JESUCRISTO EN LOS EVANGELIOS
La
Historia lleva más de dos mil años hablando de Jesucristo, escribiendo,
alabando a Jesús, orando a Jesús y, a veces criticándole y hasta odiándole. Se
han dicho y escrito tantas cosas sobre Jesús que parece que no se puede decir
nada nuevo. No obstante se sigue tratando de Jesucristo, a veces con ansia de
notoriedad excesiva, incurriendo en teorías poco acertadas. Pero como dejó
escrito San Juan de la Cruz: “Por más misterios y maravilla que
han descubierto los santos doctores, les quedó más por decir y por entender:
hay mucho que ahondar en Cristo porque es como una mina abundante en muchos
tesoros que, por más que se ahonde, nunca les hallas fin, antes vas hallando
nuevas vetas de riquezas acá y allá”; es que San Juan, maestro en la
contemplación, tenía una fuente muy directa de inspiración. Había llegado a esa
“séptima morada” de la que trataba Santa Teresa de Jesús.
La charla se titula “Jesucristo en los
Evangelios”. ¿A dónde si no podríamos acudir sino a ellos, que son la
Revelación divina? Bien es verdad que nuestra Religión se compone de Revelación
y de la valiosa Tradición que arranca de los 27 libros del Nuevo Testamento y
pasa, a través de la enseñanza de los Apóstoles, a la primitiva literatura
cristiana, que refleja la vida de los primeros años de la Iglesia y que escribe
un grupo de escritores en lengua griega de los siglos I y II a los que se
conoce como “padres apostólicos”, por su vinculación próxima y estrecha con los
apóstoles de los que eran discípulos. Más tarde seguirían los “Padres de la
Iglesia” trasladándonos por escrito la doctrina común de la Iglesia.
Los Evangelios no pretenden ser una
“historia” o una “vida de Jesús”; su intención es trasladarnos la esencia de su
palabra y doctrina de salvación, su ejemplo de vida, la esperanza en Dios
nuestro Padre, su misericordia hacia los hombres y la enseñanza de su amor infinito,
así como del amor entre nosotros. Y en todo ello, y mucho más, los Evangelios
se bastan y sobran, aun con la sincera observación de San Juan al final
de su libro: “Muchas otras cosas hizo Jesús, que, si se escribiesen una
por una, creo que este mundo no podría contener los libros.”
No ha habido otro personaje más tratado
en la Historia como el de Jesús de Nazaret. Se ha escrito sobre otras figuras
religiosas, políticas, artísticas, etc., pero de estos se trata
esporádicamente, circunstancialmente, para tratar de su obra, de su invento, de
su arte, etc.. Pero Jesús suscita la atención del mundo por su persona, por su
gesto, su conducta, sus miradas, sus demostraciones de afecto y compasión, sus
severas advertencias, tanto como por su obras y doctrina. En el Evangelio
tenemos una muestra de ésto: predicada con autoridad.
Esta charla hace referencia a
veinticinco testimonios de otros tantos autores de diversas épocas, religiones
y tendencias tanto del cristianismo como de fuera de él, incluso de religión
hebraica, recogidas y seleccionadas entre muchas más con el ánimo de dar unas
perspectivas desde diferentes puntos de vista sobre la figura de Jesús. En este
resumen no se pueden incluir, pero sí afirmar que, aunque en muchos casos no se
cree en Jesús como el Hijo de Dios y, por tanto, Dios mismo, la admiración,
reconocimiento hacia su enorme personalidad y la sublimidad de su doctrina, le
alcanza a todos. Ghandi escribió: “Aunque no puedo pretender ser
cristiano en el sentido confesional, el ejemplo de Jesús es un factor
integrante de mi fe fundamental en la no violencia, fe que dirige todas mis
acciones; Jesús vivió y murió en vano si no fue para enseñarme a regir toda
nuestra vida por la ley del amor.”
El rabino Enelow dice: “Entre
todos los hombres buenos y grandes que ha producido la humanidad, no hay nadie
que se aproxime a Jesús. Todo judío puede sentirse justificadamente orgulloso
de lo que Jesús significa para el mundo.”
Se puede correr el peligro de creer que
conocemos a Jesucristo porque hemos leído y estudiado mucho el evangelio y
diferentes tratados sobre la vida de Jesús. Lo que importa lo dice claramente San
Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales: “...demandar
conocimiento interno del Señor, que por mí se hizo hombre, para que más le ame
y le siga.”
Entre otros muchos aspectos se destaca
la larga etapa privada de la vida de Jesús, que para muchos teólogos es de una
gran trascendencia porque es la aceptación por Dios de lo habitual y ordinario
de la vida humana. ¿Qué hizo Jesús en esos 30 años? Lo mismo que predicó en su
vida pública. Es el reconocimiento de la vida normal, como fuente y camino de
santificación.
A destacar también, aparte del
“mandatum novum do vobis”, la confirmación por Jesús de la importancia de la
llamada infancia espiritual. Hay que hacerse como niños, nacer de nuevo, para
entrar en el Reino de los Cielos, lo que contrasta con el deseo humano de
autosuficiencia, de orgullo, de independencia respecto a cualquier norma moral.
José Mª Catret
Fotografía: Mª del Carmen Feliu
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