INTRODUCCION.- Juan
Pablo II en su carta apostólica “Tertio millennio adveniente” propuso a toda la
Iglesia que el ansiado Jubileo del año 2000 tuviera como objetivo propio la
glorificación de la Trinidad, de la que todo procede y a la que todo se dirige
en el mundo y en la historia. La Iglesia de Cristo no puede dejar de reconocer
que, tal como muy bien lo expresa S. Cipriano, es un pueblo reunido en virtud
de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y cuyo itinerario de la
fe la conduce a verse por fin colmada “de toda la plenitud de Dios”.(Ef 3,19).
Veamos
en este artículo una breve reseña de lo que aportaron los Padres latinos al
tema de la Santísima Trinidad.(1).
TERTULIANO
es el autor del primer tratado sobre la Trinidad titulado “Advesus Praxeam”. A él se le debe la creación del lenguaje
teológico latino: la introducción de la voz “Trinitas”,
la acuñación del término “persona” y
de la fórmula precisa y clara “una sola
substancia en tres Personas”, junto a una serie de distinciones que matizan
toda su teología trinitaria: forma, species, proprietas, distinctio, divisio,
dispositio, etc.
Preocupado por
defender la distinción real y numérica entre Padre, Hijo y Espíritu Santo, sin
por ello romper la unidad de Dios, insiste fuertemente en la “Unidad que se
dispone en Trinidad”.(2)
NOVACIANO en su
tratado “De Trinitate” busca explicar la distinción de las Personas en el orden
de origen, anticipando en algunos puntos lo que luego será la
explicación teológica de las relaciones. Depende en bastantes lugares de
Tertuliano. (3).
SAN HILARIO DE
POITIERS es puente entre Oriente y Occidente en esta doctrina, contribuyendo
poderosamente a dar a conocer la historia y doctrina de Nicea. Como
aportaciones especulativas hay que reseñar el “De synodis”, en que explica la
palabra consustancial, y el “De Trinitate” (PL 10, 9-472), con sus
explicaciones sobre las relaciones mutuas entre el Padre y el Hijo, y sobre la
generación de la inmutabilidad y divinidad del Hijo (4).
Ya a fines del siglo
III, SAN AMBROSIO escribe un “De Spiritu Sancto” (PL 16, 731-850) (5).
Dentro de la
tradición latina ocupa un puesto singular MARIO VICTORINO (m.ca. 365), que
aspira a penetrar en el misterio trinitario con la ayuda de su conocimiento
filosófico, ocupándose de la generación del Verbo, de su inmutabilidad y
divinidad. Describe al Hijo como la voluntad actuada del Padre y el término de
su conocimiento. Si bien el Espíritu Santo no está ausente de su doctrina, no
aparece clara su función, pareciendo a veces que lo presenta como un mero lazo
de unión entre las otras dos Personas (6).
Toda la teología trinitaria, tanto
griega como latina, preparaba “la gran síntesis agustiniana”; con su inmortal
obra “De Trinitate” (PL 42, 819-1098),
redactada entre el 400 y el 416, constituye “el monumento más amplio elevado
por la teología patrística latina a la gloria de la Trinidad” (Bardy). En esta
obra hallamos el resumen más completo de cuanto la Teología había tratado hasta
su tiempo en torno a la Trinidad. En los siete primeros libros analiza el
fundamento de la fe, tanto en la Sagrada Escritura como en la Tradición; del
libro 8 al 15 examina diversas imágenes creadas que pueden ayudarnos a
comprender la verdad de la Trinidad, centrándose especialmente en la
consideración del hombre como criatura espiritual hecha a imagen de Dios, y
descubriendo en él, en su conocimiento y amor, la imagen de la Trinidad. De
este modo la explicación trinitaria se une con la salvación: el hombre, que
había perdido la imagen de Dios en su propia alma, tiene que irse renovando de
día en día hasta llegar a la renovación total por la unión de sí con la
Trinidad presente en él por la gracia (7).
En la época posterior
a S. Agustín, la aportación teológica más importante es la de BOECIO que,
defendiendo los términos con claridad y aplicando un método filosófico
riguroso, tuvo el gran mérito de iniciar una confrontación de la filosofía
aristotélica con la platónica, de gran fortuna en la Edad Media; su obra “De
unitate Trinitatis” (PL 64, 1248-1256) fue muy comentada y estudiada (8).
Otros autores
latinos, como S. León Magno, S. Gregorio el Grande, Casiodoro y S. Isidoro de
Sevilla, han bebido en la fuente agustiniana, pero han aportado poco para
una mayor profundización.
(1) Guillermo
Pons:La Trinidad en los Padres de la
Iglesia.Ed.Ciudad Nueva.Madrid 1999,pág.11.
(2) Jose Morán:La
Patrística Latina.G.E.R.Vol.XXII,págs, 773-775
Josef
Frickel:Tertuliano,G.E.R.Vol.XXII,págs,356-359.
(3) A. Ríesco Terrero: Novaciano y Novacianismo.G.E.R.Vol.XVII,págs,57-59.
Rovira
Belloso: Novaciano. Tratado de Dios Uno
Trino,o.c.pág.544.
(4) A. Fierro Bardají: S. Hilario de Poitiers.G.E.R.Vol.II págs,796-798.
Rovira
Belloso: S.Hilario de Poitiers.o.c.pág.33.
(5) Rovira Belloso: S.Ambrosio.o.c.pág.35.
A.
Fierro Bardají: S. Ambrosio.G.E.R.Vol.I,págs,795-798.
(6) José Morán: Mario
Victorino.G.E.R. XXII,págs,774.
(7) Lope Cilleruelo: S.Agustin
G.E.R.Vol.I,págs,401-411.
(8) J. Lomba Fuentes: Boecio.G.E.R.Vol.IV,págs,337-338.