LA ORACION DEL PADRE NUESTRO (XXI)
NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACION (IV)
Segundo Grupo.- Dios nos envía pruebas para
corregirnos: Se trata de correcciones de padres a hijos, para que éstos
tomen conciencia de su fragilidad y recurran a él, para que les libre de los
peligros que les amenazan: “Como a hijos
os trata Dios...¿Hay algún hijo que no sea corregido por su padre?” (Heb 12,7). Dios prueba “como padre que amonesta” (Sb 11,10). “El Señor reprende al que ama, como un padre
al hijo querido“ (Prov. 3,12). “Yo, a
los que amo, reprendo y corrijo“ (Ap 3,19).
“A
nosotros nos corriges para que, al juzgar, tengamos en cuenta tu bondad y, al
ser juzgados esperemos tu misericordia“ (Sab 12 ,22). Esto es una lección
para los israelitas (Y para nosotros). Cuando ellos, como instrumentos de Dios,
hayan de ejecutar justicia para con los demás, recordarán la bondad del Señor y
juzgarán con misericordia; de este modo, al ser ellos juzgados, tendrán un
título más ante la misericordia de Dios (Mt 7,2).
Porque Dios nos ama, nos castiga para
salvarnos, como el padre que castiga a su hijo, pero sin dejar de amarle y sin
faltar a su protección y su lealtad (Sal 89,3); lo hace para afianzarle y
fortalecerle en sus virtudes y fidelidades. La prueba, en efecto, sirve para
robustecernos en la vida espiritual (Prov 17,3); en esto consiste la “virtud probada”(Rom 3,5). A los que más
quiere, más prueba. Los que deciden seguir a Jesucristo, sepan que les esperan
pruebas duras, propias para los fuertes en la fe, y que tienen que cargar
constantemente con su cruz (Mt 16,24).
Tercer Grupo.- Se trata de las pruebas como fuente
de experiencia y sabiduría. En el Sirácida se puede leer: “Quien no ha sido probado poco sabe”
(Eclo 34,10). Las pruebas y tribulaciones son una fuente de experiencia y
educación moral, parte integrante de la verdadera sabiduría.
La experiencia se
inscribe dentro del ámbito del conocimiento. Además, entraña una participación
personal insustituible; no es conocimiento “de oídas“, sino adquirido con el
propio esfuerzo y por la propia iniciativa. La experiencia tiene tal
importancia, que la inmensa mayoría de nuestros conocimientos, se inician y se
apoyan en ella. El hombre probado o experimentado es el que se ha sometido a un
paso dificultoso una o varias veces y lo ha superado, con lo cual ha adquirido
una destreza para salir airoso de casos parecidos.
Escribe San Juan de la Cruz:
“El
que no sabe de penas,
en
este valle de dolores,
no
sabe cosas buenas,
ni
ha gustado de amores,
pues
penas es el traje de amadores“.
Santa Teresa de Jesús decía a sus monjas:
“Por
ventura (Dios), quiere ejercitarlas en estas pruebas para que salgan más
experimentadas“.
No hay que tener miedo a las pruebas ni a
las tentaciones, que tienen un valor positivo y sirven para madurar en la fe;
incluso, deben ser causa de alegría, por ser ocasión de grandes bienes: “Tened como suprema alegría las diversas
pruebas, a que podéis ser sometidos, sabiendo que la fe probada produce la
constancia“ (Snt 1, 2-4). Dice S. Agustín: Nuestra vida en medio de esta
peregrinación no puede estar sin pruebas, ya que nuestro progreso se realiza
precisamente a través de las pruebas, y nadie se conoce a sí mismo si no es
probado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido,
ni combatir si carece de enemigos y pruebas.
Después de todo esto, el hombre hasta
debería pedir a Dios que le someta a prueba: “Examíname, Señor, y ponme a prueba, pasa por el crisol mi fe y mi amor“
(Sal 26,2). (Martín Nieto, o.c. pags . 194-196 ).
Por Francisco Pellicer Valero
Fotografía: Mª del Carmen Feliu Aguilella
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