la infancia es confiar en el amor de Dios; en que “para los que aman, todo es para su bien”. Hay que eliminar el orgullo, la vanidad. Todo lo que tenemos nos lo da Dios. Y cuando sufrimos de algún mal, de cualquier daño o carencia, pensemos como San Pablo: “porque cuando soy más débil, entonces soy más fuerte”.

                El mensaje de Jesús sobre los niños debió ser novedoso en aquella época. El  niño y la mujer tenían menor categoría  que el hombre. Resulta que para el Maestro, ser niño no es algo inferior sino superior.

                Otra cualidad del niño es la sinceridad y la ausencia de temor al “qué dirán”. Los mayores, siempre con caridad, debemos mantener nuestras verdades y manifestarlas sin temor, máxime en estos tiempos en que se ataca la fe cristiana.



                El camino de la infancia espiritual no es fácil de recorrer. Se ha de practicar el llamado “santo abandono”, es decir, la entrega amorosa y confiada a las manos de Dios. No confundir con el “quietismo”, inventado por Miguel de Molinos, sacerdote del XVII, postura condenada por la Iglesia y que dice que no hay que hacer ni pedir nada. Dios hará lo que tenga que hacer.

                Como decía el P. Rubio S.J., recientemente canonizado, “hay que hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace”.
                Ello supone aceptar todo lo que nos venga y, además, tratar de conocer cuál es la voluntad de Dios para cumplirla, realizarla. Esto último nos viene señalado por varios caminos:
        1) Los mandamientos de la Ley de Dios, que no los abolió Jesús, sino los completó.
        2) Los mandamientos de nuestra madre la Iglesia, junto con su magisterio ordinario o extraordinario.
        3) Los consejos, que sin ser mandatos obligatorios, nos dio Jesús contenidos en las “bienaventuranzas”, y en otros momentos, como el consejo al joven que quería “algo más”.
        4) Las inspiraciones que recibimos del Espíritu Santo, en forma de deseos, buenas ideas, o remordimientos, etc. obra de la gracia divina.
        5) Para los religiosos, cumplir sus respectivas reglas de cada orden o instituto, es señal de obedecer a Dios.

                El abandono no impide el pedir y actuar, como dijo Jesús: “pedid y recibiréis, llamad y se os abrirá, etc.”

Por José Mª Catret
Fotografía Reyes Magos: Mª del Carmen Feliu