ASOCIACION BIBLICA SAN PABLO

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domingo, 28 de junio de 2015

EL ESPIRITU SANTO VII

  
LOS CARISMAS (2)


V.- Los carismas dependen exclusivamente del Espíritu Santo.- 
Los carismas, como dependientes exclusivamente de la voluntad del Espíritu Santo, su existencia y su distribución no se ajustan a cánones que nos sean conocidos. No podemos decir que solamente existen determinados carismas, por la sencilla razón que el Espíritu tiene la iniciativa y puede hacer aparecer infinidad de ellos además de los que conocemos.

Tampoco podemos afirmar que determinados carismas sean para determinadas personas, porque el Espíritu los da a quien quiere. En consecuencia, es imposible catalogar estos dones exhaustivamente y exponer las normas que rigen su distribución.

Sin embargo, esto no quiere decir que haya anarquía en la aparición y distribución de los carismas, porque esto depende de la voluntad del Espíritu, que no es ciega, sino que está ordenada por la sabiduría del propio Espíritu. (5)




VI.- Los carismas y la jerarquía.-
Los dones extraordinarios no hay que pedirlos temerariamente, ni hay que esperar de ellos con presunción los frutos de los trabajos apostólicos, sino que el juicio sobre su autenticidad y sobre su aplicación pertenece a los que presiden la Iglesia, a quienes compete sobre todo no apagar el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo bueno. (1Tes 5,19-21).

Los carismas vistosos suscitan fácilmente un entusiasmo desmesurado, que puede llevar a grandes ilusiones. Un texto sumamente severo de S. Mateo pone en guardia contra estas ilusiones: Es posible hacer milagros y otras cosas extraordinarias  y olvidar al mismo tiempo los aspectos esenciales de la vida cristiana. En Mt 7, 21-23, a los que han hecho milagros el Señor les dirá: “nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de iniquidad“. 

        San Pablo se sitúa en esta misma perspectiva cuando observa que sin la caridad carecen totalmente de utilidad los carismas más impresionantes. (1 Cor 13 , 1-3).(6)   




VII.- Estructura de la iglesia.-  
La oposición que algunos afirman entre una Iglesia institucional de cuño judeo-cristiano y una Iglesia carismática de cuño paulino, no tiene fundamento válido en los textos del Nuevo Testamento. Al contrario, se observa una conexión estrecha entre los dos aspectos. El mismo Pablo, insiste siempre en la inserción necesaria de los carismas en el cuerpo eclesial, y su forma de hablar con autoridad a los carismáticos, demuestra claramente que él no considera a los carismas como dones que den derecho a un ministerio autónomo de la Iglesia. 

       El conjunto de los textos del Nuevo Testamento, nos lleva más bien a afirmar en la fe la existencia de una estructura carismático-institucional de la Iglesia, cuyo fundamento y modelo se encuentra en la institución de los Doce, escogidos por Jesús (Mc 3,13  s. s.) y llenos del Espíritu Santo (Hch 2,4) para formar la Iglesia de Dios.  (7)





(1)     León-Dufour: Nociones. Vocabulario... o.c. págs,125-128.
M. Balaguer: Nociones. Enciclopedia de la Biblia. Ed. Garriga, o. c. Vol. II, col. 144 s.
(2)     Muñoz Iglesias: El Espíritu Santo, distribuidor de carismas. El Espíritu Santo, o.c.págs. 133-142.
(3)     Catequesis del Espíritu Santo, diócesis de Valencia: Los carismas recibidos con gratitud y alegria, o.c. pág, 111
Emilio Sauras: Recibidos con agradecimiento. Comentario Lumen Gentium (12).Ed. B.A.C. Madrid 1966 pág 255
(4)     Muñoz Iglesias: Los Carismas son dados por Dios en beneficio de la comunidad. El Espíritu Santo, o.c. pág, 137.
(5)     Juan Pablo II: El Espíritu Santo, fuente de los dones espirituales y de los carismas de la iglesia. Creo en el Espiritu Santo, o.c. págs,347-352.
Bauer: Los carismas son referidos al Espíritu Santo, o. c, col. 166.
(6)     Bauer: Los carismas y la Jerarquía, o. c.169 s.
León-Dufour: Los carismas y la autoridad ecleciástica. Vocabulario...o. c. págs, 127-128.
(7)     Juan Pablo II: No hay que contraponer los carismas a los ministerios jerárquicos. Creo en el Espíritu Santo, o. c. págs, 351 s.
Karl Hermann Schelkle: Carisma y ministerio. Teología del Nuevo Testamento. Ed. Herder. Barcelona, 1978, págs, 253 s.s.

Por Francisco Pellicer Valero
 Fotografía: Mª del Carmen Feliu Aguilella

sábado, 20 de junio de 2015

EL ESPIRITU SANTO VI

LOS CARISMAS (1)


I - Nociones.- 
La palabra griega “járisma”, muy rara en los textos profanos, se encuentra 17 veces en el Nuevo Testamento, de las cuales 16 aparecen en S. Pablo y la otra en S. Pedro (1 Pe 4, 10). Tiene la misma raíz que “jaris”, de ahí que signifique fundamentalmente “don gratuito de Dios“.

El carisma ni es sacramento, conductor de la gracia, ni es un ministerio que lleve aneja autoridad alguna. Tampoco es una virtud moral que hace bueno a quien la posee; no se es ni mejor ni peor por tener un carisma, simplemente se está capacitado para el mismo.

Los teólogos dan del carisma la siguiente definición: “Es un don permanente o transitorio del Espíritu Santo, que se concede para la edificación del Cuerpo de Cristo según las necesidades concretas de la comunidad cristiana y la capacidad de cada individuo”.

La riqueza carismática se acentúa siempre que la Iglesia comienza una nueva época, en los momentos de crisis, de revisión de vida y de renovación. (1)



II.- Su distribución.- 
Tres veces habla S. Pablo con cierto detenimiento sobre los carismas en la Iglesia: (Efesios 4, 7 –13; Romanos 12, 3-8 y 1ª Corintios, capítulos 12, 13 y 14).

1.- En el primer caso enumera sólo carismas de magisterio  apóstoles, profetas, evangelizadores, pastores y maestros o doctores; lo hace en un contexto dominado por la preocupación de conservar “la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios”.

2.- En Rom 12, 3-8 el Apóstol aconseja emplear los carismas en beneficio del Cuerpo del que somos miembros, sin que nadie se deba envanecer por la gracia que le ha sido dada por Dios. Nombra profecías, ministerios, doctores, predicadores, limosneros, presidentes, y misericordiosos.

3.- En la primera Carta a los Corintios S. Pablo aborda el tema de una manera exhaustiva. Lo hace para salir al paso del doble error del valor de los carismas en función de su espectacularidad y de formar banderías de simpatizantes en torno a los poseedores de uno y otro. Ambas cosas estaban haciendo estragos en la comunidad de Corinto.
Comienza el Apóstol presentando los carismas como obra común a las Tres Personas de la Santísima Trinidad (1 Cor 12 , 4-6). Sin embargo, no puede ser más explícito en la atribución de los carismas al Espíritu Santo por APROPIACIÓN, dado que todos los fenómenos carismáticos son manifestación del mismo Espíritu (1 Cor 12, 7-11).

Con una gracia o con otra, todos los carismáticos deben saberse miembros del mismo Cuerpo de Cristo, al que han sido incorporados por el Espíritu en el Bautismo. (1 Cor 12, 12 s)

Como en el cuerpo humano hay miembros distintos, pero todos se necesitan los unos a los otros, ocurre igual en la Iglesia. Tiene que haber distintos carismas, pero todos son útiles para el conjunto (1 Cor 12, 27-30).

Ante el peligro de que los carismas dividan a los miembros de la comunidad entre partidarios de unos carismáticos o de otros, según las preferencias de cada cual, el Apóstol afirma tajantemente que por encima de todos los carismas está la caridad, esa “caridad que ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado“ (Rom 5, 5 ). El verdadero criterio de valoración tiene que ser su utilidad para la edificación de la Iglesia. (1 Cor 12,7). (2)

III .- Los carismas se deben recibir con gratitud.- 
Es natural que los carismas se reciban con agradecimiento. A la palabra gracia como sinónima de don gratuito, corresponde la palabra gracia como sinónima de gratitud. En el primer caso, se hace la gracia de dar lo que se da; en el segundo se dan gracias por lo que se recibió. Y los carismas son dones gratuitos. De ahí la necesidad del reconocimiento y la gratitud.(3)



IV.- Los carismas son dados en beneficio de la comunidad.- 
El carisma, teológicamente  hablando, es toda gracia o don de Dios que no tiende directa e inmediatamente a la santificación de los que lo poseen, aunque a fin de cuentas, todo lo que es don de Dios, si se recibe con agradecimiento y se emplea para bien de los demás, termina por redundar en provecho propio. Lo que se quiere decir es que los carismas son dados por Dios en beneficio de la comunidad. Así, es evidente que el don de curaciones, no es para no caer enfermo el que lo posee, sino para curar a otros. Un caso palmario de sólo utilidad ajena es, por ejemplo, el poder de perdonar pecados: en un accidente colectivo, el sacerdote eventualmente presente puede absolver a todos los implicados, pero no puede absolverse a sí mismo.

El Espíritu Santo mueve a los poseedores de carismas para que los empleen en la edificación del Cuerpo de Cristo. Así lo ha hecho – y ha sido secundado por numerosos hombres y mujeres – a lo largo de la Historia de la Iglesia.

Pongamos algunos ejemplos :
1.- Para la atención a los enfermos ha suscitado entre otros, a S. Vicente de Paúl, a S. Camilo de Lelis y a Sta. Soledad Torres Acosta.
        2.- Para la instrucción cristiana de niños y jóvenes, el Espíritu Santo concedió este carisma a S. José de Calasanz, a S. Juan Bautista de la Salle y a S. Juan Bosco.
3.- Para la investigación teológica, por ejemplo, inspiró a Sto. Domingo de Guzmán la Orden de Predicadores.
4.- Para redimir a los cautivos, motivó para ello a los fundadores de los Mercedarios.
5.- Cuando la Iglesia se aferraba en demasía a los bienes materiales, el Espíritu Santo suscitó a San Francisco de Asís y otros (4)


Por Francisco Pellicer Valero

            Fotografía: Mª del Carmen Feliu Aguilella



miércoles, 10 de junio de 2015

EL ESPIRITU SANTO V

EL ESPÍRITU SANTO EN LOS “HECHOS DE LOS APÓSTOLES”




I.- El día de Pentecostés.-
En cumplimiento de la promesa de Cristo (Hch 1, 4 s.), el Espíritu Santo desciende sobre los Apóstoles (Hch  c. 2), iluminando sus mentes y fortaleciendo sus voluntades con los dones de sabiduría y fortaleza, capacitándoles para el ministerio apostólico que comienzan acto seguido. La “oración extática” manifiesta la transformación interior que se había obrado en ellos y el “fuego del Espíritu”, que quema sus prejuicios sobre un reino terreno, les hace comprender las cosas de Dios y la naturaleza de su Reino. Y los transforma de humildes y tímidos pescadores en valerosos e intrépidos predicadores del Evangelio. Por medio del “milagro de la audición” –una lengua entendida por los oyentes de diversas naciones- el Espíritu Santo ponía de manifiesto dos notas de la Iglesia: su unidad y su universalidad.




II.- En casa de Cornelio.- (Hch cc. 10-11).
El Evangelio, el Reino de Cristo, estaba destinado no sólo a los judíos, sino también a los gentiles (Gen 12,3). Llegado el momento de la incorporación de éstos a la Iglesia, interviene de modo especial el Espíritu Santo. Predicando  S. Pedro en casa del centurión Cornelio, por indicación  del  mismo Espíritu, el Espíritu Santo desciende sobre los oyentes que les hace hablar en lenguas y glorificar a Dios, como a los Apóstoles el día de Pentecostés. Manifestaba con ello el Espíritu Santo a S. Pedro que debía introducir en la Iglesia a aquellos gentiles y mandó que fuesen bautizados en el nombre de Jesús. (ver Hch 11, 1-18) .

III.- En el Concilio de Jerusalén. (Hch c. 15)
Pablo y Bernabé habían predicado que para la salvación que traía Cristo bastaba la fe en su mensaje, sin tener que cumplir las prescripciones mosaicas. Pero los judíos de Jerusalén, que no  acertaban a desprenderse de ellas, predicaban que era preciso el cumplimiento de las mismas. Se  remitió la cuestión a la Iglesia Madre de Jerusalén. Pedro zanjó el problema declarando que no era precisa la circuncisión, y sólo por razones pastorales (evitar el escándalo de los judíos y favorecer la armonía entre judíos y gentiles), se pidió a éstos el cumplimiento de ciertas prescripciones mosaicas. En la redacción del decreto conciliar se constata: “ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros” (Hch 15, 28) . Los Apóstoles tenían clara conciencia de que ellos actuaban bajo la dirección del Espíritu Santo.




IV.- Dirigentes de la Iglesia.-
Como hemos indicado, la acción del Espíritu Santo sobre ellos comienza el día de Pentecostés. Acto seguido tiene lugar
que el Espíritu Santo le ha invadido con sus dones de sabiduría y fortaleza (Hch 2, 14-36). Aparece en la comparecencia de Pedro y Juan ante el Sanedrín que les pide cuentas de su predicación, dispuesto a condenarlos. Ante la prohibición de que sigan predicando a Jesús, Pedro “lleno del Espíritu Santo”, contesta que hay que obedecer a Dios primero que a los hombres y que ellos no pueden dejar de predicar lo que han visto y oído (Hch 4, 1-22). Lo mismo contestan en una segunda comparecencia (Hch  5, 21-32).

También los diáconos reciben y actúan bajo la acción del Espíritu Santo: de Esteban se dice que era un varón “lleno de fe y del Espíritu Santo”; lo demostró en su amplio discurso ante el Sanedrín y en su martirio (Hch 6, 5 ; 7 , 55-60). De otro diácono, Felipe, S. Lucas constata que el Espíritu Santo actúa sobre él en la conversión del etíope, ministro de la reina Candace (Hch 8 , 26- 39).

Con peculiar relieve constata el autor de “Hechos” la acción del Espíritu Santo sobre San Pablo. Acto seguido a su conversión, Ananías le impone las manos y queda lleno del Espíritu Santo (Hch 9, 17). El Espíritu Santo le escoge, juntamente con Bernabé, para el primer viaje apostólico (Hch 13, 2.4 ). Lleno del Espíritu Santo, descubre el engaño de Barjesús, mago que se oponía a la conversión del procónsul Sergio Pablo (Hch 13, 6 –12 ).

Le señala el camino que ha de seguir: pretendiendo él y sus compañeros predicar el Evangelio en la región de Asia, camino hacia Éfeso, se lo impidió el Espíritu Santo; pretendiendo entonces dirigirse a la región de Bitinia pensando seguramente en las importantes ciudades de Nicea y Nicomedia, reciben una similar prohibición del Espíritu Santo. Ante ello, se dirigen a la región de Misia  (noroeste de la actual Turquía), llegando a Tróade. La visión del joven macedonio revela el motivo de la prohibición del Espíritu Santo . Pretendía que San Pablo y sus compañeros comenzaran la predicación del Evangelio en Europa (Hch 16 , 6-10). Hacia  el final de su tercer viaje misionero, el Apóstol manifiesta que “el Espíritu Santo le testifica en cada ciudad que le aguardan prisiones y tribulaciones"“ (Hch 20, 23) . En efecto, al llegar a Jerusalén, al final del viaje, es apresado y comienza para Pablo un verdadero calvario ante la acción de los judíos que pretenden darle muerte (Hch cc. 21 – 28).

Se llega a la conclusión de que el Espíritu Santo toma las riendas de la Iglesia el día mismo de Pentecostés y dirige sus pasos en los momentos cumbres. Actúa en la actividad de sus dirigentes y es un don para todos los fieles, principio de su vida cristiana.







1.- Giuseppe Ricciotti: Pentecostés. Comentario Hechos. Ed. Miracle. Barcelona, 1970, págs 81-101.
2.- Alfred Wikenhauser: El Espíritu Santo en los Hechos. Comentario Hechos de los Apóstoles.
Ed. Herder. Barcelona, 1973, págs 146-153.
3.- León-Dufour: Vocabulario Teología Bíblica. Ed. Herder. Barcelona, 1965, págs 604-606.
4.- Santiago Guijarro: El Espíritu Santo en el libro de los Hechos. El Evangelio del Espíritu. Ed. Verbo
Divino. Estella, 1998, págs, 17-25.


Por Francisco Pellicer Valero
Fotografía: Mª del Carmen Feliu Aguilella